martes, agosto 26, 2008

Cuando no pasa nada



¿Acaso no sabemos de antemano que ese amigo que con gestos sibilinos nos intenta levantar una chica, nos volverá a traicionar en el futuro y con algo más serio? ¿Sabemos leer los gestos, las señales que la gente nos va lanzando, a veces sin querer, y que les delatan en toda su nobleza o su miseria? Este es el leitmotiv de "Tu Rostro Mañana I: Fiebre y Lanza", el primero de la trilogía de Javier Marías sobre la predicción del comportamiento humano.

La escritura de Marías es tan rica como tediosa, el autor es capaz de disertar durante decenas de páginas partiendo de un pensamiento vacuo, con una habilidad que haría las delicias de los profesores más aburridos y vendemotos que se cruzaron con nosotros en nuestra vida académica.

Marías necesita 470 páginas para una semana de acción, en la que nos vamos adentrando en la mente de Jacobo Deza, su alter ego en la novela. Un profesor universitario exiliado en la pérfida albión, capaz de leer personas y averiguar como será su comportamiento futuro en función de sus gestos, palabras y actitudes; que siempre nos acaban delatando.

¿Somos capaces de guardar un secreto? ¿Cuanto vale nuestro silencio? ¿Por la boca muere el pez? Esta primera parte de "Tu Rostro Mañana" es una interesante disertación sobre el ser humano y sus debilidades menos evidentes. Una nostálgica mirada atrás en la que nos consolamos con tiempos pasados que no fueron mejores, pero que curtieron personajes imprescindibles que nacieron de las sombras de las grandes guerras.

La novela nos servirá para explorarnos a nosotros mismos mientras nos perdemos en párrafos enormes, en los que no acaba de pasar nada, echando de menos más acción y violencia. Somos víctimas del exceso de información, de un mundo que se mueve demasiado deprisa y que no nos deja apreciar el valor de la escritura pausada de los viejos maestros.

Esta primera parte es la promesa de dos libros redondos, en los que se dé respuesta a unas cuantas incógnitas, revisitando conspiraciones y conflictos viejunos. Para empezar a conocer el rostro de los demás, tenemos que averiguar primero cómo será el nuestro, leyéndonos a nosotros mismos para saber como seremos mañana.

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