domingo, marzo 15, 2009

Oceanos de Tiempo


Cuando sabes que ya no podrás volver a ver a alguien, es como si hubiera muerto, como si todo hubiera acabado para siempre. Las noches más absurdas son las que acaban marcando nuestra existencia, con eventos no esperados. Cantidades industriales de alcohol pueden prender la mecha que combustione nuestro mundo y lo ponga todo patas arriba.

Tumbado en una playa de Dubai, me puse a reflexionar sobre cómo había llegado hasta allí, sobre lo que hubiera sido de mi vida si hubiera seguido más tiempo a mi lado. Seguramente hubiera tenido que apartarme de mis amigos, de mi familia, empezar a trabajar antes, descuidar los estudios, convitiéndome en un tipo taciturno y anodino, algo parecido a lo que era ahora, pero con diez años menos.

El lujo y la ostentación hacen que te olvides de lo fundamental: la supervivencia mental y física. Entre tanta maravilla artificial, contaba los minutos que faltaban para escaparme de ese paraíso construido con petrodolares en forma de ladrillos. Las noches eran largas, dificilmente lograba conciliar el sueño, el trabajo estaba casi finiquitado, la presión había desaparecido y había conseguido sobrevivir a un sitio y un tiempo de locos.

En aquel garito exigían inspeccionar tu cuenta corriente para entrar, aquellos clientes tan distinguidos se encargaron de franquearme la entrada a un espacio pequeño y sombrío, de los que tanto me gustaban cuando apenas tenía 20 años. La música era mestiza, como el alma de todos los que fingíamos no escucharla. Botellas multicolores inundaban las pupilas de todos esos lugareños y forasteros, que se estaban condenando con pensamientos que flotaban entre vapores etílicos.

Las luces de neón se mezclaban con un conveniente astigmatismo, tuve un deja vú, me pareció verla allí, diez años después, con el mismo rostro perfecto de hace una década y los ropajes de una princesa de las mil y una noches. La barra del bar estaba franqueada por varios siervos de Alá, que hacían la vista gorda mientras sus correligionarios se bebían las puertas del infierno.

No podía ser ella, pero a la vez lo era, su mirada no me reconoció, pero a la vez percibió algo familiar en mi: la expresión característica de aquellos que mejor te conocen. Era obvio que no hablaba mi idioma y que no podía cruzar más de un par de frases en inglés con los clientes de aquel tugurio. Su perfume era característico, el hastío y la desesperación enjuagaban unas lágrimas secas, en un rostro donde una leve sonrisa elevaría tus sueños a la condición de realidad.

Los días que me quedaban en los Emiratos, los pasé restando los segundos que faltaban para que llegara la noche, para volver a colarme en las entrañas del asfalto, para beberme mi dosis de nostalgia, cruzando la frontera de la realidad para volver atrás en el tiempo y enmendar errores que jamás te perdonarían. Su cuerpo había resucitado para mí, para servirme el elixir de la eterna embriaguez y confundir mis delirios etílicos con una segunda oportunidad del destino.

Derrotado por las circunstancias, me sumí en un sueño profundo, del que solo me despertaron los gritos ininteligibles del personal del local. Sus voces me decían que me fuera, que mi hora había llegado y los perdedores debían acabar en otra parte. En la calle, la noche se fusionaba con los milagros arquitectónicos, cristales que multiplicaban por mil su imagen en mi cabeza ... hasta hacerla realidad.

El viento arrastraba su melena, parecía perdida, como esperando a alguien que ya no llegaría jamás. No necesitamos hablar, mis ojos se lo dijeron todo, el resto fue un camino desconocido para los dos. No sabíamos como volver a casa, pero sabíamos que la encontraríamos juntos. Se deslizaba por aquellas calle de diamante, como una criatura presa de un cuento, de un deseo ajeno a la razón y a los sentimientos.

Un hotel de 200 plantas en el que jugar con sus siete estrellas, una suite cerca del cielo, puede ser el escenario perfecto para empezar tu vida de nuevo, para sumergirte en burbujas de comprensión no verbal. Cuando el sol amenace con acabar con la magia de aquella noche, ella se vestirá, despidiéndose para siempre con un dulce beso en tu frente y un reconfortante "descansa".

jueves, marzo 12, 2009

Cuando fuimos Champions



lunes, marzo 09, 2009

El reverso del mito


Gritos de ¡¡ Que nos devuelvan el dinero !! y ¡¡ Vaya mierda de película !! recorrían una sala aborregada, en la que algunos espectadores habían dejado intactas sus palomitas. Un final muy sopranesco dejó a la concurrencia hundida en sus butacas, preguntándose por qué no se descargaron la película de Internet, por qué esta vez decidieron pasar por taquilla.

"El Luchador" es una película sucia, un cruce entre "8 Millas" y "Rocky". Cuando sus personajes parecen al borde de la redención ... todo empieza de nuevo. Los 80 fueron su mejor época, unos años en los que "The Ram" (sucedáneo de Randy "Macho Man") recorría las Arenas más celebres de los States, reinando en ese deporte espectáculo que marcó el final de nuestra niñez: el Pressing Catch.

El Wrestling es casi una religión en los States, a sus fans no les importa que esté amañado, ni que sus héroes estén cincelados con toda clase de anabolizantes y psicotrópicos. El Pressing Catch representa el maniqueísmo máximo, una lucha de buenos contra malos en la que todo vale con tal que el show no pare y la gente pueda desahogarse con gritos atronadores.

Mickey Rourke se quedó sin su Oscar de Ave Fénix por una película en la que no para de interpretarse a sí mismo, metafórica y literalmente. Todos nos imaginamos los excesos pasados de un personaje con el alma herida, alguien a quien todos nos parecemos en una mañana de resaca infernal, cuando echamos la vista atrás y no nos acordamos con claridad de lo que paso la anoche.

Marisa Tomei es la "Princesa de Azufre" de Randy "The Ram", la chica que acabaría con el protagonista si "The Wrestler" tuviera un final made in Hollywood. La suciedad también envuelve su vida y a todo lo que la rodea. Su cuerpo se contonea por la barra con la nostalgia de tiempos mejores y la esperanza de que sus mínimas normas le sirvan para no torcer aún más su delicada existencia.

La familia acabará pasando factura a Randy por sus excesos, no le acompañarán entre el público de esas cuatro paredes que rodean el estrecho cuadrilatero, desde el que saltará para conseguir su última embestida. Las luces de neón iluminarán su alma cansada, mientras su cuerpo se prepara para seguir fingiendo que ya nada importa, mientras los vítores del público sigan silbando su nombre, mientras siga habiendo alguien que recuerde lo grande que fuiste una vez.

lunes, marzo 02, 2009

El Aura de los Perdedores



Mucho podríamos hablar del Fuenla-Estu de ayer, pero para eso está la crónica del Tío Pete, que es mucho más ortodoxa y responde a todos los cánones del periodismo profesional, engalanado por los sueños de un poeta amante del baloncesto.

Hace mucho que veo perder al Estu contra el Fuenla, tanto tiempo que ya no recuerdo la última vez que ganamos. Las gradas del Fernando Martín están repletas de chavales fuenlabreños que no paran de mirar a la cabina de retransmisiones, para cerciorarse de que te alegras de la victoria de su equipo. Yo ayer estaba para pocas bromas, atrás quedaron los tiempos de la ataraxia, ayer tocaba ganar y regalamos el partido.

Casimiro ha impuesto la Ley Marcial en un equipo acostumbrado a la anarquía y a aprovechar como nadie las casualidades. Se pueden enumerar por decenas los grandes jugadores que han pasado por el Estu las últimas dos décadas. Ya he hablado muchas veces con nostalgia de ellos, de los tiempos en que estábamos condenados a ser semifinalistas de la ACB y a jugar cada año competiciones europeas.

En estos años la desidia se ha apoderado de todos nosotros, nos hemos convertido en unos perezosos como Pepu, preferimos ver los toros desde la barrera mojándonos lo justo, para evitar perder la reputación. Al Estu le ha pasado igual, una gestión deportiva y económica muy regular, le ha pasado factura a un equipo de baloncesto que no cuenta con un club de fútbol, un ayuntamiento o algún mecenas que le financie los errores y les regale cierto margen de equivocación.

Casimiro ha enderezado algo el rumbo, pero aún le queda mucho por hacer, porque los 90 ya pasaron y el Estu como mucho cuenta con la séptima mejor plantilla de la liga. En tiempos de crisis, toca hacer más con mucho menos. El Fuenla de este año es un espejo en el que mirarse, un equipo feliz con unos cuantos talentosos, veteranos y noveles que conviven en paz, obsesionados con el sueño de alcanzar los play-offs.

Ese cruce entre Drazen Petrovic y Pablo Marmol que responde al nombre de Oleson, es uno de esas explosiones milagrosas que aparecen en el baloncesto cada mucho tiempo. Un jugador que marca diferencias, con un físico muy normal, una muñeca prodigiosa y la mentalidad de un titán al que se la pela que Trecet no le considere digno de la selección, porque ni sabe quien es Trecet, ni vestir la roja es una de sus obsesiones.

La oficialización de la explosión definitiva del "Chimpa" Suarez fue la mejor noticia de un partido emocionante, a ratos tosco y muy alejado de los convencionalismos al uso. El Aura de los Perdedores les persigue hasta que logran despegarse de su proverbial mala suerte, hasta que dejan de creer que están condenados al caos y el talento se convierte en una consecuencia improbable de una disciplina espartana. Este domingo nos convertiremos en el único equipo que venza dos veces al Barça en la liga regular.