miércoles, agosto 30, 2006

Por amor al baloncesto


“The Last Season” es el diario novelado de la temporada 2003-04 de los Lakers, y su autor no es otro que Phil Jackson. Cualquier deportista que escribe un libro es sospechoso de hacerlo sólo por la pasta, pero después de leer el mítico “Canastas Sagradas”, el tío Phil se merecía al menos el beneficio de la duda.

Después de conseguir seis anillos con los Bulls de Jordan, Phil Jackson tomó las riendas del equipo más glamouroso del planeta con el objetivo de hacerle ganar algún campeonato a medio plazo. Los resultados superaron las perspectivas más optimistas: los Lakers consiguieron tres anillos consecutivos en cuatro años, quedándose a las puertas de las finales en la temporada 2002-03.

En la siguiente campaña los de amarillo y púrpura consiguieron convencer a Karl Malone y Gary Payton para que ficharan por su equipo, cobrando sueldos ridículos y con el único objetivo de hacerse con un anillo de campeones. Por primera vez en la historia cuatro claros aspirantes al Hall of the Fame jugarían en el mismo equipo.

El juicio por violación de Kobe Bryant, sus malas relaciones con Shaq y la lesión de Malone irán mermando las posibilidades de un equipo obligado a lo máximo en todo momento. De la mano de Phil Jackson nos introducimos en el día a día del mayor culebrón deportivo del planeta: sus viajes, sus charletas, las claves de sus victorias y sus derrotas …

Como seguidor de los Lakers siempre me pregunté por qué no fueron capaces de ganar el título aquel año, con aquella plantilla y después de llegar a las finales de la liga. Después de leer este librome ha quedado claro que por muy bueno que sea un equipo, sin suerte y espíritu de sacrificio no se gana nada.

A veces Phil Jackson compara a los Lakers con los Bulls que él entrenó, ensalzando la profesionalidad de los de Chicago y criticando la indolencia de los angelinos. ¿Cómo es posible que no siendo un equipo cohesionado los Lakers ganaran tres anillos? La respuesta es Shaquille O’Neal, el jugador más dominante de la liga y el culpable de que Jackson entrenará a los Lakers. En su última charla con Shaq, Jackson confiesa que lo mejor de sus cuatro años en Los Angeles fue poder entrenar a O’Neal: un tipo que siempre supo hacerle reír.

En este libro Jackson no se dedica a rajar de Kobe tanto como cabía esperar, a veces describe a Kobe como un niño mimado pero también reconoce su capacidad para aislarse de sus problemas legales y echarse el equipo a sus espaldas en momentos críticos. Su mala relación venía de largo y en esa última temporada Bryant se acabó de cansar de trabajar para Shaq y de un entrenador que no creía que él era el mejor.

Desde la discreción, el bueno de Jackson nos habla de soslayo de su romance con Jeanie Buss, la hija del propietario de los Lakers. El libro dibuja a un Tío Phil prendado de una mujer hermosa y en la que siempre se puede apoyar en los momentos difíciles. Los días de meditación Zen quedaron atrás y a los 60 años Jackson vuelve a sentirse como un adolescente enamorado.

Después de una traumática salida del equipo, Tío Phil nos regala unos cuantos días sueltos de su año sabático para explicarnos por qué decidió retomar las riendas del equipo angelino. Esas últimas páginas del libro son sin duda las mejores, en ellas nos vuelve a recordar que para triunfar, los jugadores tienen que sentirse como guerreros auténticos y por encima de todo deben respetar a su rival en lugar de odiarle: cuanto mejor sea el rival más grande podrá llegar a ser el guerrero.

El mejor entrenador de la historia de cualquier deporte confiesa a sus lectores que el baloncesto da sentido a su vida y que nada de lo que ha hecho o pueda hacer le ha dado tanto como el deporte de la canasta. Su mayor objetivo como entrenador siempre fue conseguir hacer entender a sus discípulos por qué el baloncesto es el mejor deporte que ha existido y ayudarles a convertirse en mejores jugadores y sobre todo mejores hombres.

Según él, el éxito se puede medir de muchas maneras y no siempre tiene que ver con ganar títulos: el camino hacia la victoria es lo más importante. Estamos viviendo días que siempre se recordarán en la historia del baloncesto español y yo quiero leer algún día un libro como el de Phil Jackson, en el que se describa la actuación de España en el Mundial de Japón. Su autor no puede ser otro que el gran Pepu Hernández: el Phil Jackson del baloncesto español.

martes, agosto 29, 2006

Sin perder el juicio


La primera vez que ves a Vin Diesel caracterizado en "Declaradme Culpable" te preguntas qué clase de broma es esa. Cuando te enteras que esta basada en una historia real y el director de la cinta es Sidney Lumet sospechas que tal vez se esconda algo interesante dentro de ella.

Empieza como la típica película de mafiosos, con cierto toque de parodia. El personaje que interpreta Diesel se comporta como un payaso con escasa gracia. Pero al final te das cuenta de que la cosa iba en serio, y su temática es de lo más interesante: habla de la traición, la fidelidad y no se cansa de recordarnos que una de las peores cosas que se puede ser en la vida es un soplón.
En un género más que trillado, Lumet propone algo nuevo y lo hace con la maestría de quien dirigió "Serpico" y "Tarde de Perros" hace ya tres décadas. El viejo zorro, por muchos Oscars honoríficos que reciba, morirá con las botas puestas. Le queda cuerda para rato y sabe que hoy en día pocos tienen su capacidad para dirigir películas con trasfondo.

El genial Peter Dinklage vuelve a demostrar en esta cinta que su talento es inversamente proporcional a su tamaño. Su interpretación es la templanza personificada, ejecutando un ejercicio de dignidad y comprensión perfectos. Su personaje consigue que en los momentos más ridículos de Diesel no tiremos la toalla y mantengamos intacta la esperanza de que la película no va a ser tan mala como a ratos parece.

"Declaradme Culpable" narra la historia de un multitudinario juicio RICO - uno de esos legalismos que los yankees se inventaron para cazar a los mafiosos. Diesel se cansa de su abogado y acaba defendiéndose a sí mismo, al principio con exabruptos y al final con oficio. Hay muchas clases de héroes de película y en esta Diesel no necesita enseñar los músculos para reencarnarse en uno de los menos habituales: los que no se venden.

domingo, agosto 27, 2006

Piel de cocodrilo


La liga empieza otra vez, parece que fue ayer cuando veíamos el Mundial bajo el efecto de los comentarios de Montes. Como cada fin de verano, desde los medios de comunicación nos intentan vender que esta liga será la mejor de la historia, que los equipos se han gastado más millones que nunca y se la vuelve a llamar “La liga de las estrellas”.

Gracias al Sevilla, el Barça ya no lo va a ganar todo este año. El equipo de Rikjaard vuelve a ser el favorito. Sigue manteniendo un bloque joven, versátil y contundente, al que esta temporada se han unido tres fichajes de garantías (Gudjohnsen, Zambrotta y Thuram). Los culés tendrán en sí mismos a su mayor enemigo y su mejor amigo seguirá siendo Villar y su corrupta federación, que les dejarán campar a sus anchas por la liga, jugando con los árbitros siempre a favor y dejándoles que se meen en la Selección, la copa del Rey o cualquier otra cosa que se interponga en su camino.

Capello es la solución del Madrid a la hegemonía del Barça. El vendedor de humo vuelve a Madrid con ganas de comerse todo el jamón de la península y de paso ganar algún título. Lo mejor de Calderón es que nos ha librado de tener que soportar a “El relojero del mal”, “El abuelo cebolleta” Mir y demás frikis que se presentaron a las elecciones del Madrid. En lugar de los prometidos Kaka, Cesc y Robben han llegado Emerson, Cannavaro, Van Nistelroy y Diarra. Si el Madrid gana algún título este año - uno de verdad que la Copa del Rey no convence - nadie se acordará de las promesas incumplidas, si no lo ganan lo mejor es que Calderón & CIA se vayan cuanto más lejos mejor.

Frente al modelo de fichajes madridista - basado en el talonario -, el Sevilla se vuelve a consolidar como el equipo que mejor ficha. Juande Ramos es un grandísimo entrenador que heredó las mimbres de Caparrós y ha convertido al Sevilla en un equipo importante en Europa. Este año los sevillanos volverán a dar guerra y es de esperar que de una vez por todas se clasifiquen para la Champions.

El Valencia del antipático Quique se ha reforzado bien este año y estarán en todo lo alto, si se lo permiten sus sempiternos problemas entre entrenador y demás estamentos deportivos del Club. Sus vecinos del Villareal intentarán volver a ser importantes después de acariciar la gloria europea hace tan solo unos meses.

El Zaragoza de Víctor Fernández será uno de los que mejor jueguen este año. De la mano de Aimar, D’Alessandro y demás jugones, los maños intentarán volver a Europa a través de la liga, y si no lo consiguen, se harán fuerte en esa Copa en la que siempre lo dan todo.

El enésimo proyecto del Atleti parece más serio que nunca. Si Aguirre no es capaz de enderezar el rumbo, es difícil que alguien lo consiga. Será emocionante ver al Kun Agüero paseando su magia por la ribera del Manzanares. Ya va siendo hora de que los colchoneros se metan en Europa, es patético que un clásico de nuestro fútbol se vea año tras año inmerso en un mar de mediocridad.

En la zona gris de la tabla, equipos como Betis, Osasuna, Depor, Getafe y demás; lucharán por convertirse en la revelación de la liga y de paso evitar tener que verse las caras con Nástic, Recre o Levante, firmes aspirantes a no comerse el turrón en primera.

jueves, agosto 24, 2006

Afeitado apurado


Pacey es un tipo que nunca tendrá una serie que lleve su nombre y que soporta estoicamente como capítulo tras capítulo el tristón Dawson abusa de una enfermiza melancolía.

Su padre y hermano mayor siempre le recordaban que sería un fracasado, según ellos a lo más que podía aspirar era a trabajar en una gasolinera, viendo pasar coches que jamás podría comprarse.

Como no era el protagonista, Pacey siempre se tenía que conformar con la chica equivocada: profesoras pseudopederastas, esquizofrénicas y otras tantas mujeres disfuncionales conforman su curriculum amoroso. Pacey nunca podría aspirar a robarle la chica al prota ¿o si?

Joey es una mujer de belleza poco común, que unos años más tarde acabará dejándose seducir por la cienciología y su profeta de la eterna sonrisa. El de Pacey y Joey es un amor imposible, porque el mejor amigo del prota no tiene derecho a quedarse con su chica. A lo más que puede aspirar es a que le hagan un spin-off y alli todo gire a su alrededor, con los consabidos cameos de sus antiguos compañeros de reparto.

Pero un día Joey se da cuenta de que detrás de su aparente odio por Pacey se esconde una atracción irrefrenable y nuestro antihéroe conquista a la chica. Su osadía le costará a Pacey la amistad de Dawson y como su historia es imposible los tortolitos tendrán que romper. Él nunca podrá olvidar a la tal Joey, por mucho que en sucesivas temporadas se tire a todas la mujeres que pueda, cuanto más locas mejor.

Pero los guiones de TV, como la vida, a veces son impredecibles. En la última temporada el perdedor Pacey se transforma en un aprendiz de broker y empieza a tener el dinero por castigo. A lomos de su impecable BMW, Pacey surca las calles de Boston, derrochando billetes verdes y visitando casi a diario el Acuario de Nueva Inglaterra en la hora de la comida: le relaja ver especies marinas nadando en el inmenso estanque central.

Su padre y hermano ahora le hacen la pelota, y él no es rencoroso. Lo único que le interesa es mirar hacia delante, porque en el fondo sabía que nunca sería un fracasado, al menos mientras pusiera corazón y pelotas en todo lo que intentaba.

En uno de los actos finales, Pacey y Joey se quedan una noche encerrados en un supermercado. Sin más personajes que ellos, construyen una contundente historia de amor y redención. El nuevo Pacey triunfador se deshace de su estúpida perilla y su pelo para arriba, volviendo a ser el Pacey de siempre: ese lampiño perdedor, despeinado y sarcástico.

Como en el corto de Scorsese "Afeitado Apurado", todo gira en torno a la espuma y la cuchilla. A golpe de filomatic, el viejo Pacey vuelve cual ave fénix resurgiendo de sus cenizas, para recordarnos que por mucho que cambiemos la esencia tiene que perdurar.

Todavía está en el aire como acabará todo, pero ¿a quién le importa? En ocasiones una sola noche justifica una vida y en TV un capítulo soberbio da sentido a seis temporadas de adictiva ñoñería entremezclada con algunos momentos brillantes.

Pacey será recordado como uno de los personaje más muchachescos de la TV, un tipo que no estaba llamado a ser el protagonista, pero que se atrevió a desafiar a todos aquellos que decían que no era lo suficientemente interesante como para tener su propia serie.

viernes, agosto 18, 2006

La Roja de la ÑBA


Mañana empieza un mundial de baloncesto en el que por primera vez España es una seria aspirante al título. Dos hombres tienen la llave para convertirnos de una vez por todas en los más grandes: Pepu Hernández y Pau Gasol.

Los que no pudimos ver las Olimpiadas del 84 y tuvimos que ver las humillaciones de principio de los 90 ante las Angolas o Chinas de turno, no acabamos de creernos que nuestra selección de baloncesto pueda conquistar una medalla en un mundial o juegos olímpicos, sobre todo después del fiasco de Atenas 2004.

Desde el año 2001 la selección ha conseguido alegrarnos el final de verano, viendo como Gasol, Navarro y CIA, se codeaban con los más grandes con el mismo descaro con que se proclamaron campeones del mundo junior en el 99.

El quinteto de la roja se puede recitar de memoria por cualquier aficionado: Calderón, Navarro, Jiménez, Garbajosa y Gasol llevan jugando juntos seis veranos y se entienden como si llevaron haciéndolo toda la vida. Tres de ellos estarán el próximo año en la mejor liga del mundo, los otros dos podrían acompañarles allí sin despeinarse.

Calderón se sabe uno de los mejores bases españoles de la historia. Tras una mediocre primera temporada en Toronto, el extremeño se encuentra en su salsa con la roja puesta. Volverá a poner toda su inteligencia en la pista para guiar al equipo hasta lo más alto.

Navarro se volverá a reivindicar como uno de los mejores europeos que aún juegan en el viejo continente. Su juego, a ratos intermitente, volverá a ser crucial para marcar las diferencias entre un buen equipo y un equipo campeón.

Jiménez, tras un año a la deriva por culpa de los cantos de sirena desde la acera de enfrente, vuelve a ser el señor de los intangibles: un picapedrero de la zona con un careto que no gustará a los metrosexuales, pero sin el que los jugones no podrían lucirse y nuestra selección aspirar a todo.

Decir que Gasol es el mejor baloncestista español de la historia es una perogrullada. Es un lujo que siga viniendo a jugar con la selección, aunque ahora solo sea cada dos años. Pau es un ganador que no se conforma jamás, una mente privilegiada en un cuerpo de Goliat. Al principio no era santo de mi devoción, pero sus ganas de darlo todo con la roja y sus greñas de maratoniano eremita le han convertido en uno de mis favoritos.

Garbajosa es un crack. A sus 28 años el de Torrejón se muda a Toronto a demostrar a los gringos que desde Sabonis no ha habido otro pívot con su visión de juego y lanzamiento exterior. Volverá a decidir partidos y a liderar el equipo en la sombra.

Felipe Reyes, partiendo desde el banquillo, se encargará de mantener el prestigio de la estirpe indomable que el gran Alfonso fundó. Sergio Rodríguez aprovechará su magia para demostrar a los escépticos que tiene talento de sobra para jugar en la NBA. Rudy nos volverá a dejar pasmados con sus destellos y su capacidad para revolucionar choques adversos. Little Gasol se dejará la piel en la cancha para que los japoneses sigan confundiéndole con su hermano. Cabezas y Berni Rodríguez ya han saboreado las mieles del triunfo este año y no se piensan conformar con el típico quinto puesto. Hasta Mumbrú lo dará todo para dejar claro que merece jugar con los demás y volverse a vestir de merengue.

Esta generación es la que creció viendo como Magic, Bird y Jordan cambiaban para siempre el destino del baloncesto. Son los mismos que escuchaban atentos las narraciones de Trecet, Barthe o Montes; pensando que ellos también tenían derecho a estar entre los más grandes. Siguiendo su camino que le ha llevado de los patios de colegio a las canchas de 20.000 espectadores, Pepu Hernández guiará a buen puerto a los de la ÑBA, aprovechando como nadie los recursos de sus jugadores.

Entre los oponentes más fieros estarán el Dream Team descafeinado de Krzyzewski, la Alemania de Nowitzki, los tau-argentinos y los siempre cicateros griegos. No tenemos que tener miedo a ninguno de ellos, hay que romper de una vez la maldición del cruce de cuartos y demostrar que la mejor generación española de la historia merece estar en lo más alto.

miércoles, agosto 02, 2006

Más madera


Indurain fue uno de mis primeros ídolos deportivos. Recuerdo con una sonrisa aquellas míticas etapas del Tour a principios de los 90 mientras el resto de la casa dormía la siesta. El tipo era, y sigue siendo, un auténtico soso, pero, a la vez, era el más grande. Aquellos cinco Tours consecutivos son uno de los hitos más gloriosos del deporte patrio y es muy difícil que alguna vez se igualen por uno de los nuestros.

Miguelón nunca fue un Carpanta de los triunfos de etapa, le gustaba ceder las victorias parciales a los que le ayudaban a subir las cuestas y él siempre fue a su ritmo, sin importarle mucho lo que hicieran los demás. No era un buen escalador, pero era imbatible contra el crono. Él fue el precursor de los campeones españoles sin complejos: Nadal, Alonso, Gasol y demás, tuvieron en su infancia un espejo en el que mirarse y pensar que ellos podían ser tan buenos como cualquiera en el mundo.

Lo que más recuerdo de aquella época es las tardes sin siesta pegado a la tele, aunque la etapa fuera un coñazo. Las noches de Larguero, cuando te contaban que estaban durmiendo en un colegio. Aquellos Giros que coincidían con los exámenes y las primeras tardes libres del verano. Los Tours hacían más soportable el calor y aburrimiento veraniegos.

La penosa última temporada en activo de Indurain nos intentaron vender que Olano era su heredero natural, pero a mí nunca me gusto. Me parecía un sucedáneo de Miguelón, un calzonazos con mucho menos coraje y talento sobre las dos ruedas. Mi nuevo ciclista favorito era italiano y se le conocía como "El Pirata".

La leyenda decía que Pantani era el mejor en la montaña porque odiaba tanto las etapas en alto que se esforzaba al máximo para que se acabaran cuanto antes. Aquel tour del 98 Pantani se subió a la chepa del aparentemente inexpugnable Ullrich y se coronó campeón, convirtiéndose en el primer especialista en la montaña que lo conseguía desde los tiempos de Perico.

Mientras, en la Vuelta, disfrutábamos de nuestro propio Pantani: el genial Chaba Jiménez. El avulense ejercía de Curro Romero del ciclismo, regalándonos victorias épicas en cimas inhóspitas como el Angliru. El Chaba nunca ganaría una gran ronda, pero jamás dejaría que nos aburriéramos en una etapa de montaña. Era un tipo carismático como pocos, al que con facilidad se le perdonaban su irregularidad y falta de ambición.

El amigo que me contó el positivo de Pantani en el Giro fue el mismo que me mandó un SMS el día que murió. El principio del fin de mi afición a este deporte coincidió con la descalificación del Pirata en la ronda italiana. Todos sospechábamos que aquellas míticas victorias en alto no eran sólo fruto de los spaguettis y filetes, pero no esperábamos que le pillaran dopado con la maglia rosa puesta.

Lo que vino a partir de entonces fue el rodillo de Armstrong. El superhombre que había vencido al cancer se convirtió en el máximo exponente del Sueño Americano. Un tipo capaz de derrotar a la muerte y de proclamarse campeón 7 veces en un territorio hostil, pero que cuanto más ganaba más antipático se hacía, hasta llegar a ser insoportable fuera de su país.

Las muertes de Pantani y el Chaba fueron muy tristes para el ciclismo, pero lo peor de todo es que nadie aprendió nada de ellas. El positivo de Landis es una muesca más en la debacle de un deporte que parece incapaz de tocar fondo del todo, aunque sólo sea para volver de una vez a la superficie.

No sé cuanto hace que no veo una etapa del Giro, la Vuelta o el Tour. El ciclismo profesional me da asco. Corredores, mánagers, organizadores, patrocinadores y aficionados tienen las manos manchadas. Todos miran para otro lado mientras se confirman las sospechas de que este deporte está adulterado por todas partes. Lo peor sin duda es que chavales sanos pongan en juego su salud por un puñado de euros.

Todo esto apesta, lo único que puede salvar al ciclismo es que los máximos responsables se replanteen la dureza de las etapas y la duración de la grandes vueltas. Es hora de que la UCI decida si quiere ser la cuna de una cuadrilla de superhombres narcotizados o una federación deportiva seria. Mientras el planteamiento de las etapas no cambie siempre habrá un Eufemiano dispuesto a proporcionar pociones mágicas a los ciclistas.

García: - Indurain: ¿te dopaste alguna vez durante tu carrera deportiva?
Miguelón: - Otro tema, otro tema ...
García: - Pero Miguel, responde, que te esta oyendo toda España.
Miguelón: - Otro tema, otro tema ...

Aquellas tardes frente a la tele estuvieron muy bien, pero yo al menos prefiero que la próxima vez que le pregunten esto a un campeonísimo del Tour pueda decir alto y claro: NO.