miércoles, agosto 02, 2006

Más madera


Indurain fue uno de mis primeros ídolos deportivos. Recuerdo con una sonrisa aquellas míticas etapas del Tour a principios de los 90 mientras el resto de la casa dormía la siesta. El tipo era, y sigue siendo, un auténtico soso, pero, a la vez, era el más grande. Aquellos cinco Tours consecutivos son uno de los hitos más gloriosos del deporte patrio y es muy difícil que alguna vez se igualen por uno de los nuestros.

Miguelón nunca fue un Carpanta de los triunfos de etapa, le gustaba ceder las victorias parciales a los que le ayudaban a subir las cuestas y él siempre fue a su ritmo, sin importarle mucho lo que hicieran los demás. No era un buen escalador, pero era imbatible contra el crono. Él fue el precursor de los campeones españoles sin complejos: Nadal, Alonso, Gasol y demás, tuvieron en su infancia un espejo en el que mirarse y pensar que ellos podían ser tan buenos como cualquiera en el mundo.

Lo que más recuerdo de aquella época es las tardes sin siesta pegado a la tele, aunque la etapa fuera un coñazo. Las noches de Larguero, cuando te contaban que estaban durmiendo en un colegio. Aquellos Giros que coincidían con los exámenes y las primeras tardes libres del verano. Los Tours hacían más soportable el calor y aburrimiento veraniegos.

La penosa última temporada en activo de Indurain nos intentaron vender que Olano era su heredero natural, pero a mí nunca me gusto. Me parecía un sucedáneo de Miguelón, un calzonazos con mucho menos coraje y talento sobre las dos ruedas. Mi nuevo ciclista favorito era italiano y se le conocía como "El Pirata".

La leyenda decía que Pantani era el mejor en la montaña porque odiaba tanto las etapas en alto que se esforzaba al máximo para que se acabaran cuanto antes. Aquel tour del 98 Pantani se subió a la chepa del aparentemente inexpugnable Ullrich y se coronó campeón, convirtiéndose en el primer especialista en la montaña que lo conseguía desde los tiempos de Perico.

Mientras, en la Vuelta, disfrutábamos de nuestro propio Pantani: el genial Chaba Jiménez. El avulense ejercía de Curro Romero del ciclismo, regalándonos victorias épicas en cimas inhóspitas como el Angliru. El Chaba nunca ganaría una gran ronda, pero jamás dejaría que nos aburriéramos en una etapa de montaña. Era un tipo carismático como pocos, al que con facilidad se le perdonaban su irregularidad y falta de ambición.

El amigo que me contó el positivo de Pantani en el Giro fue el mismo que me mandó un SMS el día que murió. El principio del fin de mi afición a este deporte coincidió con la descalificación del Pirata en la ronda italiana. Todos sospechábamos que aquellas míticas victorias en alto no eran sólo fruto de los spaguettis y filetes, pero no esperábamos que le pillaran dopado con la maglia rosa puesta.

Lo que vino a partir de entonces fue el rodillo de Armstrong. El superhombre que había vencido al cancer se convirtió en el máximo exponente del Sueño Americano. Un tipo capaz de derrotar a la muerte y de proclamarse campeón 7 veces en un territorio hostil, pero que cuanto más ganaba más antipático se hacía, hasta llegar a ser insoportable fuera de su país.

Las muertes de Pantani y el Chaba fueron muy tristes para el ciclismo, pero lo peor de todo es que nadie aprendió nada de ellas. El positivo de Landis es una muesca más en la debacle de un deporte que parece incapaz de tocar fondo del todo, aunque sólo sea para volver de una vez a la superficie.

No sé cuanto hace que no veo una etapa del Giro, la Vuelta o el Tour. El ciclismo profesional me da asco. Corredores, mánagers, organizadores, patrocinadores y aficionados tienen las manos manchadas. Todos miran para otro lado mientras se confirman las sospechas de que este deporte está adulterado por todas partes. Lo peor sin duda es que chavales sanos pongan en juego su salud por un puñado de euros.

Todo esto apesta, lo único que puede salvar al ciclismo es que los máximos responsables se replanteen la dureza de las etapas y la duración de la grandes vueltas. Es hora de que la UCI decida si quiere ser la cuna de una cuadrilla de superhombres narcotizados o una federación deportiva seria. Mientras el planteamiento de las etapas no cambie siempre habrá un Eufemiano dispuesto a proporcionar pociones mágicas a los ciclistas.

García: - Indurain: ¿te dopaste alguna vez durante tu carrera deportiva?
Miguelón: - Otro tema, otro tema ...
García: - Pero Miguel, responde, que te esta oyendo toda España.
Miguelón: - Otro tema, otro tema ...

Aquellas tardes frente a la tele estuvieron muy bien, pero yo al menos prefiero que la próxima vez que le pregunten esto a un campeonísimo del Tour pueda decir alto y claro: NO.

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