miércoles, julio 26, 2006

Respuestas polvorientas


La película "Pregúntale al polvo" es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de John Fante, el padre literario de Charles Bukowski. Fante y Buk son las dos caras de la moneda del Realismo Sucio. Cuando el viejo zorro alcanzó la fama, se encargó de que todo el mundo supiera quién era Fante y por qué le consideraba uno de sus escritores favoritos.

"Factotum" y "Pregúntale al polvo" tienen mucho en común: un protagonista perdedor que se empeña en escribir contra viento y marea, mujeres malditas capaces de crear un universo propio y una atmósfera rancia, en la que el tiempo pasa más despacio.

El protagonista, Arturo Bandini, es un Chinaski sin alcohol. Colin Farrell no acaba de hacer creíble el papel, tal vez porque ahora sabemos que bajo su apariencia de chico malo irlandés en realidad se esconde un niño bien de los que nunca tuvo que pelear por nada. Farrell consigue en la película que contemos los segundos para que vuelva a aparecer la auténtica protagonista: Salma Hayek.

Parece que durante su adolescencia Salmita vivía acomplejada por su estatura y escaso desarrollo corporal. Bajita, plana y poquita cosa; la joven Salma se encomendó al divino para que le ayudara a convertirse en la voluptuosa ninfa que hoy conocemos. En realidad nadie sabe a ciencia cierta que proporción de sus curvas son obra del bisturí, pero no es algo que importe demasiado.

El de Camila es un personaje en el que la Hayek encaja como un guante. Resulta imposible pensar en otra mejor para reencarnarse en la camarera mexicana, orgullosa, pobre y tenaz que mantiene una intermitente y tormentosa relación con Baldini, robándole el protagonismo a Farrell en cada fotograma.

Cuando leí "Pregúntale al Polvo" me decepcionó, esperaba algo más del inspirador de Buk. La película me ha gustado, porque, a pesar de en ocasiones ser lenta y farragosa, destila el aroma inconfundible de esos clásicos independientes sostenidos por una interpretación genial, en este caso, de la siempre sensual y esta vez magnífica intérprete: Salma Hayek.

lunes, julio 10, 2006

Un muchacho en la tierra de los Celtics

Lo primero que te encuentras al llegar a USA es un control de pasaportes parecido al que le hacían al joven Vito Corleone cuando llegaba a Ellis Island en el Padrino II. Mientras esperas la media hora de cola no haces más que pensar en que, si tu maleta ha llegado hasta allí, llevara un buen rato dando vueltas en la cinta de equipajes.

A Boston se la conoce como la Atenas de América, por las prestigiosas universidades que la rodean y por ser pionera en su país a la hora de implantar cambios sociales y culturales. De aquí salieron los Kennedy y, además, el estado de Massachussets siempre ha sido un bastión demócrata.

Lo que más llama la atención en estas tierras es el color verde: está por todas partes. La ciudad está rodeada de inmensos bosques, la mayoría de los carteles son verdes y es el color favorito en la vestimenta de la gente. Semejante despliegue es producto de la tradición irlandesa sobre la ciudad y tal vez algo de culpa también tendrán los Celtics.

El equipo bandera de la ciudad son los Boston Red Sox, que desde su añejo estadio de Fenway Park gobiernan con mano dura el corazón deportivo de la ciudad. Las gorras con la B típica de los Medias Rojas están en la mayoría de las cabezas de los Bostonianos. Los niños visten camisetas con el nombre y número de tipos como Varitek, Coco, Ortiz o González. Los latinos son los grandes dominadores de este deporte, que no entiendo, pero que cuando te acostumbras a verlo todo el día en la tele hasta tiene cierta gracia.

¿Y que pasa con los Celtics? Pues que hace 20 años que no ganan un anillo y aunque sean el equipo más legendario de la historia del baloncesto, la gente tiene una memoria volátil y se acaban hartando de la mediocridad de un equipo siempre a la deriva.

Los Celtics están casi a la par que los New England Patriots de la NFL en cuanto a popularidad, y ambos son infinitamente más importantes por aquí que los Boston Bruins, que por lo visto juegan al Hockey en la cancha de los Celtics.

El Banknorth Garden, antes conocido como Fleet Center, es el feudo de los Celtics. Está edificado sobre una estación de tren y nada más entrar allí te preguntas qué habrá sido del mítico Boston Garden y por qué no indultaron a semejante catedral del baloncesto.

Lo que más me ha sorprendido ha sido que los habitantes de estas tierras están muy interesados en el Mundial. Aprovechando la diferencia horaria, he visto la prorroga de la final en “The Cheesecake Factory”, probablemente el sitio con mayor variedad de tartas de queso de todo Massachussets.

La gente que poblaba el local se ha ganado mi respeto y admiración cuando han aplaudido a rabiar la expulsión de Zidane. El ambiente antigabacho era genuino, como debería ser en España; además, si eres tan tonto como para darle un cabezazo a un contrario en plena final del mundial, mereces el escarnio de todo bicho viviente sobre la faz de la tierra.

Pocos minutos después de que el gran Lippi se proclamara campeón del mundo, el camarero que me atendía me ha preguntado que con quien iba y le he contestado que siendo español, por supuesto con Italia. El tipo me ha contestado que era italiano, pero supongo que lo diría por sus antepasados, porque viéndole la jeta y oyéndole hablar, a mí me recordaba mucho más a Justin Timberlake que a Gattuso.

Es curioso lo que el mestizaje ha dado de sí por aquí, los británicos son unos tristones en comparación con los yankees que me estoy encontrado. Supongo que el clima hace mucho y también la lacra de que unos tipos que una vez fueron parte de tu imperio ahora dominan el mundo a su antojo.

Hay ratos en que te sientes como Alfredo Landa en una de esas películas que hacía con suecas en los 60, aquí hasta que no abres la boca no sospechan que eres extranjero, así que de primeras te hablan a velocidad nativa y utilizando todo tipo de endiabladas contracciones. Los camareros tienen unas 500 formas distintas de preguntarte si la comida está a tu gusto, y te lo preguntan 4 o 5 veces por comida, porque su sueldo es paupérrimo y la propina les va en ello.

Las casas son como las de “Aquellos Maravillosos Años”: cubiertas de un material blanco que no sé qué es, enorme jardín con canasta incorporada, distancia de seguridad con las viviendas de los vecinos … Utilizan en el coche hasta para ir al retrete y el transporte público es tercermundista.

Tal vez lo mejor por aquí sea la televisión: ponen Seinfeld tres veces al día y está tan arraigado en la cultura popular que la referencias a chascarrillos de alguno de sus capítulos son constantes. También destaca la HBO, que sólo pone series de calidad (una pena que Los Soprano estén descansando) y películas recientes.

Con tanto rollo celta es inevitable algo de nostalgia de Sanxenxo 2004 y Gales 2005. Esta claro que este sitio no es un país celta, pero sí que se esfuerzan para que no se pierda la herencia irlandesa y lo mejor que se puede hacer para apoyarles es beberse una pinta de Murphy en uno de los pubs que abundan en la ciudad.

Me voy a quedar con las ganas de ver las camisetas retiradas en la cancha de los Celtics, y es que antes que acérrimo seguidor de los Lakers soy mitómano y los de verde siguen siendo la mayor leyenda del baloncesto. Una pena que al final no eligieran a Sergio Rodriguez en el draft de este año.

Hace un mes veía empezar el mundial en las afueras de Cambridge y hoy lo he visto acabar a escasa distancia de otra Cambridge: la de “El Indomable Hill Hunting”, Harvard y el MIT. En este mes se ha vuelto a confirmar que nuestra selección de fútbol es puro humo y que los italianos, con sus chanchullos, su fútbol amarrete y un entrenador aparentemente acabado, ya tienen cuatro mundiales más que nosotros.

lunes, julio 03, 2006

Sosias


"13.99 euros" es uno de esos libros que se cruzan contigo en una de esas librerías de cabecera. Su autor es un tal Frederic Beigbeder, francés para más señas. El libro nos adentra en el mundo de la publicidad de la mano de un creativo obsesionado por escribir un libro incendiario para que le despidan de un trabajo que odia.

Esta novela tiene claras influencias de "American Psycho" y "Trainspotting". De la ultraviolenta novela de Easton Ellis toma el nihilismo y el aparente éxito profesional del psicopata protagonista. De Trainspotting toma prestado el surrealismo y la recurrente narcodependencia.

Se trata de uno de esos libros que se lee del tirón pero no deja poso, el universo franchute que rodea al personaje se hace insoportable por momentos, pero merece la pena leerlo por los momentos inspirados del escritor, capaz de inventarse islas fantasmas en las que famosos fallecidos en sospechosas circunstancias combaten el aburrimiento sodomizándose unos a otros.

El tal Beigdeber es uno de esos "modernos", que diría Boyero, pero también es de lo más original que he leído ultimamente: esta claro que me van las historias de tipos excesivos. "13.99 €" esta llena de pasotes y de tiburones publicitarios que nos quieren lavar el cerebro con sus spots, en los que el mundo parece perfecto y la felicidad se alcanza con la compra del producto anunciado.

Vivimos tiempos multimedia hiperpublicitados, puede que después de leer este libro se entienda mejor el sector que comercia con nuestros deseos, según parece la Felicidad es una exclusiva de Nestle, que tiene la patente y no nos la quiere devolver a menos que compremos sus productos.