sábado, enero 27, 2007

How're you doing? Nada nuevo bajo el sol


Estas líneas las escribe un Muchacho al otro lado del Océano para confirmar que sigue vivo y que ya nieva menos, en concreto dejó de nevar el mismo día que empezó, lo que si que hace es un frío gélido que se te cala por los huesos y no te deja permanecer en la calle durante más de 10 minutos. Creo que ayer estuvimos por debajo de la barrera psicológica de los -20º.

Ha sido una semana de pocas horas de sueño y no precisamente por estar fiesteando. El sistema de refrigeración poseído por los espíritus apaches del jefe Massachussets siguió dando por culo las tres noches siguientes. Los intentos de arreglar el aparato o cambiar de habitación fueron infructuosos, así que, como cabía esperar, mi estado de mal humor ha ido en aumento, como pasa siempre que duermo mal varios días seguidos. Por suerte, he sabido mantener el perfil bajo en todo momento y apenas se ha notado.

Ahora me encuentro en la planta 12 de un hotel situado frente al Atlántico y al aeropuerto de Boston, las calles están desiertas por el frío y porque es bastante pronto. He madrugado por pura inercia, pero ha sido un lujo dormir 8 horas seguidas.

Por aquí en estos momentos el deporte rey es el baloncesto universitario, los yankees viven con auténtica pasión estos partidillos en los que son capaces de juntar a más de 10.000 personas, rigurosamente ataviadas con los colores de la universidad de turno. Es inevitable pensar lo que sería esto en España, me imagino al equipo de baloncesto de la Politécnica enfrentándose a los de la Alfonso Equis (Universidad Porno de Madrid) en el Villanueva de la Cañada Arena, con las de odontología de las fotos en cueros haciendo de animadoras.

Lo mejor de este país es sin duda la tele. El otro día hubo un momento de la noche en el que echaban a la vez “Seinfeld”, “Futurama”, “Padre de Familia”, “Los Soprano” y un Spurs- Rockets en directo. Da gusto poder ver 6 o 7 partidos de la NBA a la semana por la patilla y con equipos en los que no necesariamente juegan españoles. En las noticias deportivas no hacen más que hablar de los Suns y los Mavericks. Salvo sorpresa el MVP será otra vez para Nash y estos dos equipos se jugarán el anillo en la final del Oeste.

Las nominaciones a los Oscars me han pillado esta vez por estas tierras, ya habrá tiempo de hacer quinielas. En mis tiempos de estudiante universitario uno de los momentos más agradables de los exámenes de febrero era poder ver en directo, a eso de las 2.30 de la tarde la lectura de los candidatos. Con su nominación, Penélope Cruz se ha acabado de coronar por estas tierras, aunque para mí siempre estará bajo sospecha por su rifi-rafe con el Boxeador.

Lamento no tener muchas anécdotas que contar, he pasado la mayor parte del tiempo encerrado recibiendo cursos y más cursos, sujetando la bandera española frente a todo tipo de inclemencias meteorológicas. Mirando por la ventana vuelvo a ver volando una sospechosa pelusilla blanca: Señor F., Señor Fo. veniros aquí con vuestras tablillas, que en mi habitación caben al menos 3 Muchachos más.

martes, enero 23, 2007

Palos, palitos y palotes


Llegas al otro lado del charco y te encuentras que caen unas cosas blancas del cielo, parece pelusilla, pero a tu lado alguien te confirma que es nieve. Por primera vez desde hace tiempo estás por debajo de la barrera psicológica de los 0º.

Desempolvas tu vieja bufanda que nunca utilizas en Madrid y rescatas de tus bolsillos esos entrañables guantes de botellón que tanto juego te dieron en aquellas noches inolvidables en el parque Juan Bravo.

Pasas de -7º a los 20º de la furgonetilla que te lleva al hotel del Massachussets profundo en el que pernoctaras las cuatro próximas noches. Tanto cambio de temperatura no puede ser bueno para la salud, al menos para la tuya. Le pides a Dios que te conceda una semana más, lo justo para poder ver en directo a los Lakers contra los Celtics.

Al llegar al hotel te encuentras un grupo de gente internacional que parece la K-Force, todos parecen conocerse más de lo que tú los conoces a ellos. Apuestas contigo mismo que antes de que acabe la semana estarás bebiendo pintas con ellos y contándoles mentiras hiperbólicas sobre tu país.

Adentrándote en lo profundo de la nieve, consigues llegar a una posada en la que unos simpáticos camareros, altamente motivados por la propina que les darás, te traen unos calamares que no saben como los de la Plaza Mayor.

Vuelves al hotel y te enfrentas al jet lag con una buena dosis de televisión: Seinfeld, Padre de Familia y el anuncio de los capítulos finales de los Soprano, que te recuerdan que ya queda menos para abril, la época del deshielo.

Te vas al sobre y cuando ya estas sopa un extraño ruido te despierta. Se trata de la calefacción que habías apagado concienzudamente. Consigues pegar ojo de mala manera y a eso de las 3 de mañana (9 en España) la puta calefacción te desvela para toda la noche. Sospechas que el hotel en el que duermes se edificó sobre un antiguo cementerio indio y que los espíritus te harán pagar todo el sufrimiento que su pueblo ha padecido desde que tu asimilado compatriota Colón descubrió América.

Después de comer gotelé durante horas, te decides a levantarte, le haces una foto al paisaje que ves desde la ventana y te preguntas: Aquí se puede esquiar, ¿por qué no le habré pedido al Señor F. sus flamantes tablas, palos y palotes?


domingo, enero 21, 2007

El año que trafiqué con los Lakers



#17 Andrew Bynum

El debutante más joven de la historia de la NBA está llamado a ser el heredero de la estirpe de pívots legendarios que han lucido la camiseta púrpura y oro. Esta temporada se ha hecho un hueco en el quinteto titular y seguirá aplicando en la cancha las enseñanzas de su gurú Kareem. Sin duda, uno de los centers con más futuro de toda la competición.

#7 Lamar Odom

El jugador favorito de Daimiel se ha conjurado este año para hacer una temporada espectacular y así poder dedicársela a su hijo recién nacido que murió el verano pasado. Si se recupera bien de las lesiones, puede ser el mejor escudero posible para Kobe y el vértice perfecto para el triángulo ofensivo del tío Phil, que cada vez que le ve no puede evitar acordarse de un tal Scottie Pippen.

#4 Luke Walton

El hijo de Bill Walton se ha ganado un puesto en el quinteto inicial y cada vez es más importante para el equipo. Supo alejarse a tiempo de la senda de la perdición a la que estuvieron a punto de conducirle las malas compañías femeninas. Está dispuesto a devolverle a los Lakers lo que su padre les quitó en los 70 y los 80. Sueña con que algún día su foto este colgada junto a la de su progenitor en el Hall of the Fame.

#24 Kobe Bryant

A sus 28 años, el mejor jugador de la liga lleva ya más de una década en la NBA y no ve la hora de volver a ganar un anillo. La mística del 24 le ha convertido en el que más camisetas vende y le ha liberado de parte del peso del equipo, que ahora comparte con unos cuantos más. No descansará hasta que consiga el MVP y pueda restregarle su éxito a los que alguna vez dudaron de él.

#1 Smush Parker

El año pasado Phil Jackson se sacó de la manga a esta reencarnación de Ron Harper, que de ser un completo desconocido sin hueco en la NBA, pasó a tomar las riendas de los Lakers. Un base sin ansias de balón, al que no le importa su rol secundario, siempre que, cuando nadie se lo espera, pueda deslumbrarnos con sus destellos de calidad.

#54 Kwarme Brown

El hombre de las manos pequeñas se ha reencontrado consigo mismo en L.A. Phil Jackson le ha recuperado como jugador y como persona. Al fin se parece a un poco al jugador que prometía cuando los Wizards de Jordan le eligieron con el número 1 en el draft de Gasol.

#43 Brian Cook

Titular en ausencia de Odom, este discípulo de Terry “Foreman” Mills le está perdiendo, poco a poco, el miedo a la pintura y se está convirtiendo en una pieza importante en el engranaje de los angelinos. Junto con Walton, forma parte de ese duo de rookies que vivieron en sus carnes el descalabro de la “Comunidad de Anillo” en el 2004.

#6 Maurice Evans

Este trotamundos ha aterrizado en Los Angeles como uno de los fichajes clave de los Lakers. Su rol consiste en dar algo de descanso a Kobe y echarle una mano en tareas ofensivas, sin hacer mucho ruido pero clavándolas donde más duele.

#5 Jordan Farmar

Orejudo rookie venido de la vecina UCLA. Es la clase de playmaker puro que cualquier equipo necesita para mejorar la circulación de la bola en los momentos importantes. Phil Jackson le está dando muchos minutos, sabedor de que en los próximos años se convertirá en un jugador fundamental para los Lakers.

#2 Aaron McKie

Aporta grandes dosis de veteranía a un equipo muy joven, en el que ejerce de padre espiritual y recitador de frases lúcidas en las ruedas de prensa. Llegado desde la costa Este, ha venido a cerrar una inteligente carrera deportiva a la luz de los flashes hollywoodienses y cobijado bajo la sombra de Jack Nicholson. Futuro miembro del staff técnico.

#31 Chris Mihm

El “sustituto” natural de Shaq está pasando un calvario de lesiones que le están dejando toda la temporada en blanco, viendo desde la grada como Bynum, Brown y Turiaf hacen que nadie se acuerde de él. Más pronto que tarde acabará saliendo del equipo.

#10 Vladimir Radmanovic

El balcánico eligió para cambiar de acera una de las pocas temporadas en la que los Clippers acabaron por encima de los Lakers. Su look de naufrago no le ha dado demasiada suerte y está siendo mucho menos importante de lo que se esperaba cuando firmó un contrato millonario con los de la fiebre amarilla. Como la psicología del Maestro Zen no consiga rehabilitarle, se convertirá en una codiciada moneda de cambio.

#21 Ronny Turiaf

Este francés de la Martinica es uno de los favoritos de Phil Jackson, porque, aunque no tiene mucha calidad, siempre lo da todo sobre el parquet. El año pasado tuvo que pasar por el quirófano para operarse de lo de Robert Horry y lo de Karanka, por lo que se perdió su temporada de rookie. Los Lakers no dudaron en renovarle y este año se lo está agradeciendo a base de esos intangibles que todo equipo necesita para ganar partidos.

#18 Sasha Vujacic

El esloveno está perdiendo mucho protagonismo esta temporada. Farmar, Parker y Evans se están comiendo sus minutos. Empieza a pensar en cruzar el charco de nuevo, le han llegado noticias de un equipo de la Costa Brava en el que pagan bien y podría vivir como un rey.

#3 Shammond Williams

Un hombre enamorado que decidió cruzar el Atlántico, cambiando un Barça en el que era una figura por unos Lakers en los que es el último mono. Su novia cheerleader de los Heat merece eso y mucho más. Todo un ejemplo en la cancha y fuera de ella.

sábado, enero 20, 2007

Pequeña obra maestra


Las autopistas americanas están asfaltadas con celuloide, los carteles verdes y los lemas estatales de las matrículas nos anuncian que la vida es una road movie en la que cada noche pararemos en un motel de carretera, de esos en los que puedes aparcar en la puerta y las paredes son de usar y tirar.

"Pequeña Miss Sunshine" es la historia de una familia disfuncional que empuja la furgoneta de un destino fatídico y sensacional. En el camino vivirán decepciones, peripecias estrafalarias y perderán lo poco que les queda. Cuando peor están las cosas le echarán un par de huevos, lloraran, reirán y permanecerán unidos por los lazos invisibles de los abrazos de la niña protagonista.

En una sociedad en la que parece que siempre tiene que haber vencedores y vencidos, esta película nos vuelve a recordar que, por muchos dolares que haya en juego, al final lo más importante es no dejar de ser uno mismo.

Que bueno es el cine independiente americano cuando es bueno ... y viceversa.

viernes, enero 19, 2007

Burdeles de San Petersburgo


No es fácil ser número 1 del draft de la NBA, no es fácil que te elijan y tampoco es sencillo vivir con ello. Aunque pueda sonar frívolo, lo que más echo de menos de menos de mi vida anterior son los burdeles de San Petersburgo.

No, no soy ruso. Esta pequeña confidencia está dedicada a los amantes del baloncesto, que seguro que sospechan quien soy, para el resto seré simplemente un jugador europeo haciendo las Américas.

Wilt Chamberlain fue uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. Entre sus cientos de records hay dos que llaman la atención: El primero es que este crack una noche fue capaz de meter él solito 100 puntos en un partido y, el segundo, que durante su carrera deportiva conoció - en el sentido bíblico - a más de 10.000 mujeres.

Cuando era tan solo un chaval y me hablaron de estos dos hitos, pensé que no podía ser casualidad, que tenía que haber una relación entre meter dentro de la cancha y meter fuera de ella.

Así que con apenas 10 añitos probé el efecto Chamberlain. A diferencia de muchos prepuberes, no recurrí al sexo de pago para estrenarme, sino que engañé a una chica de mi pueblo para empezar jugando a los médicos y acabar haciendo una autopsia a nuestra virginidad. Como soy un caballero, solo diré que mi primera vez fue tan accidentada como consentida por ambas partes.

En el siguiente partido de la liga infantil anoté 30 de los 35 puntos de mi equipo, capturé 15 rebotes y regalé 2 asistencias. No es que cuando era virgen fuera un paquete, pero está claro que en mi carrera siempre habrá un antes y un después de probar del sexo.

A partir de entonces no todo fue un camino de rosas, para poder mantener mis números en la cancha y en la cama, tuve que buscarme la vida con chicas fáciles que me dejaran explorar sus cuerpos y sus almas. Pasé épocas de vacas flacas, en las que estuve a punto de dejar el mundo de la canasta arrastrando además una precoz adicción al sexo.

Con más pena que gloria, me las arreglé para que me convocaran para uno de esos campeonatos europeos juveniles, la sede era la ciudad de San Petersburgo, antes conocida como Leningrado.
Y allí estaba yo, con apenas 17 años, saliendo de mi país por primera vez, decidido a darlo todo en un torneo en el que se había anunciado la presencia de ojeadores de la NBA, el sueño de cualquier jugador de baloncesto.

En la primera fase me harté a chupar banquillo, el entrenador no contaba conmigo y me dediqué a leer a Tolstoi, Dostoievski y otros clásicos de la tierra, que me enseñaron que la verdadera derrota está en la autocompasión.

La noche antes del cruce de cuartos, monté una fiestecilla con otros dos piezas de mi equipo. El vodka regó a tope nuestros gaznates y, casi sin darnos cuenta, acabamos en uno de los clubes de alterne de la ciudad. Allí nuestros euros parecían lingotes de oro y en pocos minutos acabé cruzando la madrugada entre los pechos y las nalgas de dos bellezas rusas que respondían a los nombres de Svetlana y Alina.

Aquel ratillo me hizo sentir como Javier Bardem en "Huevos de Oro", ya saben, cuando se lo monta con Maribel Verdú y Maria de Medeiros. He de reconocer que hubo algunos momentos estresantes, pero las chicas fueron encantadoras, me hicieron sentir como en casa y me liberaron de toda presión por falta de rendimiento.

Al partido de cuartos llegué echo mixtos, estuve a punto de ponerme las gafas de sol en el banquillo. Como pasa siempre en estos casos, el titular se lesionó y me tocó salir a la cancha. Al principio mi actuación fue lamentable, pero como no había mucho más donde elegir seguí jugando hasta el final.

Mi entrenador me gritaba de todo desde la banda, lo más suave fue que era la vergüenza de mi país. Algo se encendió en mí con esas palabras, concretamente el recuerdo de la noche anterior. La sonrisa de Magic Johnson se me dibujó en la cara y el espíritu de Wilt Chamberlain se apoderó de mi juego.

Mis 20 puntos y 7 rebotes en el último cuarto nos catapultaron a una victoria sin paliativos. Me había ganado un puesto de titular y, aunque no ganamos el campeonato, fui elegido mejor jugador del torneo. Había nacido una estrella y un aficionado al sexo en grupo.

Desde aquel mítico campeonato, todo cambió para mí, me convertí en la gran promesa baloncestística de mi país y me llovían las mujeres por todas partes, pero por alguna extraña razón, no lograba olvidar a aquellas mujeres de San Petersburgo.

Los avatares de la Liga Europea me llevaron de nuevo a la madre Rusia y, al más puro estilo Bergkamp, decidí hacer el viaje en tren. La excusa oficial era hacer ese interrail que nunca tuve, la realidad era poder hacer una escala técnica en San Petersburgo.

Esta vez pasé la noche con Nadia y Natasha. Me noté mucho más suelto, viviendo el momento de la misma forma que en la cancha disfrutaba cuando metía un triple o daba una asistencia mirando al tendido.

Aquella fue la segunda de una larga lista de visitas a esta ciudad de belleza incomparable, el lugar que los zares eligieron para imitar lo mejor de la arquitectura de otras ciudades europeas y que los regímenes soviéticos respetaron, sabedores de que la magnificencia de aquel sitio iba mucho más allá del tiempo y la política.

Mi compromiso con los locales de alterne de San Petersburgo era total, hasta tal punto que decidí que allí sería el único sitio en el que pagaría. El resto me empezaron a parecer sucios e indecentes, supongo que era una más de las manías de divo que se iban apoderando de mí.

La lotería del draft me llevó a una ciudad oscura y fría del Norte Americano. Desde el principio el equipo intentó que me adaptara cuanto antes. En USA se cuida mucho la salud sexual de los deportistas y hay toda clase de personal que se ocupa de proporcionarte de todo lo que necesites. Allí todo es a lo grande: los refrescos, las comidas, las casas, los coches, las orgías ... pero a la vez todo parece artificial, sin la trastienda de la esencia milenaria del viejo continente.

En el avión del equipo siempre viajan unas cuantas aspirantes a animadoras, dispuestas a relajarnos durante los viajes. Hace poco leí que la mujer de Kirilenko le había dado luz verde para que el rubio de los Jazz le fuera infiel unas cuantas veces durante cada temporada. Solo una mujer rusa podía ser capaz de dejar a un lado lado los convencionalismos imperantes y negarse a mirar para otro lado con la boca cerrada.

Allí vivo muy bien y, poco a poco, me estoy ganando un lugar entre los grandes. Pero en mis noches solitarias de hotel, visito en sueños los burdeles de San Petersburgo, con la misma ilusión de aquel niño que aprendió a botar la pelota para poder encestar su primera canasta en carrera.

jueves, enero 18, 2007

Doctora Quinn


Poco después de comenzar mis días de becario en un zulo de una "gran" empresa de nuestro país, un gerente venido del frío se dignó a hacer una visita a nuestra oscura mazmorra, y mientras nos soltaba una charla hizo mención a esa doctora de la tele que parecía capaz de solucionar todos los problemas de la vida.

- ¿Cómo se llamaba esa serie?, que ya no me acuerdo.
- La Doctora Quinn - Me atreví a decir yo, para sorpresa de mis inmediatos superiores.

Es innegable la fascinación que despiertan algunas galenas, tanto en las series televisivas como en la vida real. No hay más que encender la caja tonta de vez en cuando para cruzarse con una de estas sanadoras, seguramente en alguna de las muchas series de hospitales que inundan las pantallas de nuestros televisores.

Para cerrar el ciclo encubierto de actrices nacidas en el 79, hoy tenemos entre nosotros a Jennifer Morrison, que interpreta cada martes a la tierna y eficaz doctora Allison Cameron en la serie "House".

Esta atractiva doctora televisiva nació en Chicago y, como buena hija de profesor, siempre fue una estudiante modelo. Miembro destacada del equipo de animadoras de su High School, se rumorea que estuvo a punto de ser reina del baile y todos esos honores de los que tanto hemos oído hablar en los culebrones de adolescentes americanos, que tanto marcaron a fuego nuestra pubertad.

Cuando tenía unos diez años compartió portada de Sports Illustrated con el mismísimo Michael Jordan, toda una premonición para la fulgurante carrera de esta estudiante de la Universidad de Loyola, donde se graduó en la especialidad de teatro.

Desde el comienzo del milenio Jenny ha aparecido en unas cuantas series, a parte de "House" la más interesante tal vez sea "Dawson Crece" y hasta le han dado unos cuantos papeles en el cine. Habrá quien la recuerde como una de las ayudantes de Angelina Jolie en "Sr y Sra Smith".

Según un interesantísimo estudio antropológico que salió a la luz la semana pasada, los hombres no las prefieren rubias ni morenas, sino esbeltas. Jennifer Morrison es una de esas bellezas menudas, con escasas curvas y de rostro angelical, que esconden infinitos quebrantos tras su apacible sonrisa.

Esta modosita doctora seguirá unas cuantas temporadas dando su dulce réplica al recalcitrante House, con la esperanza de no encasillarse demasiado y demostrar que hay vida más allá de las series de médicos.

miércoles, enero 17, 2007

Cruzar la línea


El Kazajo Borat se infiltró en el corazón de la América profunda para aprender dónde reside la grandeza del país más poderoso del mundo. El resultado es un falso documental en el que este bigotudo, a lomos de su furgoneta de los helados, explora una cultura tan preeminente como decadente, volviendo a casa por Navidad con la banda sonora de "Cowboy de Medianoche" y un nuevo orificio vital.

Durante toda la cinta, el funambulista bigotón pasea sobre esa delgada línea negra que separa lo gracioso de lo desagradable. "Borat" esconde tantas carcajadas como momentos en los que es obligado mirar para otro lado. Este Paco Martínez Soria del siglo XXI se ha coronado con una película que ha levantado ampollas entre los yankees y los kazajos.

En la tierra de lo políticamente correcto, da gusto ver como Borat pone a prueba la paciencia norteamericana y el asco que les da a algunos de ellos que el bigotudo les salude con dos besos en las mejillas. De momento, su protagonista se ha llevado el Globo de Oro al mejor actor de comedia, por una gamberrada que bien podría haber firmado Manolo Summers en sus años dorados.

La Dulcinea de Borat es Pamela Anderson que protagoniza una genial escena del final, en la que no sabemos si está actuando o lo que vemos es un pedazo de la realidad, algo que ocurre a menudo durante toda la película.

Se impone echar un vistazo a este pseudo-documental y, si puede ser, en versión original. Aunque a ratos sea un poco cruel, es un fiel reflejo de las luces y sombras que implica la inmersión cultural. Esos atrasados kazajos son como nosotros hace treinta años y, como sigamos por este globalizado camino, acabaremos siendo tan hipocritamente tontos como los yankees.

martes, enero 16, 2007

Hasta en la sopa


"Una vez estuve de vacaciones en las islas vírgenes. Conocí a una chica. Comimos langosta y bebimos piña colada. Al atardecer hicimos el amor como nutrias marinas. Ese fue un día bastante bueno. ¿Por qué no puedo tener ese día una vez y otra y otra ...?"

Bill Murray en "El Día de la Marmota", también conocida como "Atrapado en el tiempo"

Mis padres siempre pensaron que era importante que aprendiera idiomas desde pequeño. En la EGB no se empezaba a estudiar inglés hasta sexto curso, así que desde los 7 a los 17 estuve yendo a clases en academia.

Cuando tenía unos 15 empecé a ir a una que estaba fuera de mi barrio, allí coincidí con unas cuantas chicas, que en conjunto daban una proporción de féminas muy superior a la que yo estaba acostumbrado en mi supuestamente mixto colegio.

Con lo lechón que era por aquella época, estaba desbordado ante tamaña variedad de féminas. Las había rubias, morenas, pelirrojas, altas, bajas, de mi edad, mayores, guapas, feas ... Era difícil quedarse con una sola, más que nada porque no había ninguna que fuera especialmente deslumbrante.

A la salida de una de esas clases, acompañé al bus a una de las chicas con la que apenas había hablado jamás. En el camino descubrí que era un encanto, me habló de sus historias y en apenas 10 minutos la conocí mejor de lo que muchas veces se conoce a gente con la que coincides en clase durante años. Me quedé con ganas de más.

Una década después, sigue siendo una de las chicas más majas que he conocido y, además, estaba bastante buena. Después de acompañarla aquel día, creo que la vi un par de veces más en clase y no volví a saber de ella. Ni que decir tiene que hoy en día no la reconocería si me la presentaran de nuevo, más que nada porque no recuerdo ni su cara ni su nombre.

Pocos años después de dejar aquella academia, empecé a explorar la vida nocturna. Una de esas noches reconocí una cara familiar entre la multitud, era otra de mis compis de academia, una con la que coincidí un par de años y cuyo nombre tampoco conseguía recordar.

Como no teníamos gran cosa que decirnos, hicimos como si no nos conociéramos y seguimos a otra cosa. Creo que aquella época era en la que parábamos mucho en Elite, así que me la volví a encontrar unas cuantas veces, con idéntico resultado.

Aunque siempre iba acompañada de un grupillo de amigas, había una morena de rizos que era una fija. Supongo que hasta alguna vez se me pasó por la cabeza decirle algo, pero no lo hice, porque no me caía bien y/o no iba lo suficientemente chuzo las veces que me la cruzaba.

Aquel verano pasó y empezamos a frecuentar el Cats, al poco tiempo la vi por allí con su amiga de rizos. Una casualidad como otra cualquiera, no había que darle mayor importancia.

También tuvimos una época de Pacha, en la que nos codeamos con lo más granado del pijerío madrileño. Efectivamente, allí también me la encontré con su amiga rizosa.

El tiempo pasaba, íbamos dejando garitos atrás en el horizonte: Down, Gatsby, La Siesta, Valmont, Heat, Tequila, Chesterfield, Black Jack, Living, Tex Mex ... Todos esos sitios tenían una sola cosa en común: en todos ellos alguna vez me encontraba a mi ex-compi de inglés cuyo nombre no recordaba y a la que no me apetecía saludar.

En un momento de lucidez etílica, llegué a la conclusión de que o era el destino o es que esa tipa me perseguía. Teniendo en cuenta que jamás llegamos a hablarnos, descarté de plano la segunda opción.

En tiempos de vacas flacas profesionales, empecé una tanda de entrevistas con varias empresas. Una tarde me llamaron de una de esas grandes que todo el mundo conoce. Querían hacerme una entrevista al día siguiente y acepté sin pensármelo demasiado.

Como llegué demasiado pronto me pasé por un VIPS cercano y me homenajeé con una opípara merienda que incluía unas tortitas con nata. El proceso era bastante rutinario: test psicotécnicos, otros de números, entrevista con RRHH y entrevista con alguien que hacía lo que tu tendrías que hacer.

La entrevista con RRHH fue de lujo, gracias al subidón de azucar por las tortitas, me marqué un discurso al más puro estilo Carlito Brigante pidiendo la condicional: "me siento interesado, preparado, motivado, ilusionado ..." y otros muchos adjetivos acabados en -ado. Hasta hice mención a la archiconocida Ley de Pareto.

La última entrevista era con mi posible colega y cual fue mi sorpresa al ver entrar por la puerta de aquella pequeña sala a mi involuntaria compañera de correrías nocturnas. Supongo que se me debió quedar cara de portero goleado cuando la vi aparecer por allí, no sabía si aquello era malo o muy malo.

Desde el primer momento la tipa hizo como si no me conociera y se vio claramente que sus preguntas iban directas a la yugular. Fueron 20 minutos eternos y en los que quedó claro que su informe NO iba a ser positivo.

Cuando salí de aquel enorme edificio, me topé con el mejor amigo con el que puedes encontrarte después de hacer una entrevista de trabajo: mi coche. En la radio sonaba la canción "Lo que tu quieras soy" de Antonio Orozco. La quité y puse un CD de los Killers.

Al tomar la primera rotonda le dediqué un sonoro corte de mangas a esa empresa y a su omnipresente empleada. Después de todo, aquella era una noche tan buena o tan mala como otra cualquiera para volver a ver "El Día de la Marmota".

lunes, enero 15, 2007

Scarlett Johansson's Two Scoops


Espero que todos los que tienen prejuicios contra Woody Allen hayan empezado a leer este post pensando que está dedicado a los perfectos pechos de Scarlett Johansson.

"Scoop" es la enésima película del pequeño gran genio de NY y la segunda que hace con la actriz más sexy del momento. Se trata de una de sus obras menores, una de esas que no será nominada a ningún premio y que pasará de puntillas por su extensísima filmografía.

Tiene gracia ver a Allen exiliado de nuevo en tierras británicas y metiendo con calzador el personaje de la diva Johansson y el suyo propio en un ambiente de pompa y circunstancia, rodeado de coches que circulan por el otro lado de la carretera.

A parte del propio Allen, el protagonista masculino es Lobezno, un australiano que tiene que fingir acento británico porque interpreta a uno de esos lores o sirs de rancio abolengo que todavía manejan el cotarro en la pérfida albión.

Ned Flanders dijo aquello de: "Me gustan las peliculitas de Woody Allen excepto por el tipito de gafitas que aparece en ellas". Con los años el pequeño gran Woody cada vez se prodiga menos como actor, porque sabe que está profundamente encasillado. Esta vez se reencarna en un mago de medio pelo, un personaje en el que encaja bien este prestidigitador del séptimo arte.

Decir que Scarlett Johansson es la Marilyn del siglo XXI no es una exageración, pocas veces una actriz fue la protagonista de las fantasías tórridas de tres cuartas partes de la humanidad. Como todas las diosas terrenas, esta rodeada de inseguridades y seguirá peleando eternamente porque la consideren una buena actriz antes que un pedazo de carne condenado a satisfacer nuestros más bajos instintos.

domingo, enero 14, 2007

Viejo Zorro Plateado


Hola, soy Fabrizio Ravanelli, tal vez me recuerden de aquella vez en que le levantamos la Champions League al Ajax, sin que se dieran cuenta de por dónde le había metido aquel gol sin ángulo que nos llevó a ganar aquella copa dónde más nos gusta: en los penalties ... Así podría empezar "Penna Bianca", la biografía todavía no escrita de este auténtico paquete que llegó a lo más alto en el mundo del fútbol a base de casta, coraje y suerte.

Desde su Perugia natal, Ravagol empezó a pegar patadas a un balón cuando todavía no lucía canas, en su más tierna infancia. Cuando ya era un adolescente, el joven Fabrizio empezó a soñar con vivir del fútbol, lo que tal vez le permitiría eludir los madrugones mañaneros y, con suerte, no tener que trabajar más de dos horas al día. Su palabra favorita siempre fue la española Siesta.

A Ravanelli siempre le gustaron las mujeres y la priva, nunca perdonó la grappa después de cada comida, pensaba que era bueno para el alma y le mantenía ojo avizor sobre el terreno de juego: cabellera blanca, corazón negro.

Después de peregrinar por divisiones menores de la mano del Perugia, Avellino, Casertana y Reggiana; la Vechia Signora se fijó en este discípulo de Julio Salinas que parecía una víctima propiciatoria para un equipo sustentado por pociones mágicas, presión a tutto campo y velas al viento.

Aquella era la Juve de Baggio, Vialli, Conte, Ferrara, Del Piero ... fantasiastas o gladiadores, entre los que Ravagol ejercía de picapedrero del área, goleando siempre por encima de sus posibilidades, soñando con Ferraris, mujeres de pechos turgentes y tintes invisibles que le devolvieran el color a su pelo.

El 96 fue el año de Ravanelli, hizo a la Juve campeona de Europa por segunda vez en su historia y se permitió el lujo de pasearse en la Eurocopa por tierra británicas con la zamarra azzurri puesta. Tanto le gustaron las islas que allí se quedó más de un año, metiendo 16 golitos para el Boro y ganando muchos billetes; tantos que le tuvieron que sacar de allí con grúa cuando el equipo bajó a la First Division y no se podían permitir pagarle sus emonumentos.

Otro campeón de Europa bajo sospecha se cruzaría en el camino de nuestro héroe: el Olympique de Marsella. En la costa azul, el George Clooney del balompie se sentía en su salsa, rodeado de fiestas, mujeres exhuberantes y mucho sol para tostar sus canas vuelta y vuelta.

La morriña transalpina hizo que unos años después se convirtiera en el revulsivo de lujo de ese Lazio despilfarrador de comienzos del milenio. Cuatro golillos en más de un año no eran gran cosa para este fucker de la noche, que un buen día decidió cruzar de nuevo el canal de la Mancha para segar las áreas de aquellos que osaran enfrentarse al Coventry, al Derby County y otra vez al Coventry.

Siempre le fascinaron los hombres con falda y por ello decidió subir a Escocia para probársela, en el camino firmó un contrato con el Dundee, con el que no llegaría a jugar jamás. El frío escocés le recordó que dónde mejor se está es en casita y por ello acabó sus días de futbolista vistiendo la elástica roja del Perugia.

Tal vez no haya sido el mejor jugador de la historia, puede que ni siquiera de su pueblo, lo que es innegable es que pocos nos han hecho reír tanto con sus pifias y emocionarnos con sus destellos de calidad como este viejo zorro plateado al que le gusta beberse los sambucas flameados y provistos de tres granos de café. Ande o no ande, Ravagol Grande.

sábado, enero 13, 2007

Recordar es volver a vivir


Ayer desempolvé el smoking y la pajarita para acudir al estreno de la sexta de Rocky. Una vez más, hay que quitarse el sombrero delante de Stallone y reconocer que, aunque sea uno de los actores menos expresivos que ha dado el cine, a la vez es uno de los grandes creadores de mitos y leyendas de nuestro tiempo.

La historia de Rocky es una metáfora de la del propio Stallone. Cuando nadie daba un duro por él, Sly se sacó debajo de la manga un guión que, con mucho esfuerzo, consiguió vender con la condición de protagonizar él mismo la película. Los réditos de aquella aventura fueron tres estatuillas y otras siete nominaciones al Oscar, incluyendo las de mejor actor y mejor guión original para Sly, algo que solo habían conseguido simultanear antes Chaplin por “El Gran Dictador” y Orson Welles por “Ciudadano Kane”.

Después de su consagración vendrían hasta cuatro secuelas de Rocky, Rambos e infinitas películas de acción que elevaron a Stallone hasta la categoría de estrella, a la vez que iba mermando su crédito como actor y cineasta.

Tras años de peregrinación por el desierto, Sly se ha decidido a cerrar como se merece la saga del boxeador indomable que encajaba los golpes de vida como ninguno y seguía levantándose una y otra vez, avanzando hasta vencer al contrario por puro agotamiento.

El resultado es más que digno, una película que no gustará a los bohemios ni a los gourmets del séptimo arte, pero que atraerá en masa a los nostálgicos de los ochenta, para pasar un buen rato enfundándose los guantes de boxeo por última vez.

Las calles de Philadelphia son protagonistas otra vez treinta años después y consiguen dar a la película ese toque romántico, barriobajero y melancólico que emanaba la primera. Acompañados de nuestro perro volveremos a subir corriendo las escaleras del ayuntamiento de la ciudad del amor fraterno, oyendo de fondo la fanfarria de Bill Conti, con ese regusto agridulce que dejan los huevos crudos cuando los desayunas a las cuatro de la mañana.

En la sala no se oyó ni una mosca ni un móvil en las menos de dos horas que duró esta película, hecha del material del que se fabrican los héroes, destilando ese carisma que nunca tendrá el cine independiente. Cuando se acaba te quedas con ganas de más, esperando que la mejor hexalogía de la historia del cine se convierta pronto en la mejor heptalogía.

domingo, enero 07, 2007

Malas lenguas


Aqui llega de nuevo el post mellizo del de el Gran Pete en sus Misteriosas en la playa.

El tándem Iñarritu-Arriaga cierra con “Babel” su trilogía sobre el sufrimiento humano. En el camino este par de mexicanos se han consolidado entre los cineastas más grandes del momento.

Esta vez se han globalizado y sitúan la acción entre Marruecos, Japón y los dos lados de la frontera entre USA y México. Pitt, Cate Blanchett y Gael García Bernal son los rostros conocidos de la cinta, que no es más que un puzzle cinematográfico que nos vuelve a demostrar lo pequeño que es el mundo.

La película no es acta para pesimistas ni hipocondríacos, mejor no verla si tenemos un mal día. Iñarritu se consolida por momentos como un Robert Altman en miniatura, le gusta cruzar vidas pero sin juntar nunca más de tres historias en la misma cinta.

Aunque parezca extraño, esta vez se echa de menos la narrativa no lineal marca de la casa. Al principio cuesta digerirla pero cuando acaba la función apetece rumiar los pedazos y encontrar sentido a lo que acabamos de ver.

Esta vez la incomunicación es la protagonista y de la mano del destino, tejen hilos invisibles que nos pueden llevar al caos más absoluto o a la sensación de calma chicha que nos embarga después de abandonar el cine: sitio plagado de inoportunos sonidos de móviles y de los estúpidos comentarios de los que no saben estarse callados dos horas seguidas.

martes, enero 02, 2007

Segundo Premio


Sentado esperando a que llames… la música de los Planetas se clavaba en mi inconsciente, convirtiéndome en un individuo emocionalmente rencoroso, que jamás perdonaría una infidelidad, ni a un “amigo” que se atreviera a cruzarse en su camino cuando hubiera una mujer de por medio.

Aquellas letras espetadas con vocalización dispersa hablaban de mujeres malvadas que abusaban de tipos buenos, que no tenían más remedio que odiarlas el resto de sus vidas. Aquellos sicilianos de Granada clamaban ¡Vendetta!, a la vez que elevaban a Mendieta a la categoría de crack mediático.

Tiempos oscuros de la mano de unos indies sin postal, unos eternos inconformistas que alguna vez llegaron a sonar en los 40, mientras soñaban con prenderle fuego a la academia de Operación Triunfo, con todos los concursantes dentro.

¿Habría que dejarse pelo polla en la cabeza para poder ser un digno seguidor de este grupo? Yo sospechaba que no, que bastaba con que te hiciera gracia su música y de vez en cuando encontraras sentido a sus letras, pero tal vez estuviera equivocado y existiera una mística planetaria en la que algún chamán antimadridista te tenía que iniciar, a través de la ingestión masiva de farlopa.

Me llegaban versiones contradictorias sobre su tierra: mientras los granaínos hablaban maravillas de su casa y a la cara nadie se atrevía a contradecirles, a lo lejos se oían voces que rajaban hasta la saciedad y que escupían en sus carreteras. Era algo que tendría que descubrir por mi mismo, aunque de momento lo iba a dejar correr.

Su leyenda permanecía viva durante décadas, los más viejos del lugar recordaban los tiempos en que solo eran una promesa del pop español para luego convertirse en un grupo de culto, con miles de fans que acudían en peregrinación a la FNAC a comprarse su último disco, sin plantearse siquiera bajárselo de Internet o adquirirlo en el top manta.

1 de abril del 2014, un Palacio de los Deportes a rebosar recibe entre vítores a los Planetas, teloneros esta noche de los míticos Smashing Pumpkins, de los que ya solo quedan Corgan y la sombra de Jimmy Chamberlin. Para la ocasión, Jota se ha rapado la cabeza y se ha puesto una sotana, lástima que esta fuera la estética del grupo hace 15 años. Las Calabazas se cruzan con los Planetas entre bambalinas. ¿Hace falta que toquemos algo juntos? Dice alguien entre risas. Es solo música, nada personal.

lunes, enero 01, 2007

Por qué no puedo dormir más de de 10 horas seguidas


Era el primer día del milenio, pero todo parecía como siempre, esta vez al menos no nos habían dado tanto el coñazo con que había que celebrarlo de una manera especial como hicieron el año pasado, no se había oído hablar de un efecto 2001, los ordenadores no tenían nada que temer esa noche.

Eran las diez de la mañana, llevaba más de 24 horas despierto, como la mayor parte del mundo, vagando por las calles, buscando un lugar para reposar nuestras atormentadas mentes del nuevo milenio.

Había sido una nochevieja como todas: traje y corbata, whisky, puros y aglomeraciones, por muchas que saliera jamás me lo pasaría bien en una de ellas, todo apestaba esa noche.

Lo peor es que cuando amanece la cosa sólo empeora, los churros no son más que la ceremonia del absurdo, como si después de siete horas, diez copas y miles de gilipolleces oídas en el transcurso de la noche aún te apeteciera algo más que salir huyendo hacia un sueño profundo y reparador.

Pero yo había vuelto a caer, llevaba el mismo traje de todos los años y la misma corbata, “los de la suerte”, volví a ir al mismo VIPS después de la puta fiesta, esperé la misma cola para sentarme y ni siquiera me molesté en disimular que todo aquello me parecía una mierda.

Los que me acompañaban lo achacaban a mi mal carácter cuando no duermo, pero esta vez era algo más que eso: estaba hasta los huevos.

Al fin me quede solo, no quería volver a casa porque mandaría a tomar por culo al primero que me preguntara qué tal lo había pasado, así que pasé por una gasolinera que me encontré en el camino para ver si tenían puros, era lo único que me apetecía en ese momento.

Para no desentonar con el resto de la noche se les habían acabado, así que salí de la tienda no sin antes contestar con un lacónico – Que te jodan- al simpático tendero que me deseo feliz año.

Solo había un coche echando gasolina, el conductor había dejado las llaves sobre el techo del buga, menudo infeliz, como iba él a pensar que habría alguien en la gasolinera, y que a ese alguien le importaba un carajo levantarle el coche para darse una vuelta por la ciudad.

Era mi primer contacto con la delincuencia, los que creían conocerme bien pensaban que tenía un cierto desinterés por las normas sociales establecidas, pero todos creían que era incapaz de romper un plato, bueno, toda paciencia tiene un límite.

Me metí en el coche y salí a una velocidad moderada, las gasolineras están infectadas de cámaras, tampoco era cuestión de ir llamando la atención, estaba poniendo a prueba la velocidad de las fuerzas del orden el día de año nuevo, todo era por una buena causa.

El desgraciado del dueño empezó a gritar y a agitar los brazos, para cuando fuera capaz de avisar a los polis yo ya estaría a veinte kilómetros de allí.

Ahora tenía que decidir hacia donde ir, el Norte era la elección ideal, cuanto más lejos de casa mejor, así nadie me podría reconocer en un semáforo, de todas formas, no había ni un alma por la calle.

Pasado un rato me encontré con una zona que me resultaba familiar, sí, por allí vivía Patricia, la duda era si estaría en casa, sería un buen lugar para esconderme un rato, igual hasta conseguiría que esta travesura no me pasase factura.

Que mejor sitio que la cuneta para que a los sagaces agentes de la ley no les costara mucho encontrar el coche, no había un alma en toda la autopista, pero tarde o temprano alguna buena persona se pararía al ver las luces de emergencia y el pringao recuperaría con presteza su bonito buga.

Estuve dando vueltas hasta que encontré el bloque, había pasado más de un año desde la última vez que nos vimos, y no se podía decir que todavía fuéramos amigos, en realidad nunca lo fuimos.

Patricia era de Segovia, estaba estudiando aquí algo, nunca supe el que, no me importaba lo más mínimo, la conocí en una fiesta y mantuvimos una tormentosa relación amor – odio durante unos cuantos meses.

Vivía en un piso con otra chica, también de provincia, nunca conseguí aprenderme su nombre, y cada vez que me la encontraba al ir a desayunar cuando pasaba allí la noche la llamaba de una forma distinta, con nombres cada vez más exóticos como Roxana, Priscila, Desiré o Eunice, lo primero que se me pasaba por la cabeza. Sobra comentar que con ella la relación sólo era de odio.

Al fin encontré su bloque y me quede esperando hasta que salió un vecino, no me acordaba cual era su piso, el buzón me comentó que era el 3-D así que subí y empece a tocar el timbre, al principio despacito y luego como un poseso. Parecía que no había nadie en casa.

Estaría en Segovia, aunque con lo bien que se llevaba con su gente me quedé un rato en el descansillo por si aparecía ella o su simpática compi.

El sueño me vino sentado en las escaleras y con la cabeza apoyada en la pared, allí estuve plácidamente hasta que una voz familiar me despertó a voz en grito:

- ¡Abre los ojos!

- ¿Qué te has hecho en el pelo? – Esa no era la rubia con la que yo había estado, algún peluquero amargado le había gastado una broma pesada.

- No te gusta, es mi nuevo look a lo Ingrid Rubio en Taxi.

Por suerte debía haber pasado algo de tiempo desde que se lo corto y simplemente parecía corto, no rapado.

- Es muy original- le dije, después de todo pretendía entrar en su casa y la sinceridad no me iba ayudar a conseguirlo.

- ¿Qué haces por aquí? – Me preguntó sin más rodeos.

- Ya ves, me parecía un poco pronto para volver a casa.

- Bueno, pues te vas a tener que pirar, mi novio esta aparcando y hemos venido a pasar un rato tranquilo.

La reina de los eufemismos estaba en la ciudad, parecía que me iba que tener que buscar otro sitio, a esta mala pécora no había quien le llevara la contraria.

De repente se abrió la puerta del ascensor y apareció Fernando, un compañero de la universidad.

- Coño, que haces tu por aquí- me dijo al verme.

- Ya ves, no me digas que tú y esta estáis liados.

- Sí, ¿la conoces?

- Somos viejos amigos, ¿verdad Pati? – Odiaba que la llamaran así.

- Si tú lo dices – contestó malhumorada.

Fernando no podía saber que habíamos estado juntos, casi nadie lo sabía, habíamos sido la discreción personalizada, a parte de su compi de piso nadie lo sabía, no nos escondíamos, sólo no hablábamos de lo nuestro con el resto del mundo, fue un acuerdo tácito, y sin duda satisfactorio para ambas partes.

- ¿Y como es que estas por aquí? – Me preguntó extrañado, él sabía de sobra que mi casa estaba muy lejos.

- Ya ves, he venido a una fiesta en este mismo bloque, y he dicho, no me puedo ir sin saludar a mi gran amiga Pati.

- El chaval es un prodigio de la diplomacia- soltó la ex rubia, la estaba cabreando de verdad.

- Pues que bien, así te tomas unos churros con nosotros- me invitó Fernando.

No había duda, Patricia había salido ganando con el cambio, me merecía aquellos churros sólo por haberla dejado en paz y así permitir que ese santo ocupara mi lugar.

Eran las once cuando entramos en la casa, desde que cruce el umbral de la puerta comencé a hablar de la carrera, era el tema favorito de conversación de Fernando, yo lo odiaba , pero Patricia lo detestaba mucho más. Estaba para hacerla una foto, vaya caras, y no pronunciaba palabra hasta que al fin dijo:

- Me voy al baño.

No la hicimos ni caso, seguimos a nuestra bola y a eso de las dos Fernando dijo que se tenía que ir, que le estaban esperando en casa para comer. Le había contado que Patricia y yo éramos del mismo pueblo, casi familia, que nos criamos juntos.

Cuando intentó despedirse de ella ni siquiera se dignó a salir del baño, el buen chico se fue a casa creyendo que la dejaba en buenas manos, nada como la familia para apaciguar los ánimos, él ya sabía que su novia tenía a veces malos prontos, pero era buena chica. Todo el mundo tiene derecho a no conocer de verdad a la persona con quién está.

Nada más cerrar la puerta se desató la tormenta:

- ¡Eres un puto gilipollas! – y mientras me gritaba esto me tiró un jarrón de cristal que tuve que esquivar al más puro estilo Clark Gable en su primera escena de “Lo que el viento se llevó”.

- Tu estás muy mal, casi me lo partes en la cabeza.

- Es lo menos que mereces – parecía que en cualquier momento los ojos se le saldrían de las órbitas.

- No creo que sea para tanto – le dije con tono tranquilo.

- Me dejas tirada como una colilla, y vuelves más de un año después como si nada. Te pones a contarle trolas a mi novio para que no nos podamos quedar un rato solos y todavía eres tan cabrón como para decirme que no es para tanto.

- Sacas las cosas de quicio, estaba en el bloque y...

- Una mierda, aquí no ha habido ninguna fiesta, crees que soy tan gilipollas como mi novio.

- Bueno, si estás con él por algo será- me estaba cargando de razón por momentos.

- Ese imbécil tiene los días contados, una cosa es ser un calzonazos y otra no ver que el tío con el que ha dejado a su novia no piensa en otra cosa que en arrancarle el vestido para ver que lleva debajo.

- ¡Eh, que yo soy un caballero!, además, nunca le levantaría la novia a un amigo.

- Sí, eres un modelo a imitar por la juventud española. Como vuelvas a hablar como si no nos conociéramos voy a por otro jarrón y esta vez no fallo.

Lo cierto es que hasta que no lo mencionó no me había fijado casi en su vestido, tenía muy buena pinta, siempre había tenido un bonito cuerpo: 1´70, pechos turgentes y nalgas prietas, una delicia. El vestido acentuaba lo mejor que tenía.

- Bien, si es sinceridad lo que quieres, te puedo decir que me encanta como te queda ese vestido.

- Ahora no intentes ablandarme con piropos, estoy muy cabreada.

- Lo que me jode es que digas que yo te deje tirada, fuiste tú la que no me llamó.

- No me vengas ahora con eso, dijimos que me llamarías tú.

Aquel fue el principio de una interminable discusión en la que diseccionamos todos los aspectos de nuestra peculiar relación.

Nos dieron las doce de la noche con las inevitables pausas para comer algo y visitar el baño. Parecía que la cosa se iba a arreglar, si es que alguna vez se llegó a estropear de verdad.

Había pasado las 24 horas del primer día del tercer milenio despierto, y había merecido la pena, solo había necesitado un día para reinventarme a mí mismo y convertirme en un hombre del siglo XXI, en el más estricto sentido de la palabra.