miércoles, enero 17, 2007

Cruzar la línea


El Kazajo Borat se infiltró en el corazón de la América profunda para aprender dónde reside la grandeza del país más poderoso del mundo. El resultado es un falso documental en el que este bigotudo, a lomos de su furgoneta de los helados, explora una cultura tan preeminente como decadente, volviendo a casa por Navidad con la banda sonora de "Cowboy de Medianoche" y un nuevo orificio vital.

Durante toda la cinta, el funambulista bigotón pasea sobre esa delgada línea negra que separa lo gracioso de lo desagradable. "Borat" esconde tantas carcajadas como momentos en los que es obligado mirar para otro lado. Este Paco Martínez Soria del siglo XXI se ha coronado con una película que ha levantado ampollas entre los yankees y los kazajos.

En la tierra de lo políticamente correcto, da gusto ver como Borat pone a prueba la paciencia norteamericana y el asco que les da a algunos de ellos que el bigotudo les salude con dos besos en las mejillas. De momento, su protagonista se ha llevado el Globo de Oro al mejor actor de comedia, por una gamberrada que bien podría haber firmado Manolo Summers en sus años dorados.

La Dulcinea de Borat es Pamela Anderson que protagoniza una genial escena del final, en la que no sabemos si está actuando o lo que vemos es un pedazo de la realidad, algo que ocurre a menudo durante toda la película.

Se impone echar un vistazo a este pseudo-documental y, si puede ser, en versión original. Aunque a ratos sea un poco cruel, es un fiel reflejo de las luces y sombras que implica la inmersión cultural. Esos atrasados kazajos son como nosotros hace treinta años y, como sigamos por este globalizado camino, acabaremos siendo tan hipocritamente tontos como los yankees.

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