lunes, marzo 09, 2009

El reverso del mito


Gritos de ¡¡ Que nos devuelvan el dinero !! y ¡¡ Vaya mierda de película !! recorrían una sala aborregada, en la que algunos espectadores habían dejado intactas sus palomitas. Un final muy sopranesco dejó a la concurrencia hundida en sus butacas, preguntándose por qué no se descargaron la película de Internet, por qué esta vez decidieron pasar por taquilla.

"El Luchador" es una película sucia, un cruce entre "8 Millas" y "Rocky". Cuando sus personajes parecen al borde de la redención ... todo empieza de nuevo. Los 80 fueron su mejor época, unos años en los que "The Ram" (sucedáneo de Randy "Macho Man") recorría las Arenas más celebres de los States, reinando en ese deporte espectáculo que marcó el final de nuestra niñez: el Pressing Catch.

El Wrestling es casi una religión en los States, a sus fans no les importa que esté amañado, ni que sus héroes estén cincelados con toda clase de anabolizantes y psicotrópicos. El Pressing Catch representa el maniqueísmo máximo, una lucha de buenos contra malos en la que todo vale con tal que el show no pare y la gente pueda desahogarse con gritos atronadores.

Mickey Rourke se quedó sin su Oscar de Ave Fénix por una película en la que no para de interpretarse a sí mismo, metafórica y literalmente. Todos nos imaginamos los excesos pasados de un personaje con el alma herida, alguien a quien todos nos parecemos en una mañana de resaca infernal, cuando echamos la vista atrás y no nos acordamos con claridad de lo que paso la anoche.

Marisa Tomei es la "Princesa de Azufre" de Randy "The Ram", la chica que acabaría con el protagonista si "The Wrestler" tuviera un final made in Hollywood. La suciedad también envuelve su vida y a todo lo que la rodea. Su cuerpo se contonea por la barra con la nostalgia de tiempos mejores y la esperanza de que sus mínimas normas le sirvan para no torcer aún más su delicada existencia.

La familia acabará pasando factura a Randy por sus excesos, no le acompañarán entre el público de esas cuatro paredes que rodean el estrecho cuadrilatero, desde el que saltará para conseguir su última embestida. Las luces de neón iluminarán su alma cansada, mientras su cuerpo se prepara para seguir fingiendo que ya nada importa, mientras los vítores del público sigan silbando su nombre, mientras siga habiendo alguien que recuerde lo grande que fuiste una vez.

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