miércoles, agosto 20, 2008

Cruz


Tirado en aquella cama de hotel de mala muerte, no hacía más que pensar en la canción de Calamaro: "Todo lo que termina, termina mal, y si no lo hace, se contamina más ...". Ella siempre se escudó en la maldad congénita de las mujeres para hacer lo que viniera en gana: tenía licencia para ser mala.

Nunca creí en la transición a una amistad cuando una relación acaba. Cuando algo importante termina, lo mejor que puedes hacer es salir por patas, lo más lejos que puedas, para evitar la tentación de absurdas segundas partes o recuerdos que te atormentarán no dejándote seguir adelante.

Me salté las reglas y encendí un pito, en la tele ponían "Closer" doblada al alemán, ya me costó entenderla cuando la vi en español, aquello si que era una misión imposible. Nunca me convencieron los rectángulos amorosos y nunca dejará de sorprenderme como el Croupier Clive Owen se vendió al capital y acabó de escudero de Jude Law y hasta anunciando cosméticos para metrosexuales en el Corte Inglés.

Las escasas curvas de Natalie Portman hacen de ella una stripper poco creíble, pero el tormento que esconde bajo su menuda apariencia, la otorga poderes para pasar de ser el sueño de cualquier hombre a convertirse en su peor pesadilla ... cuando las cosas se tuercen, cuando ya no hay vuelta atrás.

Llegados al punto de no retorno, ni todo el alcohol del mundo sería capaz de curar nuestras heridas. Necesitaríamos una lobotomía para olvidarla, para dejar de hablar con ella en nuestro pensamiento. Con ella en tu cabeza resulta imposible seguir el argumento de cualquier película, mantener la atención en negro sobre blanco, seguir con tu vida normal, si es que eso significa algo.

Cualquier sala de espera de aeropuerto nos servirá de excusa para ser víctimas del "Sindrome de Melendi", la liaremos parda y acabaremos en el cuartelillo, custodiados por un par de gendarmes vestidos de verde, el color de esa esperanza de la que ya no nos queda ni un poco.

Nunca fuimos de pastillas para dormir, prefiero el insomnio. Paso todo el día sobre la misma piltra, preguntándome si huí de ella porque se volvió loca o se volvió loca porque huí de ella. Parece que fue ayer, pero ya ha pasado un millón de años ... o viceversa.

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