lunes, diciembre 08, 2008

Hacia la NO Violencia


Ben Kingsley siempre será Gandhi y después de ver la película, para nosotros Gandhi siempre tendrá la cara de Ben Kingsley, pocas veces un actor y un personaje llegaron a semejante grado de simbiosis, todo ello bajo la atenta batuta del maestro Sir Richard Attenborough. Una película para la sobremesa de cualquier festivo, que al final he tenido que ver en DVD, por haber estado siesteando el resto de veces que la echaron.

La primera vez que me hablaron de Gandhi fue en clase de religión, una asignatura en la que hacíamos de todo menos aprender algo útil, pero que sin embargo es de las pocas que me han dejado poso. Con apenas diez años, que te hablen de Gandhi es como que te hablen de los Reyes Magos, cuesta entender sus ideas cuando las tuyas propias navegan en mundos imaginarios en los que nada es demasiado grave y lo único que importa es seguir creciendo sin demasiadas preocupaciones.

El Gandhi de la película es un luchador por los derechos civiles y la libertad. Su originalidad radica en que en lugar de hacer apología del ojo por ojo, nos propone que nos revelemos contra las injusticias a través de la no obediencia, para que no tengamos que utilizar nuestros puños hasta que perdamos nuestra dignidad. En el competitivo mundo que nos ha tocado vivir, si no pegamos primero estamos condenados a recibir más golpes que nadie. Pocas veces se nos recuerda que hay veces en las que la mejor forma de pelear es no hacerlo, lo que no implica quedarnos de brazos cruzados como si no pasara nada.

En su travesía por los lugares más inhóspitos del Imperio Británico, "Ghandi" deambula entre la pura hagiografía y los bocados de realidad, de una realidad grotesca en la que todos estamos implicados: la del racismo y el odio a los que son diferentes. En la historia ha habido demasiadas guerras por religiones, razas, creencias y tópicos que lo único que consiguen es separarnos y aislarnos de un mundo que todos compartimos, pero en el que no nos gusta que nadie invada nuestro terreno.

Ghandi no fue un líder consagrado, nunca tuvo cargos ni riquezas, su fuerza estaba en sus ideas y su única amenaza era la de quitarse de en medio, utilizando dolorosas huelgas de hambre, para hacernos reflexionar sobre la inmensa estupidez del círculo vicioso de la violencia, en el que una vez que se entra, ya es imposible salir sin las manos manchadas.

Muchos son los tiranos que parecieron invencibles y pocos los hombres sencillos que dejaron su legado en forma de palabras inmortales y luchas sin armas, para recordarnos que siempre hay una forma mejor de hacer las cosas, menos dolorosa y mucho más digna.

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