lunes, diciembre 08, 2008

Cuando todo se va a pique


Bernardo en el fondo no es un mal tipo, puede que incluso no sea un mal entrenador, su único problema es que el banquillo del Madrid le viene grande. Raúl debería tomar las riendas del vestuario y el club, la figura del entrenador-jugador es normal en el fútbol inglés. Hasta mediados de los 90, cracks como Vialli o Gullit entonaban su canto del cisne futbolístico compaginando sus últimos minutos en la hierba con una pizarra que cualquiera que hayamos estado enganchados al pcfutbol podríamos manejar.

El Madrid es una república bananera en la que mangantes de toda calaña conviven con gente normal que mira para otro lado y socios que pagan sus cuotas pero no parecen preocupados por saber en que se gasta su dinero. Con el nuevo milenio el palco del Bernabeu se convirtió en un excelente lugar para hacer negocios, el teatro de los sueños del ladrillo, con el que se construyeron burbujas que parecían destinadas a no explotar jamás.

La crisis financiera, económica, mundial ... como la queramos llamar, es la crisis del Madrid, el equipo merengue es una metáfora del mundo en el que nos ha tocado vivir. Con Capello había que ganar un título por lo civil o por lo criminal, daba igual el cómo o el por qué. Las facturas ya se pagarían en la siguiente ronda, la Champions era una entelequia, ya habíamos ganado demasiadas en la última década, lo único que importaba era mojar cuanto antes y daba igual con quién.

Calderón no es el "Hombre del Plan" sino todo lo contrario, de la tropa de frikis que se presentó a las elecciones, él parecía el menos malo, pero cuesta creer que el resto lo estuvieran haciendo tan mal a estas alturas de la legislatura. ¿De que sirve votar cuando no esta claro como se cuentan los votos y te da la sensación de que sólo puede ganar el más rastrero y mafioso?

El Madrid siempre es noticia, vaya bien o mal consume nuestro tiempo, criticándole o disfrutando con su juego. Sus aristas son infinitas y las sombras que le acechan le conducen inexorablemente a su conversión en sociedad anónima, a que llegue un magnate ruso o árabe para comprarlo y convertirlo en una máquina de gastar dinero sin esencia, valores ni cultura de club.

La culpa no es de Bernardo, es de los que pagan su cuota de socios y no se revelan contra una trayectoria absurda, llena de personajes grotescos, salidos de una película de gangster de serie B, una de esas en las que parece que los malos ganarán, pero al final siempre triunfan los buenos. Seguimos esperando al héroe que nos saque del pozo de la mediocridad.

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