viernes, diciembre 15, 2006

Sonny


"My friend, Henry Charles Bukowski JR. I miss you, S.P." así acababa "Cruzando la Oscuridad", la segunda película como director de Sean Penn, el mejor actor de la última década.

Con el Oscar por "Mystic River" la industria hollywoodiense rindió tributo, de una vez por todas, a su rebelde favorito. Poco quedaba ya de aquella joven promesa que se casó con Madonna a mediados de los 80, aquel yogurín cargado de demonios supo encontrar a su Princesa Prometida y se dio cuenta de que el cine era lo que mejor sabía hacer.

Sean Penn dice que se convirtió en actor por culpa de Robert de Niro y, gracias a ello, pudo cubrir el hueco que desde “Casino” dejó el Gran Bobby, el de ese actor camaleónico cuya mera presencia es siempre sinónimo de buena película. Penn es otro Centauro del Desierto: rostro impenetrable, capaz de vendernos dureza y fragilidad a la vez, intensidad y nihilismo, un talento en estado puro que jamás agacha la cabeza.

Está a la izquierda de la izquierda, pero detesta la política más allá de sus connotaciones humanas. Odia a Bush y si pudiera le echaría a patadas de la Casa Blanca, pero nadie le toma en serio fuera de las pantallas. En un país tan hipócrita como USA, los que van de frente están condenados a darse de bruces contra las paredes de un sistema podrido.

El Kleinfeld de Carlito, los sargentos maniqueosde “Corazones de Hierro” y “La Delgada Línea Roja”, el condenado de “Pena de Muerte” o el profesor atormentado de “21 Gramos” son sólo algunas de las reencarnaciones de este genio de la interpretación que parece mejorar en cada trabajo.

Entre sus amigos están y han estado artistas malditos como Buk, otros gigantes del cine como Nicholson o Hopper, y, en general, cualquiera con un mínimo talento que no este dispuesto a bajarse los pantalones por un puñado de dólares ni a vender a los suyos por tener una vida más fácil.

El día que se quemó su casa de Malibú, en lugar de pena sintió un gran alivio, porque se dio cuenta de que en la vida sólo son imprescindibles la familia y los amigos. El resto es posible reemplazarlo, casi con la misma facilidad que Sean Penn nos hace creernos cualquier papel que le apetece interpretar.

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