lunes, enero 07, 2008

Claro de Luna



Después de protagonizar "El precio del Poder", el reencuentro entre Pacino y la Pfeiffer no se podía producir más que una comedia romántica agridulce: "Frankie y Johnnie". La película respira el aroma del realismo mágico de Auster, ese en el que la omnipresente Nueva York se cuela hasta el tuétano entre los huesos de unos personajes que se dejan llevar por la suave brisa del Río Hudson.

Pacino se viste de cocinero ex-convicto, pidiendo a gritos una oportunidad para redimirse y dejar de ser un amante silencioso. Totalmente convencido de que ha encontrado a la mujer perfecta (para él), no parará hasta conquistarla, por muy empinado que sea el camino y complicada esa Frankie, con la que ya formaba una pareja mucho antes de conocerse.

La Pfeiffer perdió hace mucho la esperanza de ser feliz, su único objetivo vital es sobrevivir y consagrar sus noches de sábado a ver películas en su flamante nuevo vídeo, que para colmo no acaba de funcionar bien. Su pasado es triste y esconde un resentimiento justificado y ancestral, para el que Pacino peleará con uñas y dientes hasta conseguir desmontarlo.

Una banda sonora impecable, en la que sobresale la "Sonata Claro de Luna" de Debussy, nos va guiando por las vidas de los personajes de esta peliculilla tan imprescindible como infravalorada. A través de ellos no descubriremos el sentido de la vida, pero si la importancia de lavarse los dientes en pareja o confesar lo que no podíamos contar a nadie, por miedo a nuestra propia debilidad.

Los años pasan, "Frankie y Johnnie" siguen congelados en el tiempo, preguntándose por qué han envejecido tan bien, por qué sus protagonistas siguen siendo dos de los actores más respetados, por qué nunca se perdieron el respeto a sí mismos y por qué, hasta en sus películas más sencillas, supieron dar ese toque elegante y emotivo, capaz de convertir una película romanticota en un clásico de principio de los 90.

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