martes, enero 08, 2008

Jarabe de Arce


Steve Nash es un rara avis en la egocéntrica fauna que puebla el baloncesto profesional americano. Se trata del más firme hereredero de Magic Johnson o Stockton y el único blanco que ha conseguido el MVP desde los tiempos de Larry Bird. Su secreto reside en ese extraño don innato, que le permite hacer mucho mejores a todos sus compañeros.

Superviviente a la metrosexualidad, Nash no ha parado de mejorar desde que comenzara su carrera hace más de una década con el sambenito de ser canadiense, que es algo parecido a ser portugués en España, pero sin el gen competitivo de los lusos. Los habitantes de los states desprecian a los canadienses por aburridos y predecibles, pero se han tenido que rendir a los pies del maestro de ceremonias del equipo más eléctrico de la NBA.

Los Suns de Nash y D'Antoni son los eternos candidatos al título, que ni siquiera han llegado a las finales de la liga. Su baloncesto rápido y ultraofensivo causarían innumerables quebrantos a los amantes de la filosofía deportiva y vital de los Obradovic, Ivanovic, Clementes y Capellos, que gastan sus días aburriendo con su mezquindad de ganadores cicateros. En esencia y os guste o no: al final no importa lo que ganes sino como lo ganes.

Phoenix está enclavada en mitad del desierto, un lugar en el que es imposible sobrevivir sin aire acondicionado, nunca llueve y el glamour es un bien escaso que sobre todo se cultiva en los pabellones de baloncesto. Nash es un lujo para la ciudad y para el deporte, su talento podría haberle valido para ser un crack de la Premier League, un poeta maldito o un director de cine de los que hacen una película y se retiran porque detestan la fama, sabedores de que no se puede ser sublime a todas horas.

Aunque jamás gane un anillo, Nash pasará a la historia como uno de los mejores bases que ha dado el baloncesto, un iluminado que nunca se endiosó demasiado y prefería inflarse a repartir asistencias que meter treinta puntos por partido. Cuando Steve Nash gestiona la pelota, el baloncesto fluye, la gente se divierte y el marcador siempre llega a las tres cifras.

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