lunes, julio 09, 2007

Todo nos sabe a poco


Rafa Nadal es el mejor tenista español de la historia y también uno de los mejores deportistas que nos han representado jamás. Hace un par de años, viendo la final de Wimbledon en Gales, una británica no dejó de expresar con continuos grititos su admiración por el dios Federer, mientras vapuleaba a un Roddick que no le llegaba ni a la suela de los zapatos.

Cuando acabó el partido, me estuvo diciendo que Federer era el mejor tenista de la historia, que Wimbledom era el torneo más prestigioso, que el All England Club es una de las catedrales del deporte mundial ... típico rollo chovinista anglosajón, que ante la mediocridad deportiva de las islas se permiten el lujo de adoptar a un suizo (el tenista, no el bollo) como si fuera algo suyo.

No pude evitar sacar el tema de Nadal, la británica me dijo que el chaval era bueno, con esa condescendencia tan flemática de aquellos hijos de la Gran Bretaña, que todavía piensan que Europa se acaba en los Pirineos. Ayer Nadal dio una lección de tenis, pero sobre todo de coraje, lo mejor de su actuación fue el hecho de que por la tarde se encerrara en su habitación y no quisiera hablar con nadie. Nadal perdió un torneo que debía haber sido suyo y los campeones jamás deben conformarse con un segundo puesto.

Hace unos años nos hubiéramos dado con un canto en los dientes por llegar a esa final, pero las cosas han cambiado y mucho. Las generaciones nacidas a partir de la década de los 80 se han quitado todos los complejos y no paran de demostrarle al mundo que mucho más allá del buen tiempo y la gastronomía, en España se fabrican campeones con la misma facilidad que en las mejores factorias deportivas del planeta.

Nadal, Alonso y Gasol forman la santísima trinidad del deporte patrio. Mucho más allá de los infinitos anuncios televisivos que protagonizan, se esconde una mentalidad ganadora en la que el talento, el descaro y la disciplina mandan a partes iguales. Quieren ser los mejores y saben de sobra que pueden serlo, su moral es dura como una roca y no piensan conformarse jamás con un segundo puesto. Supieron aprender de los campeones pioneros de nuestro deporte y prefieren ser la regla que la excepción.

El próximo año, mientras los ingleses devoran fresas con nata desde las gradas, Rafa Nadal volverá a estar ahí, para aguarle la fiesta a Federer. El manacorí no se pondrá el trajecito blanco para recoger el trofeo, irá con su pinta habitual de Marc Lenders del siglo XXI, dispuesto a hacer añicos con su raqueta los relojes de cuco que inventaron los compatriotas de Roger en la misma época en que los valencianos Borgia dominaban el mundo, con esa mezcla de malas artes e inconformismo radical de los que no están dispuestos a achantarse ante nada ni ante nadie.

No hay comentarios: