sábado, marzo 03, 2007

Cuando un amigo te invita al baloncesto


Hay algo ancestral en que un amigo te invite al baloncesto. A diferencia del fútbol, el deporte de la canasta siempre ha vivido de las rentas, con la ilusión de convertirse algún día en el rey de nuestras parrillas. La mayoría de las veces que he asistido a partidos ha sido con invitaciones, pero cuando lo ves desde la zona de los que lo narran, es inevitable vivirlo de una forma mucho más especial.

Hace más de una década un vecino que trabajaba en Caja Postal y luego Argentaria, me regaló entradas durante seis temporadas para que fuera a ver en directo al equipo colegial. Había días que eran dos y alguna vez nos llegamos a juntar hasta con ocho. En un derbi con el Madrid que se jugó en semana santa, pude invitar a cinco amigos, de los cuales dos de ellos, hoy en día, se ganan la vida narrando y comentando las andanzas de los equipos madrileños en la ACB.

Para hacer de la afición de una gran mayoría tu profesión, hace falta mucho talento y la tenacidad del que no le importa darse mil veces contra un muro, porque sabe que la 1001 lo romperá. Antes de ser licenciados en ciencias de la información, estos aspirantes a cronistas deportivos se juntaban los sábados por la tarde para hacer unos simulacros de carruseles; en los que soñaban con ser Paco González y Manolo Lama, sin sospechar que pocos años después podrían tutearles en antena.

Desde las ondas de Radio Miraflores empezaron a lanzar sus arengas al mundo, con la ilusión de ese principiante que busca una forma nueva de hacer las cosas, a la vez que respeta a esas leyendas radiofónicas a las que siempre quiso parecerse. Alguna vez tuve la suerte de compartir unos minutos de radio con ellos, pura anécdota, pero que no dejaban de generarte el gusanillo del que podría tener algo que decir.

Han pasado muchas horas en antena, viajando por la geografía nacional con su micrófono a cuestas. Ya tienen callo en las cuerdas vocales y el escepticismo deportivo del que se ha codeado con ídolos que tantas veces tienen los pies de barro. Son prestidigitadores de las palabras, capaces de convertir la más fácil de las canastas en una proeza atlética, mientras te recuerdan con sus gestos que, cuando lo intentas de verdad, nuestros sueños infantiles se pueden convertir en realidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre agrada echar una vista atrás y ver cómo tantas tormentas,ilusiones y excesos empiezan a tener su recompensa. Claro que cuesta, sobre todo al principio, pero no tardas mucho en disfrutar con cada pequeño detallla cuando relatas un deporte que practicas y adoras desde que tienes memoria. Gracias Davide, uno no olvide así como así aquellas tardes de aprendizaje en torno a unos toreros...