jueves, febrero 16, 2006

Tiempo de Tony


Después de ver las cinco temporadas de "Los Soprano" es inevitable estar ansioso por que empiece la sexta. Falta poco más de un mes para que la HBO comience a emitir la que según algunos rumores será la última temporada de una de las mejores series televisivas. Justo una semana después de la ceremonia de los Oscars el espectáculo continuará.

Para los que no la conozcan, hay que decir que el creador de "Los Soprano" es David Chase. El que fuera productor de "Doctor en Alaska" se sacó de la manga una serie novedosa partiendo de un género que parecía más que agotado. La clave del éxito de la trama no es otra que Tony Soprano, un tipo ciclotímico que demuestra constantemente que es capaz de lo mejor y de lo peor.

Los personajes son mafiosos de otra época injertados en el siglo XXI, si cogieras a Vito Corleone y le soltaras en la Nueva Jersey de hoy en día se volvería majara, y eso es lo que le pasa a Tony Soprano. Su mayor alivio es comer helado a granel mientras ve películas antiguas en el salón de su enorme casa, esa es una de las imágenes recurrentes de la serie, un remanso de paz que contrasta con sus habituales arrebatos de violencia.

¿Se puede ser un líder carismático y a la vez un enfermo mental necesitado de psicoanálisis? Según "Los Soprano" sí. Tony es un tipo capaz de reventarle la cabeza con un bate, sin pestañear, a cualquiera que le lleve la contraria y a la vez en cualquier momento se puede caer redondo al suelo víctima de una crisis de ansiedad. La palabra excesivo se queda corta a la hora de definir al prota de esta serie, para entender de lo que hablo no hay más que verle mamándose acompañado de bailarinas de strip tease en tanga y al poco rato regañando a su hijo porque no ha hecho los deberes. El patriarca de los Soprano es un extraño cruce entre crápula profesional y Family Man.

Uno entiende porque se le va la cabeza viendo la gente que le rodea: una esposa harta de mirar para otro lado; una hija buenecilla y progre en edad de merecer; un hijo adolescente caprichoso y descentrado; un sobrino yonki que aspira a ser su heredero; una hermana tan incontrolable como insoportable; un tío senil que ejerce de consigliere en la sombra y un grupo de "soldados" a los que Tony infunde tanto temor como desconfianza.

Los Soprano añoran una patria perdida que apenas conocen, no paran de engullir comida italiana mientras rememoran a sus ancestros de origen humilde. El dinero manda y Tony escoge como modelo de comportamiento a los emperadores romanos, una veces a Julio Cesar y otras a Calígula.

La amenaza latente del FBI está ahí siempre y hace mucho más interesante el viaje. No conviene encariñarse demasiado con ningún personaje, porque en cualquier momento puede desaparecer de la serie, sobre todo si intenta destacar demasiado o se va de la lengua.

El espectador se identifica por momentos con los protagonistas, con sus frustraciones, su ira, sus vicios. Considera a Tony un tipo entrañable y al rato tiene que detestarle porque acaba de liquidar sin piedad a su mejor amigo . El gran éxito de la serie es que da la sensación de que si fuéramos mafiosos nos comportaríamos como ellos, y si ellos estuvieran en nuestro pellejo no serían muy distintos de lo que somos.

Quedan 24 días para que vuelvan "Los Soprano", seguiremos esperando impacientes para ver los nuevos capítulos según los vayan emitiendo en USA. Tal vez llegue el día en que en España una televisión gratuita se digne a incluirlos en su parrilla, y es que pocas series reflejan tan bien las luces y sombras de la condición humana.

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