domingo, febrero 19, 2006

Pinoso


La primera vez que fui al baloncesto tenía poco más de diez años, un vecino que trabajaba en Caja Postal nos regaló unas entradas para ver al Estudiantes. Yo no sabía gran cosa del deporte de la canasta y lo poco que sabía era de la NBA. El baloncesto español estaba de luto, hacía solo un mes de la muerte de Fernando Martín y el vacío que dejó se sentía en todas las canchas.

Aquel día de reyes del año 90 jugaban Estudiantes y CAI Zaragoza en el Palacio de los Deportes, el quinteto inicial del Estu era Antúnez, Herreros, Winslow, Pinone y Orenga. Yo no conocía a ninguno de ellos, pero sobre todo me llamaba la atención aquel tipo blanco y orondo que no sabía si era español o extranjero. La demencia no se cansaba de corear ¡¡¡PI PI PINOSO, PI PI PINOSO!!!, se trataba del "Oso" Pinone, un jugador diferente.

Cuando Pinone aterrizó por primera vez en Madrid corría el año 84 y llegaba para sustituir a un tal Craig McCormick, cortado tras sólo 3 jornadas de liga. Nacido en Hartford en el estado de Conneticut y de ancestros italianos, Pinone destacó en el baloncesto desde sus inicios en instituto South Catolic, lo que le dio la oportunidad de jugar en la universidad de Villanova donde se destapó promediando 16,1 puntos y 6,6 rebotes por partido en sus cuatro años en la liga universitaria.

Sus buenas actuaciones llevaron a Pinone a la selección americana, con la que conquistó la medalla de plata en el Mundial de Colombia 82. Pero cuando llegó al draft sólo pudo ser seleccionado en tercera ronda con el número 58 por Atlanta. John Pinone era un cinco encerrado en el cuerpo de un alero, por la estatura, ya que su peso estaba en consonancia con el de sus rivales bajo los tableros. La realidad es que Pinone era demasiado bajo para jugar de pívot en la NBA. Pocos años después, jugadores con un físico parecido como Charles Barkley o Larry Johnson supieron reconvertirse en aleros y acabaron triunfando en la mejor liga del mundo.

La aventura de Pinone en la NBA duró menos de un mes. Al cabo de siete partidos con los Hawks fue cortado, habiendo promediado 3 puntos en los 9 minutos de media que le dejaron jugar. Aquella temporada la acabó en los Ohio Mixers de la CBA en los que no destacó demasiado.

Su llegada a Madrid fue vista con recelo por los aficionados estudiantiles, que no veían en él al pívot dominador que necesitaba el equipo. En poco tiempo se ganó el cariño de la afición por las grandes dosis de inteligencia y coraje con las que suplía sus limitaciones físicas. Aquel año formó pareja de americanos con David Russell, que aportaba espectáculo a raudales a un tándem inolvidable para los hinchas del Ramiro.

La presencia de Pinone contribuyó decisivamente a la progresiva mejora del equipo colegial, que de apenas estar entre los mejores de la liga se convirtió en un fijo en las semifinales por el título. Con él llegó la primera clasificación para competiciones europeas y también se vio inmerso en la mudanza del Magariños al Palacio. Gente como Azofra, Herreros, Antúnez o Alfonso Reyes debutaron con Pinoso en cancha.

David Russell se fue y llegó Ricky Winslow, un jugón que durante cinco temporadas formó con Pinone una de las mejores parejas de americanos de la historia de la ACB. La afición estudiantil no estaba acostumbrada a ver ganar muchos partidos a su equipo y al final de cada encuentro agradecía las victorias a sus jugadores coreándoles ¡¡¡QUE SALGAN LOS TOREROS!!! hasta que volvían a la cancha desde los vestuarios para recibir el aplauso unánime de todo el Palacio.

El año 92 fue el mejor en la carrera de Pinone. Tras quedarse a las puertas del título de Copa el año anterior, el equipo colegial capitaneado por Pinoso conquistó aquella edición en una vibrante final contra el CAI Zaragoza. Aquella noche Granada fue más mágica que nunca y se rindió a los pies del gran Pinone, que fue unánimemente elegido MVP del torneo tras liderar a su equipo hasta conseguir su segundo entorchado en toda la historia del club.

El destino le tenía guardada otra noche inolvidable pocos meses después. En abril el Estudiantes culminó una excelente campaña como debutante en la máxima competición continental enfrentándose en cuartos de final al Maccabi de Tel Aviv en el Palacio. Los que lo vivimos in situ no podremos olvidar jamás aquella noche. Al grito de ¡¡¡ PUM PUM PUM NOS VAMOS A ESTAMBUL !!! todo el Palacio llevamos en volandas a nuestro equipo hasta su primera Final Four continental. Aquella noche disfrutamos como nunca con los Toreros y bajamos a la pista, como en las grandes ocasiones, para poder abrazarles en persona y llevarnos a casa la red de la canasta.

La 92-93 fue la última temporada de Pinone como jugador de baloncesto y se saldó de nuevo con un cuarto puesto en la liga. Todavía le quedaba baloncesto de sobra en las venas, pero echaba demasiado de menos su tierra. El equipo echó de menos durante mucho tiempo los 18.6 puntos y 6.6 rebotes que aportó durante sus temporadas en la ACB y tardó años en cubrir el hueco que dejó en el corazón de los aficionados.

Si buscas John Pinone en Internet aparecen más entradas del grupo de Jazz que lleva su nombre como homenaje que del jugador de baloncesto. La huella que dejó en el baloncesto nacional y sobre todo en el estudiantil es difícil de cuantificar. Bastaría pensar en su heredero natural: el "Osezno" Alfonso Reyes y todo lo que ha aportado al Estudiantes y a la Selección, pero eso sería solo el principio. Pinone forma parte de esa rara estirpe de deportistas carismáticos por su mera presencia en la cancha, un jugador diferente que siempre dio lo mejor de sí mismo sobre el parquet, un hombre que hoy cumple 45 años y al que cualquiera que le viera en una cancha no podrá olvidar fácilmente. Felicidades Pinoso.

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