martes, marzo 04, 2008

Mano a mano


Natalie castiga cada noche la barra de un bar, con la desesperación de los que un día lo tuvieron todo y lo perdieron por su incapacidad de dejar de ser fieles a sí mismo. Algunos lo llamarían tenacidad, otros cabezonería, pero ella siempre supo que tenía la razón y que estaba por encima del bien y del mal.

Desde muy pequeña, Scarlett se tuvo que conformar con los papeles que Natalie despreciaba, se fue acostumbrando a ser un segundo plato, menos guapa que resultona, en una industria en la que un día lo eres todo y al día siguiente no le importas a nadie.

Sus destinos se cruzaron de la mano de las Hermanas Bolena, una película de época en la que encorsetar el rostro inmaculado de Natalie y las curvas de Scarlett. Juntas tuvieron tiempo para conocerse mejor y explorar los demonios que trastornan a las mujeres más deseadas del Planeta. Scarlett siempre envidió la belleza serena de Natalie y la Portman daría cualquier cosa por poseer los pechos de la Johansson, sin tener que pasar por el quirófano.

Perdida entre la amargura de su aparente perfección, Natalie se sigue preguntando en qué momento lo tiró todo por la borda, cuándo decidió pasarse al lado oscuro, donde descansan las chicas malas, que se tambalean cada noche en la puerta de los garitos, perdiendo poco a poco la fuerza de su mirada, sumergidas en cientos de copazos de vodka-7, que riegan sus venas de alcohol y las vacian de sangre.

Scarlett observa la decadencia de su compañera de reparto, con la serenidad de las que siempre tuvieron muy claro lo que querían hacer con sus vidas. Ahora ella es la reina de Hollywood y, además, lo ha conseguido a su manera: desafiando a los que la tachaban de rubia de bote, lastrada por un físico espectacular que la condenaría a ser un género en si mismo.

Juntas pasean por las alfombras rojas de los festivales, se odian tanto como se aman, cada una ve en la otra lo que no es, saben de sobra que pasarán unos cuantos años antes de conseguir una estatuilla dorada. La timidez de Scarlett es impostada, mientras Natalie reflexiona sobre la fugacidad del estrellato y el triste destino de las niñas prodigio. Ambas se esconden por un momento de los flashes, comparten un cigarrillo en silencio, pensando en que tienen suerte de todavía aguantarse a sí mismas ... Se abre de nuevo el telón, la función debe continuar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por repartir comentarios, escribo aqui para celebrar los pechos de Scarlett y la leyenda de los impolutos.
Lo grande de tener un congelador de datos y emciones en el cerebro (como el tuyo) es que te permite evocar hazañas como la de los impolutos, que siempre me provocaron una agradeble mezcla de risa, orgullo y seguridad.
A fin de cuentas, en aquel tiempo, con 17 o así, era toda una provocación ir tan jodidamente elegante en discotecas donde los porteros se ejercitaban en su frustración...
Respecto a Natalie, coincido con el tío Frappy, está muy bien escrito y es una intución que huele a realidad...