miércoles, febrero 27, 2008

Los Impolutos


El día que construyamos un museo del 17-O en Doctor Esquerdo a la altura donde gira el 30, los Impolutos tendrán un papel destacado entre la colección de reliquias muchachescas. Entre otros descansarán junto a:

- Los pantalones de cuadros + polo pistacho, el Donald, el TeleTubbie y las Camisetas Pillatas de Txete
- El polo de Argentina del Sr. Fo
- La Trenka y el abrigo negro con franjas amarillas que identificaba a Caladero en sus interminables paseos por el Red Light District
- La sempiterna camisa cranate del Sr. F y esos polos negros que tanto le gustan.
- La americana verde de pana modelo Suresmes de LJ
- Los vaqueros caídos y las cholas oficiales de Pete
- La primera cámara Casio amachumbradora-ultraplana de Dalabarrila
- La braga de Palankito que perdió y recuperó enfrente del Vaivén, gracias a sus plegarias a San Teleco

y tantos otros ítems tan apolillados como cargados de recuerdos.

Los Impolutos deben su fama a su perenne brillo e insaciable pulcritud. Comenzaron a inmacular los garitos de Madrid allá por el año 97, beneficiándose de la tirria que los puertas siempre le han tenido a las zapatillas de deporte. Ningún gorila se atrevió nunca a cuestionar la idoneidad de los Impolutos a la hora de dar lustre al prestigio de cualquier antro o discoteca en la que tuviéramos a bien parar.

No sabría decir cuando pasaron a mejor vida los Impolutos de primera generación, probablemente fueron víctimas de una mala patada a algún bote, durante una vuelta a casa con las manos vacías, o algún resbalón en suelos cenagosos mientras buscábamos una lentilla perdida, en una de esas fiestas en las que cada oveja buscaba a su pareja y, al final, acabábamos rescatando nuestros abrigos de un ropero en el que utilizaban bolsas de basura a modo de perchas, para abaratar costes y pillar más de cara al viaje de paso de Ecuador.

Los Impolutos de Segunda Generación fueron bautizados así por el dueño de las gafas de "Oda a unas Gafas", sin duda uno de sus más acérrimos seguidores, admirador de su total desprecio a las modas pasajeras y su porte marcial, casi como diciendo: por muy caótica y etílica que sea una noche, nosotros siempre estaremos ahí abajo, recordándoos que hay cosas que nunca cambian ... ni falta que hace.

Durante la era del Botellón, los parques más reputados de la capital probaron la invulnerabilidad de los Impolutos. Por muy arenosa y salpicada que se pusiera la cosa, nada conseguía alterar la infinita limpieza de esos zapatos, fabricados a fuego lento, sobre el cráter de un volcán milenario a punto de entrar en erupción.

Madrid se le quedó pequeño a los Impolutos y decidieron probar suerte en Plazas muy distintas de las Ventas: Salamanca, Gandía, Linzemolinos, Sanxenxo, Benalmádena, Sevilla, Txetejoyosa, Tenerife o Lanzarote, fueron algunos de los lugares comunes donde se probó su rictus imperturbable ante cualquier desafío. Con tamañas herraduras no había enemigo demasiado grande, ni culo que no mereciera una certera patada a tiempo.

Allende los mares, los impolutos demostraron que no necesitaban pasaporte para convertirse en una leyenda internacional. Desde Burdeos a Nueva York, fueron peinando las calles en busca de una mala tormenta que se atreviera a probar su inimitable consistencia. Cierto es que las últimas generaciones (5ª y 6ª), fueron adquiridas a escasos metros del estadio donde Tassoti le partió la jeta a Luis Enrique, pero siempre bajo los estrictos estándares que siempre caracterizaron a sus predecesores: sobriedad, robustez, versatilidad, elegancia discutible y polimorfismo nocturno.

Siempre recordaré la noche en que un vaso de Sambuca mal flambeado, desafió la inalterable virtud de los Impolutos. Los peculiares reflejos de los que dotan a aquellos que los calzan, salvaron al mito de una derrota segura; pocos instantes después, los incondicionales del Big Bamboo rompían en estruendosos aplausos: Siempre nos quedarán los Impolutos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaajajaja, divertidísimo post crack, uno de los que más me han hecho reir. Por mi parte brindaré pertrechado con mi camisa impoluta (quizá ya no tanto) cranate por las varias generaciones pasadas de impolutos y por las venideras.
Un abrazo.
Señor F.