sábado, abril 05, 2008

Shangri-La



Los de Birmingham se hicieron esperar todo lo que sus desconocidos teloneros les permitieron, una sensación de duda razonable flotaba en el selecto ambiente de unos pocos miles de jóvenes escapados de sus frustradas y ligeramente emancipadas vidas, que llevaban esperando desde el mítico concierto de los Killers para reeditar unos gritos irreproducibles mientras votaban al son de una música no bailable.

El acento indescifrable del líder de los Editors lanzaba "Gracias" y "Holas Madrid" a un respetable que seguía preguntándose que hubiera hecho con su entrada si aquella tarde se hubiera jugado un Manchester-Madrid, puestos a elegir entre el placer sensorial y la devoción a unos colores (o la ausencia de ellos).

Acudimos a nuestra cita con las cenizas volátiles de Ian Curtis, esta vez las palmeras de La Riviera nos permitirían oler como crece la música del segundo mejor grupo de las islas (¿después de los Artic Monkeys?). El loco del escenario respondía al nombre de Tom Smith y no paraba de subirse al piano y los bafles, para demostrarnos que estaba más en forma que nosotros, que ya no tenemos 20 años.

Sonaron 20 canciones muy parecidas, a ratos era obligado dudar entre la repetición, el déjà vu y los temazos de un par de discos redondos. Fueron de menos a más, obligando al público a gritar mucho más fuerte que cuando capoteaban en la plaza de toros del Coco Loco, oyendo como futuros jugadores del Olimpiakos perdonaban vidas y dejaban apuntarse tantos a las lugareñas.

El talento sin garra no vale gran cosa, a los Editors les sobra de ambos, sus voces de ultratumba resuenan en nuestras conciencias de tipos demasiado jóvenes como para haber vivido los mejores años de los Cure. Un cover es lo que Hector del Mar llamaría "recordar es volver a vivir", si los homenajeados son Bobby Smith y los suyos, ese "Lullaby" es mucho más que una declaración de intenciones. "Control" fue lo que nunca se echó de menos en una noche inolvidable en la que 2500 privilegiados pudimos mojarnos las barbas en el mejor sonido post-punk del Planeta.

Satisfechos como un cochinillo salvado de la parrilla, nos fuimos a casa con la sensación de que cuando vas a un concierto es importante saberse las canciones que van a sonar. Nacimos demasiado tarde para admirar a los Joy Division y demasiado pronto como para no entender sus frustraciones.

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