domingo, noviembre 04, 2007

Lazaros Caladeropoulos


"Conmigo no tienes que fingir. No tienes que decir nada. Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no? Sólo tienes que juntar los labios y soplar. Y yo acudiré a tu llamada."

Lauren Bacall, "Tener y no tener"


Resucité una mañana de martes por la tarde. Durante mi convalecencia viví una extraña mezcla del fundido en negro del que hablaba Tony Soprano y la típica luz al final del tunel. Lo importante es que aún seguía vivo y, de ahora en adelante, haría de la venganza la única razón de mi existencia.

Los disparos de los facinerosos SOLFOS me hicieron añicos el hígado y, a falta de un donante compatible, los médicos decidieron implantarme uno biónico. Mi nuevo y futurista órgano se regeneraba de forma instantánea, por lo que a partir de ahora podría beber como si no hubiera mañana, sin llegar a reventar. Siempre había admirado al bueno de Humphrey, inmune al alcohol, pegado a la silla de cualquier bar, bebiéndose hasta el agua del Océano, sin que apenas le afectara. Ahora podría parecerme un poco más a él.

Tras rehabilitarme y reinsertarme en la sociedad, decidí dejar el cuerpo de una vez por todas, estaba demasiado cansado de la incompetencia de mis superiores. Iba a impartir justicia a mi manera, empezando por los mafiosos de medio pelo que convirtieron mi hígado en pepsi-cola.

Conseguí una entrevista en el O2 Wellness del Barrio de Salamanca, necesitaban un profesor de salto de seto. Al parecer, esta noble disciplina se había puesto de moda entre las pijo-flautas del lugar; porque, según un estudio, contribuía a eliminar celulitis, patas de gallo y rejuvenecía las facciones mucho más que el botox. Gracias a las lecciones que el Sr. Fo impartió en Txetejoyosa, me consideraba preparado para profesear la materia.

Me hice con el puesto, allí estaba yo de nuevo, agarrando al toro por los cuernos y dispuesto a contactar con Thalia, antigua alumna de la SOLFA, socia del O2 y mujer del seleccionador nacional de balontiro, que seguro tendría valiosa información sobre la conspiración que a punto estuvo de dejarme criando malvas para los restos.

A parte de saltar, tenía que regar y podar los setos del O2, eso consumía gran parte de mi tiempo, a la vez que desarrollaba en mi una poderosa conciencia Zen, que lejos de llevarme a la paz de espíritu, hacía todavía más profundos mis deseosos de venganza. Era hora de acabar con las manzanas podridas de mi promoción, de montar mi propio Puerto Urraco, empezando en el Barrio de Salamanca para acabar conquistando el distrito de Tajuñatalaz

¿Continuará?

1 comentario:

Anónimo dijo...

ahí,ahí...no podía de ser de otra forma...Caladero for ever!!!

nos vemos pronto Muchachos!