martes, noviembre 18, 2008

Si no hubiera mañana


Robert Müller es un portero de Hockey de 28 años y padre de dos hijos pequeños. En el año 2006 se le detectó un gliobastoma en el cerebro, un cáncer muy agresivo y de rápido crecimiento que consume la vida en muy poco tiempo. En lugar de venirse abajo, Müller afrontó la enfermedad con entereza y tras una operación en la que se le extirpó parcialmente el tumor, volvió a las pistas de hielo tres meses después.

Lejos de quejarse por su suerte, el bueno de Robert declaró "Soy muy afortunado. Sé que me queda algo del tumor dentro, pero tengo que ser positivo". En su regreso ayudó a su equipo a conquistar el subcampeonato de la liga alemana y tuvo la oportunidad de defender los colores de su selección en el Mundial de Canadá.

Robert siguió con su vida de deportista, con sus entrenamientos y dedicándose en cuerpo y alma a su gran pasión, el hockey hielo. Sin embargo, el pasado verano, en una revisión rutinaria, el cáncer volvía a hacer acto de presencia y esta vez más grande y agresivo que antes.

Müller volvió a pasar por el quirófano, pero esta vez tampoco se pudo extirpar el tumor en su totalidad y los restos que quedan le oprimen las venas del cerebro cada vez con mayor vehemencia.
De hecho, los médicos que le tratan se han dado por vencidos, algo que aún no ha hecho Müller, y tan sólo le auguran siete semanas de vida. Según su oncólogo: "La mayoría de los pacientes de este tipo de enfermedad no supera el año de vida y tan sólo el 3% alcanza los cinco años".

Ni siquiera 50 días de vida y Müller sigue con la misma alegría de siempre. "Sólo pienso en el hockey", dice. "Ahora mi único objetivo es disputar el arranque del Campeonato alemán y agradecer de esta forma a mi equipo la confianza que han depositado en mí", prosigue el portero germano, que reconoce no tener dolores ni minusvalías para poder seguir jugando. Aunque avisa de sus intenciones: "Quiero que se me trate como al resto de mis compañeros, no quiero jugar por compasión".



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