martes, octubre 23, 2007

Escualo


Después de un verano en el que la Sexta nos ha machacado sin piedad con infinita publicidad de "Shark", teníamos ganas de ver si la serie era tan buena como nos la vendían o era una de tantas abocadas a acabar emitiéndose más allá de la medianoche.

"Shark" es un cruce entre "House" y "La Ley de los Angeles". Tiene todo el glamour de Beverly Hills: los cochazos, las tías buenas, las palmeras, el sol perpetuo ... pero a la vez nos muestra a ratos el L.A. insomne y truculento de "Crash": el de las minorías mayoritarias, el aislamiento automovilístico y las malas avenidas que conducen inexorablemente a la muerte y la corrupción.

James Woods es uno de los mejores actores vicos, un raro especimen tan infravalorado como de culto. A sus 60 años se echa la serie a sus espaldas, fabricando constantemente frases lapidarias, que derrochan tanto talento como ausencia total de modestia. Su personaje va mucho más allá del amargado House, se trata de un abogado estrella reconvertido en fiscal, por obra y gracia de unos remordimientos más que inesperados.

Los secundarios de la función son guapos o muy guapos. Ellos representan a las distintas razas y comunidades de la ciudad. Están ahí para darle los pies al Tiburón y que se los meriende uno a uno antes de que vuelva a subir la marea.

El contrapunto familiar lo pone la hija de Woods, interpretada por Danielle Panabaker y que, a todos los efectos, es una versión rejuvenecida de Gabrielle Anwar, aquella actriz capaz de reencarnarse en las criaturas más adorables sobre la faz de la tierra, como bien demostró en "Esencia de Mujer" y "Cosas que hacer en Denver cuando estas muerto".

"Shark" se ha convertido en el estandarte de la Sexta, de la misma forma que "House" lo es de Cuatro. Los argumentos son siempre muy similares, pero la genialidad de Jimmy Woods y el sol amarillo y purpura, justifican sentarse cada jueves en frente de la televisión, para nuestra dosis semanal de verdad relativa y subjetividad justiciera.

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