jueves, abril 09, 2009

Salmones en el río de la vida


Bajo toda la costra de su excelente maquillaje, "El curioso caso de Benjamin Button" esconde una gran película, mucho mejor que "Slumdog Millonaire" u otras parecidas a ella, como "Forrest Gump", que en su día arrasaron en los Oscars. Es una cinta sin alma, un relato vacío de sentimientos, pero plagado de emociones, pura contradicción capaz de enternecer al mismísimo Boyero y de hacer que veamos su final como el comienzo de otra historia.

La armonía de las casualidades puede convertir una historia de Scott Fitzgerald en una reflexión sobre el absurdo de nuestras vidas, cuando se trata de medir los esfuerzos que gastamos a diario. Nuestras líneas vitales siempre han ido paralelas y nunca nos habíamos preguntado que pasaría si tuvieran que ir contra corriente a las de todos los demás.

Benjamin Button es un personaje de Coppola, una criatura víctima de una naturaleza distinta y no elegida, con unas manecillas de reloj clavadas en un destino infausto, que le hará disfrutar de la vida con el hambre de aventuras de un adolescente y las prisas de los que saben que ya no les queda mucho tiempo por vivir.

Cate Blanchett no es la actriz más sexy ni nunca lo será, pero interpreta como nadie a criaturas etéreas, hadas que se cruzan en nuestras vidas para completarlas cuando nada parece tener sentido. Su papel es un secundario que hace encajar todas la piezas de un puzzle, que creíamos haber visto en pantalla mucho antes, una historia repetida pero culminada a la manera de un elegante aplauso final.

Con Pitt nos moveremos atrás y adelante en el tiempo, viajaremos por el Nueva Orleans más mágico y sucio, en busca de una explicación para lo inevitable, un entretenimiento del que acordarnos cuando el tiempo corra en nuestra contra, una historia sencilla para salir del cine pensando en la nuestra propia.

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