domingo, septiembre 21, 2008

El Comandante salió a fumar y los Muchachos se amotinaron en el Cantarranas



Un escenario de nuestro pasado, cubierto de hierba y sueños rotos; sirvió de pista de despegue para un concierto mayúsculo. La reivindicación definitiva de un artista total, el ejemplo perfecto de que por muy hundidos que estemos siempre podemos salir adelante. Andrés lleva toda la vida entre nosotros, formando parte de nuestra conciencia, desde que nos enamorara de su "Flaca" y hasta que nos llevó a gambetear con la pelota por el cesped del Estadio Azteca.

La Albiceleste con el 22 de Calamaro, es el símbolo perfecto de un personaje que nunca llegó a tomarse demasiado en serio a sí mismo y que valora la amistad por encima de todas las cosas. Los artistas en nuestros días llenan estadios botelloneros, con la misma facilidad que antaño rellenaban sus petacas con canciones mayúsculas, capaces de emocionarnos y de estar ahí para hacernos reír y emocionarnos, a partes iguales.

El Comandante quería dar un recital de 3 horas, pero las autoridades metieron la tijera y le dijeron que se moderará, que comprimiera su magia en 130 minutos de canciones de siempre y lenguas populares. El tío Jaime Urrutia salió de su frasco de formol, para recordarnos que hay tupés que nunca mueren y que se puede tener hermanos nacidos allende los mares, que siempre nos harán más grandes con sus elegías y sus églogas.

En las barras del Cantarranas las copas se multiplican por dos y acabas postrado a seis filas del escenario, en una noche que anunciaba lluvia pero en la que lo único que cayeron del cielo fueron los aullidos crepusculares de un porteño que se siente madrileño, catalán o lo que toque. Allá donde paremos, estamos condenados a mimetizarnos con los lugareños y acabar cantando a voz en grito, batiendo palmas y exaltando amistad, amor y honestidad brutal.

Miles de fieles se rindieron ante el cabeza de cartel de este evento, parcialmente patrocinado por el Metro y la Comunidad, que por una vez invirtió bien su dinero, en una orgía de vasos de mini, hielos, alcohol y cortezas de las que hacen bola. Casi nadie recordará el alisado de pelo de Melendi, ni al resto de convidados al recital del Comandante que se bamboleó por el escenario con la contundencia de un Muchacho calzado con Impolutos.

Nunca echaremos de menos lo suficiente no haber podido ver el mundial del 78, pero gracias al Tío Andrés, seguiremos deslizándonos por la Montaña Rusa con una sonrisa en la boca, sabiendo que pronto habrá otra parada para avituallarnos de energía en mitad de ninguna parte, disfrutando de la mística de CaraDeMalo y su incontinencia musical, vital y cenital.

1 comentario:

zerep79 dijo...

Grandísimo post Muchacho, un placer haberlo leido y un agradecimiento muy grande por tu compañía en el Cantarranas. Espero que podamos compartir muchas veces más la magia del Comandante.
Un abrazo muy fuerte