sábado, julio 26, 2008

Hacia Rutas Macabeas III: La Vista desde el Atardecer


Acabo mi particular Cruzada o peregrinaje por Tierra Santa, con la sensación de que tal vez haya aprendido algo de todo esto. Me alegro de haber ido para allá y mucho más de haber vuelto de una pieza y no tener que regresar por allí en un futuro inmediato.

Se confirmaron mis sospechas de que mis orígenes son 100% sefardíes, tanto por apellido como por parecido físico, como por los orígenes toledanos de mis antepasados. Los lugareños siempre intentaban hablarme de primeras en hebreo y cuando les decía que no entendía ni papa, se me quedaban mirando como si les estuviera vacilando. En general me han tratado bien y en la parte de trabajo, apenas me han buscado las cosquillas.

Escuchar el parte horario de noticias en la radio es una obligación para los habitantes de un país que en cualquier momento puede volar por los aires. El odio a los árabes es totalmente recíproco y se les inculca en esa mili (3 años para ellos, 2 para ellas) en la que se les enseña como defender su patria y su bandera frente a los vecinos que tanto les odian.

Israel es una tierra de contrastes en la que judíos ortodoxos se mezclan con adolescentes lascivos que solo buscan evadirse, en un país a medio camino entre el caos de los países tercermundistas y el sueño americano de los States. Al doblar una esquina puedes pasar de un barrio de fabelas moras a otro de grandes avenidas verdes con palmeras y lagos, al más puro estilo Beverly Hills.

Su gatronomía mezcla las influencias árabes y judías (Falafel, Humus, Kebap, Schnitzel ...) con la comida basura y los excesos norteamericanos, como moneda de cambio por la protección de los States, sin los cuales hace años que les hubieran echado de aquí. El precio político hay que pagarlo en visitas de Obama, al que por estas tierras se le considera un Blandengue Musulmán que como gane las elecciones, llevará al Mundo al desastre supremo.

Pasas por la ciudad del otro gran Maccabi (el de Haifa) y te cuentan que es la ciudad del Bahaísmo, una variante del Islam en la que para acercarse a Dios se construyen espectaculares jardines en laderas de montañas que tienes la oportunidad de contemplar desde la misma carretera desde la que se puede divisar el MIT de por aquí, sitio donde se cultivan los ingenieros que posteriormente trabajarán en la floreciente industria Hi-Tech de por allí.

Las empresas israelitas coleccionan patentes de la misma forma que en España coleccionamos Constructores Megamillonarios, Políticos Enfangados en Escándalos Urbanísticos o Especulatas de Medio Pelo. El I+D que se hace es para venderlo y no para desgravar, como el nuestro. Por lo demás, la pinta de los centros de trabajo y de los que allí curran, es la misma que en España, solo que a final de mes deben cobrar tres o cuatro veces más que nosotros, pagando la mitad de hipoteca: creo que a estas diferencias se les suele llamar calidad de vida y explican porque aceptan vivir en eterna tensión.

1 de cada 3 coches en las carreteras israelitas son el Mazda 3 de LJ y el combustible es todavía más caro que en Europa; es lo malo de llevarse mal con la inmensa mayoría de los países de la OPEP. La Mano de Elías se ha convertido en el Nokia Arena y el caos circulatorio te da la despedida de esa Tel Aviv espectacular y salvaje a la que te daría igual no volver jamás. Descubres que es posible encontrar Paulaner de Barril en algún bar-restaurante, en el que te refugias del calor extremo y empiezas a pensar en esas salchichas de cerdo con mostaza dulce que te comerás nada más llegar a casa; porque puede que tus antepasados fueran sefardíes pero tú no lo eres y, por tanto, puedes comer y beber lo que te apetezca, cuando te apetezca. Salud y Weissbier para todos.

sábado, julio 19, 2008

Hacia Rutas Macabeas II: Un Muchacho en Tierra Santa


Mi peregrinaje me llevó a la ciudad triple Santa en pleno Sabath. Como le gustaría a Walter, apenas había coches en las autopistas y en menos de una hora completamos la cuadratura del círculo que une Tel Aviv y Jerusalem: La Ciudad de David.

Miles de misterios religiosos se esconden entre las destartaladas calles de la capital de Israel. El primero que nos reveló el guía fue el del candelabro de las siete velas y toda su simbología. En las afueras, el parlamento y los ministerios sirven de cobijo al corrupto Primer Ministro que es carne de cañón para los ultraconservadores de por aquí.

El Monte de los Olivos nos suena a catequesis y a convivencias, a clases de religión de Justo Rubio o Atanasio. Desde allí se divisan los contrastes del Barrio Viejo, en el que conviven musulmanes, judíos y cristianos; como lo hicieron antaño en ese Toledo que hoy en día sirve de pista de despegue para Aqualoca.

Como bien dice su nombre, el monte esta lleno de olivos y tumbas de judíos. Allí también está el Huerto de Getsemani original; aunque para nosotros siempre estará ubicado en el frontón de Venta de Baños, donde echamos algún buen rato en un par de Pascuas Solferas. En la Iglesia del Huerto se pueden encontrar españoles en plena misa, que te hacen sentir como en casa, por primera y única vez en todo el día.

En la planta de arriba de la Tumba del Rey David del Monte Sión, se celebró la Última Cena; el guía lo cuenta con condescendencia, como cuando Atanasio nos hablaba de la Cienciología del diácono Tachín o de los Mormones de Jose Smith. Te empieza a tocar los huevos cuando echa la culpa en exclusiva a los romanos de la muerte de Cristo y te dan ganas de hacerle ver 100 veces seguidas la pasión de Mel Gibson, sujetándole las pestañas con esparadrapos, al más puro estilo Naranja Mecánica. Debe ser que la Ley del Talión es contagiosa por estas tierras: dan ganas de ser radical con los radicales.

Desde el sitio donde paramos a comer se ve Belén, conocida sobre todo por las figuras navideñas. El guía te sigue tocando los huevos con su defensa del Sr. Bush y decides tocárselos a él preguntándole si Belén está en Palestina. Te dice que no, que está en el país de Israel, pero que como hay muchos musulmanes se han tirado el rollo y le han dado la autonomía. Te dan ganas de invitarle a Madrid y soltarle en mitad de la Demencia para que le enchucen, le sodomicen o las dos cosas a la vez.

Hasta los Armenios tienen su hueco en el Barrio Viejo de Israel. Hay Bazares por todas partes y te acuerdas de lo de los Mercaderes del Templo. Las Ruinas Romanas de la calle del Cardo, se mezclan con la población local, una suerte de Little Marrakech, en la que no te acabas de encontrar en tu elemento. El soplapollas del guía recomienda que no compremos en las pequeñas tiendas que nos vamos encontrando en el camino, que nos va a llevar a una muy grande y muy bonita en la que hasta nos darán de beber. Lo que no cuenta es que los precios serán prohibitivos y de lo que compremos él pillará su parte. Ni el tato compra ni bebe nada, al guía se le queda cara de portero goleao.

La Iglesia del Santo Sepulcro es el lugar más Santo de toda la Cristiandad (menos de los protestantes). Allí caben Ortodoxos, Coptos, Armenios, Etíopes y hasta Católicos. Riadas de gentes abarrotan la Iglesia más importante del Mundo y tienes la misma impresión que cuando estuviste en el Vaticano: la religión es algo que se lleva por dentro, donde quiera que estés y hay otras Iglesias que siempre significarán mucho más para ti.

Te acuerdas de tus seres queridos que ya no están y lo mucho que hubieran disfrutado ellos estando allí, los echas de menos como siempre y piensas que todo sería mucho más emocionante si estuvieran allí contigo… y te das cuenta de que lo están, que uno de nuestras obligaciones en la vida es perpetuar su recuerdo y ser sus ojos, sus palabras y sus pies que pisen por vez primera Tierra Santa, con la fe de los que siempre te quisieron por encima de todas las cosas.

Decides que esta vez no vas a consumir nada y te llevan al Muro de las Lamentaciones como colofón a una visita guiada tendenciosamente semita. Te hacen cubrirte la cabeza con una kipah de cartón, que cuando te la quitas te sigue pesando como una losa y separan a los hombres de las mujeres para no moverse ni un ápice de su tradición. Te cuentan que allí cerca empezó todo, que Abraham sacrificó a Isaac y ves a los clásicos judíos bamboleantes, que te darán pie para tocarle los huevos con tus preguntas al guía por última vez: ¿Por qué se mueven tanto esos tíos delante del muro? Y ¿por qué pelotas me tengo que cubrir la cabeza cuando entro allí?

La visita acaba pronto, lo que viene a partir de ahora ya no será Turismo. Le pides a tu Dios que te de fuerzas y paciencia para soportar la condescendencia y tocamientos de pelotas varios que te espera esta semana. Sabes que te las dará, porque nunca te ha fallado y le acabas dedicando a este post a todos los que se lo merecen y lo leerán con una sonrisa desde el Más Allá.

viernes, julio 18, 2008

Hacia rutas Macabeas I: Tel Aviv Blues


Tel Aviv es la ciudad del equipo al que el Estu derrotó en los cuartos de final de esa Euroliga en la que alcanzó la Final Four. Aquella vez pisamos el parquet del Palacio, de la misma forma que hace tan solo unos meses hicimos lo propio en el Telefónica Arena, en el que parecía el último partido del Estu en la ACB que veríamos en directo.

Siempre hay lugar para la esperanza y en pocos lugares de la tierra este mensaje está tan claro como aquí. Esta urbe ejerce de capital in pectore, por el miedo que infunde a las embajadas la salvaje y santa Jerusalén; y es una suerte de Benidorm judía, en la que la tradición Kosher se mezcla con una playa espectacular y una ciudad que jamás duerme.

Los controles de seguridad son infinitos para poder llegar a este país, pero al final merecen la pena. Son tan mediterráneos como nosotros o más, gente mestiza en la que las narices rotundas se mezclan con rasgos moriscos y nos hacen sentirnos como en casa… cuando vemos alguno de nuestros primos lejanos sefardíes.

Son tan radicalmente pragmáticos como, a ratos, educados. El instinto de supervivencia rige sus vidas por unos senderos en los que la ultra-venganza no es más que el miedo a otro Holocausto, o las ganas de, por una vez, ser ellos los que golpean primero. El Krav Maga resume la filosofía vital de un pueblo que se enfrenta a su fátum con artes marciales en las que de cada cuatro golpes, tres son patadas en los huevos.

Hoy es Sabath, y me acuerdo del Nota y de Walter, sobre todo porque me he enterado de que existe una religión que venera esa peli de culto a la que le debo más de un post. Frente al paseo marítimo de Tel Aviv, devoro unos calamares que no saben como los españoles, pero que había que probar, tomándomelo con calma, con la nula prisa del turista laboral que hace unas horas pisó por primera vez Asia. Nada más llegar al hotel, he bajado a darme un baño en el mar con la ansiedad de un Muchacho que llevará cinco años sin pisar la playa; y la esperanza de divisar en el horizonte, las torres de Txetejoyosa.

Hace dos semanas peinaba las calles en las que la Gestapo y la Stasi camparon mucho tiempo a sus anchas; hace apenas siete días hacía piernas subiendo y bajando los escalones de nuestra Capital; mañana pisaré por primera vez Tierra Santa; y en dos semanas más estaremos visionando la Feria del Alvariño de Cambados ©(viaje patrocinado por Fortasec). No sé si como decía el anuncio de Cuatro “Somos lo que hemos viajado”, pero lo que esta claro es que: "Hemos viajado lo que somos". Un abrazo muy fuerte desde la otra punta del Mare Nostrum.



lunes, julio 14, 2008

Ich bin ein Berliner


Si Hitler o Stalin levantarán la cabeza y vieran en lo que se ha convertido "su ciudad", volverían corriendo a la tumba o intentarían quemar una urbe en la que un día pastaron a sus anchas algunos de los genocidas más afamados de la historia, y que hoy en día es una amalgama multicultural de contrastes infinitos, en la que todo es posible.

La parte comunista de la Friedrichstrasse, se ha convertido en un sucedáneo de la Quinta Avenida neoyorquina. Las tiendas más exclusivas se mezclan con viandantes ávidos de historias y cerveza local. El Oso de la Berliner Pilsner es el mismo de la Berlinale, el emblema de la que antaño fue capital del reino y el imperio Prusiano.

Desde el Checkpoint Charlie se divisa el absurdo de la Guerra Fría: como la Utopía se convirtió en pesadilla y la doctrina de Carlos Marx tuvo que hundir la rodilla en el fango por culpa de unos totalitarismos que siempre acaban criando malvas, después de llevarse por delante las vidas y esperanzas de millones de inocentes, que nacieron en la época equivocada en un lugar en en el que el respeto por la libertad era tan solo un sueño.

"Good Bye Lenin" y "La Vida de los Otros" son las dos caras de la moneda de la nostalgia por la Alemania del Este. Desde la Torre de la Televisión de la Alexanderplatz se divisan las fronteras imaginarias de un muro que separó dos mundos, unidos por los pasadizos del metro; y que acabaron uniéndose en una ciudad espectacular, con una personalidad única y salvaje, en la que caben incluso festejos filo-yankees por el 4 de julio, a tan solo unos metros de puestos callejeros con banderas rojas de hoces y martillos.

El Parlamento, la Puerta de Brandemburgo, la Catedral, decenas de museos de todo tipo ... Berlín es un sitio para perderse y en el que el aburrimiento es imposible. En las tabernas alemanas que tanto nos gustan, podemos degustar un codillo cocido que no está tan bueno como el asado del Haxn Bauer muniqués, pero que es parte esencial una gastronomía tan básica como adictiva. Diesel es nuestro último descubrimiento en una tierra, en la que hasta es posible hacer claras con coca cola.

Este Berlín tan Boyeresco se consolida con fuerza en el top 5 de ciudades imprescindibles que hay que visitar cuanto antes si no se ha hecho ya. La magia de la Postdamer Platz, es la de "Magnolia" o "La Delgada Línea Roja". Siempre habitará allí un pedazo de nuestro inconsciente colectivo, capaz de sobrevivir a cualquier guerra; para demostrarnos que, gane quien gane, habrá cosas que nunca cambien, o solo lo hagan para mejor. Próxima estación: Tel Aviv.

miércoles, julio 09, 2008

Post de Viena que convalida el post de España Campeona de Europa



Ya no nos moriremos sin haber visto a la selección absoluta de fútbol ganar un título. La noche del 29 de junio, nos acabamos de quitar las telarañas y esa vitola de perdedores sin suerte que nos acompañaba desde tiempos inmemoriales. Viena fue el escenario del triunfo, la misma que un día fue capital del Imperio Austro-Hungaro, la de Sissi Emperatriz, Mozart y, sobre todo, la de "El Tercer Hombre".

La capital de Austria se ve en un par de días, siempre que no se sea adicto a los museos o se disfrute como un enano con la inmersión cultural. Los vieneses llaman Schnitzel al Cachopo y es su plato más emblemático; aunque no le ponen queso, ni salsa, ni pimientos, ni nada que no sea el propio escalope, que tampoco es tan grande como el de la Gaspara.

Viena está repleta de historias, de palacios, de inmigrantes otómanos y de todas las naciones del Este de Europa. Para nosotros siempre será la ciudad de Harry Lime y de la noria del Prater. El Danubio la baña con su caudal infinito, que a ratos se convierte en una improvisada playa cuando el sol calienta. La Stephansplatz es el centro neurálgico de una ciudad adicta a la música clásica y a un pasado más melancólico que traumático.

En Viena es imposible encontrar los colores de la roja, porque los afortunados que vieron la final en vivo, arrasaron con todo el merchandising que se fabricó pensando en un equipo que jamás pasaría de cuartos. Hay que quitarse el sombrero ante Luis por haber soportado a todos los que le han criticado durante años. Como ya sospechabamos, al final los que resisten son siempre los que ganan.

Las ciudades imperiales no son lugar para Muchachos, porque no acaban de entender por qué Adrián, Pertierra o el que fuera, jamás pasaban en clase del siglo XVIII. No paladeamos el valor de una cultura que nos es ajena y nos obsesionamos con la noche que nos liberamos por fin de todos nuestros complejos, una noche para presumir de equipo nacional después de infinitas decepciones.

La tarde que España cayó ante la Yugoslavia de Stoikovich en el Mundial de Italia 90, mi portero me dijo: "en noches como esta hay que irse a la cama sin cenar". Una mayoría de edad después, recuperé aquella cena, acabándola con una Sacher Torte frente a la Opera de Viena, esa ciudad en la que una noche de junio por fin nos dieron esa copa que tantas veces nos habíamos bebido: la de los mejores de Europa