jueves, noviembre 06, 2008

Pactar con el diablo


Hace década y media, Alessandro Del Piero surgió de la cantera de la Juve, como sucesor natural de Robbie Baggio: la penúltima esperanza fantasiasta del Calcio post-Sacchi. Con los años se ha demostrado que Del Piero era otra cosa: un superviente nato que una noche de marzo le entregó su alma al diablo a cambio de una carrera futbolística perenne e inolvidable.

La Juve del primer Del Piero era la del viejo Lippi, su filosofía de juego consistía en "Presión a Tutto Campo y Velas al Vento". Había barra libre de pociones mágicas en la caseta, mientras jugadores talentosos como el propio Del Piero o Vialli, compartían vestuario con auténticos tronquetes como Conte, Ravanelli, Lombardo o Padovano. Aquella Juve tenía carisma, su fútbol era aburrido, pero daba la sensación de poder ganar a cualquiera, incluso al plástico Ajax de Van Gaal y todos aquellos tulipanes que acabarían jugando en el Madrid o el Barça.

Florencia, año 97, un joven Muchacho que meses después cumpliría la mayoría de edad, adquirió por la módica cantidad de 105.000 liras la zamarra de la Vechia Signora, como no tenían la de Zidane, se tuvo que conformar con la de Alez Del Piero. Aquella camiseta perecería antes de que el Madrid se reencontrara consigo mismo una noche de mayo en el Amsterdam Arena y fue un símbolo más del final de una época, un cambio de ciclo tan necesario como inevitable.

La historia de la Champions es la de la Juve y el Madrid, dos eternos candidatos al título, condenados a cruzarse infinitas veces en el camino, con los pelos como escarpias por culpa de ese himno que escuchamos por primera vez en directo un miércoles del año 95, cuando el Madrid de Valdano se enfrentó al Ajax campeonísimo de Europa. Eran otros tiempos, días de pcfutbol, pccalcio y yankeelandias. Nuestras personalidades se iban forjando sin sospechar que muchos años después, la nostalgia nos envargaría recordando aquellos días extraños.

El fútbol moldeó nuestro carácter, nuestra capacidad de reacción o quedarnos quietos ante las adversidades, gracias a este deporte, aprendimos a asumir nuestra condición de loosers o encabronarnos hasta el infinito cuando decidíamos que algo no era justo y que, por algún motivo, merecíamos nuestro pedacito de gloria.

Del Piero representa la madurez de nuestro estigma, la capacidad de enfrentarse a un año en el infierno a cambio de la esperanza de volver a tocar el cielo de la Champions. La suya es la historia de un tipo que siempre creyó en si mismo, sobre todo cuando nadie creía en él. Un capitán que aprendió a marcar goles decisivos cuando en su equipo ya solo juegan paquetes. Su espíritu revolucionario se llevó la ovación del Bernabeu, un premio al alcance solo de los más grandes. Anoche Del Piero hizo historia, ya nunca olvidaremos su gesta, ni lo mucho que merecía esos aplausos.

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