Habían pasado siete años desde la última vez que pisé las Canarias, más de un lustro desde que surcara las olas del Medano a lomos de mi tablilla con vela de Windsurf, sintiendo el viento sobre mi engominado cogote. No diré que fue fácil, pero es obligado decir que mereció la pena.
Lanzarote es un paraje que sufre una dulce decadencia, la isla sabe de sobra que no sería nada sin el caballero de la mesa redonda que la dio nombre ni sin Cesar Manrique, su hijo más famoso, que la convirtió en un foco turístico de marca mayor.
Cuando los carteles del aeropuerto están primero en alemán, luego en inglés y, por último, en español; es una señal inequívoca de que los guiris han colonizado la isla. A nosotros nos tocó hospedamos en PUerTO Calero, en el Hesperia, un 5 estrellas de esos que te ofrecen una copa de cava cuando haces el check-in. De nuevo estábamos In the middle of Nowhere, habían pasado 16 años desde que parara en el Oasis de Lanzarote, pocas cosas habían cambiado en la isla desde entonces, seguían sin dejar pegar carteles en las paredes ni tirar cosas al suelo.
El Mojo Picón y las Papas Arrugadas son el alimento más autóctono. Verde o rojo, el Mojo no tiene nada que envidiar a la salsa brava del O'Nabo. El Gofio es una suerte de espinacas popeyescas para los campeones de lucha canaria, un poco de este manjar contiene más energía dopante que toda la creatina del mundo. A lomos de mi camello (que en realidad era un dromedario) volví a visitar el Restaurante del Diablo, ese en el que te chamuscan el solomillo en el crater del volcán.
La lava templada del Timanfaya esconde tesoros cinematográficos como los rodajes de "Mararia", "2001, una odisea en el espacio", "El Planeta de los Simios" o esa película en la que Jane Fonda hacía de mujer de las cavernas ataviada con muy poca ropa. Un paseo selénico por el Timanfaya no hace sino recordarnos lo mucho que echamos de menos tierras más verdes y cerveceras.
A la pregunta ¿Tienen Jameson con Ginger Ale en Lanzarote? He de contestar que sí, aunque los lugareños prefieren el Ron Arehucas, por aquello de que es el de la tierra y lo dejan envejecer en barricas elaboradas con madera procedente del Drago Milenario. Arrecife es la capital de la isla y esconde garitos con nombres plagiados de la zona de Juan Bravo, como el Doblón, el Tantra o la Botellita.
Lo peor de las Canarias es el Loro Parque y lo mejor es el LagOmar, que es la casa que Manrique le construyó a Omar Shariff y que el bueno de Omar perdió en una partida de cartas. Desde entonces, el LagOmar se convirtió en un restaurante y un garito en el que por la noche acuden los conejeros más Pirros Flautas (Pijos Flautas con ínfulas de indies de postal) a escuchar acid jazz, trip-hop y beber Pampero mezclado con Canada Dry.
La arquitectura del LagOmar es tan onírica como naturalista, su objetivo es aprovechar las rocas y las burbujas volcánicas para construir esas piscinas que tanto nos recuerdan al Lago Martianez (allí donde conocimos las curvas protutéricas de las chicharreras) y grutas encaladas que parecen sacadas de la cabeza de John Malkovich.
Al día siguiente había que madrugar para KiteSurfear por Famara, la playa en la que me convertiría de nuevo en el Gran Kahuna Godo de las islas guanches, utilizando como banda sonora el último disco de Elvis Crespo. Para iniciarse en el KiteSurf es necesario pasar 3 horas acostumbrándote a la cometa en la arena, los brazos se te acaban entumeciendo y el viento se te mete por todos los rincones de ese traje de neopreno que te han prestado y del que te preguntas cuantos intrepidos habrán muerto con él puesto.
Famara es el Medano de Lanzarote, una playa que haría las delicias de los protagonistas de "John from Cincinnati", la serie que ha sustituido a los Soprano en la HBO. Surfear es una droga dura, una vez que lo pruebas es complicado no querer más, los que vivimos lejos del mar necesitamos aprovechar cada momento en esas playas ventosas como si fuera el último, porque puede que lo sea.
Famara no es Tarifa, pero es la mejor playa surfera de Lancelot, allí fue donde me inicié en el KiteSurf y donde volveré algún día a practicarlo, mientras tanto tendremos que conformarnos con "Los Cristianos", un sitio en el que impera la ley del hampa aronero y en el que volveremos a gañotear en el restaurante de Rosario, fumándonos un puro y brindando con caldos de las islas por el espíritu inmortal de Celia Cruz y Tito Puente.
miércoles, julio 04, 2007
Rompiendo las olas en tierras conejeras
Publicado por crooner79 en 7:05 p. m.
Etiquetas: viajes
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
brillante! vaya descripción, no tiene desperdicio! bueno, ya no me repito más, pero me he estado riendo un buen rato. muy ingenioso!
Publicar un comentario