Creo que la primera vez que vi jugar a Zidane fue contra el Betis en la copa de la UEFA, marcó un golazo desde casi el centro del campo que anunciaba parte de lo que vendría después.
Zidane se presentó junto a Djorkaeff como las nuevas estrellas de Francia en la Eurocopa del 96. Aquel equipo fue a Inglaterra a demostrar que no necesitaban a Cantona para triunfar. Dieron una buena imagen, cayeron en semifinales y presentaron su candidatura a hacer algo grande en el mundial que se celebraría en su país dos años después.
Tras la Eurocopa, Zidane llegó a la Juve como el heredero natural de Platini. La Vechia Signora había ganado la Champions la temporada anterior y en sus años en tierras transalpinas Zizou lo ganó todo menos la Copa de Europa que se le escaparía en dos finales consecutivas. Los años en el Calcio no fueron del todo felices para Zidane, pese a los continuos triunfos, su fútbol no brillaba tanto como con la selección, dónde tenía más libertad y podía demostrar al máximo su calidad.
En el 98 Zidane se convirtió en el Dios del fútbol francés, sus dos goles en la final del mundial contra Brasil redimieron al país más chovinista del mundo que, tras quedarse a las puertas varias veces con Platini, al fin levantaba el máximo trofeo y encima en casa. En aquel mundial quedó muy claro quién era el mejor jugador del momento, a sus 26 años Zizou estaba en plenitud y, pesé a la ida de olla que le costó perderse dos partidos, se convirtió en un ídolo para la sociedad francesa, un lugar que todavía no ha abandonado.
En la Eurocopa del 2000 Zidane siguió con su estela de ganador y tras deshacerse de España en cuartos lideró a su selección hasta el título, arrebatándoselo en la prorroga a los italianos y consagrando a su generación como la mejor de la historia del fútbol francés.
Tras cinco años en Turín, Zidane fue seducido por el madridismo galáctico de Florentino y se convirtió en el fichaje más caro de la historia. A Zizou le costó adaptarse al principio a la liga y muchos fueron los que cuestionaron la conveniencia de su incorporación.
Lo que era incuestionable era que para el madridismo tener a Figo y Zidane jugando juntos era un lujo. Después de años viendo a Maradona, Romario, Ronaldo o Rivaldo vistiendo la elástica azulgrana; los madridistas tenían de nuevo la sensación de que los mejores del mundo jugaban en su equipo.
Sus actuaciones en las semifinales contra el Barça y en la final de la Champions de Glasgow despejaron todas las dudas sobre Zidane y le consagraron como el jugador más elegante que había jugado en el Madrid desde Laudrup.
Lo que ha venido después de Glasgow ha sido una progresiva decadencia, en la que nunca han faltado detalles de su infinita calidad. El equipo se transformó con la llegada de Ronaldo y la salida de su gran amigo Makelele dejaría herido al Madrid, que no ha vuelto a ganar nada desde entonces.
Zidane lo ha ganado todo en el fútbol, el hijo de inmigrantes argelinos ha superado con creces a su gran ídolo futbolístico: el genial Enzo Francescoli, al que tanto admiraba desde las gradas del Velodrome de Marsella.
A diferencia de sus crápulas compañeros de vestuario en el Madrid, Zidane desprende una imagen de Family Man intachable, la clase de padre modélico y abnegado esposo que no se veía en Chamartín desde los tiempos de Illgner.
Pesé a su excelente fama dentro del campo, además de las ruletas también hay que recordar las veces en las que ha perdido los nervios y se ha hartado de las patadas que le repartían los contrarios. A veces ha dado la sensación de que bajo ese Zidane elegante hubiera otro marrullero y revolucionario, cansado de tener que dar siempre buena imagen y al que de vez en cuando le apetece echar una canita al aire, o clavarle los tacos a algún rival que llevaba martirizándole todo el partido.
A Zidane se le pasó el arroz hace tiempo y ha elegido un buen momento para retirarse, en Alemania intentará quitarse la espina del último mundial y de pasó ayudará a los Blues, que le necesitan mucho más que el Madrid.
Por derecho propio, Zizou pasará a la historia del fútbol como uno de los más grandes, ha sido un lujo tenerle cinco temporadas en el Bernabeu y una pena que no llegará unos años antes.
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