miércoles, abril 08, 2009

Segundas partes


A parte del Padrino II, el resto de segundas partes están bajo sospecha de ser malas o muy malas, siempre bajo la sombra del original. Desde sus origenes "Californication" había ido de más a menos, tras un arranque demoledor, había sido víctima de la repetición y los tópicos más trendis, hasta sumergirse en un final feliz y pasteloso, apto para casi todos los públicos.

La segunda temporada se planteaba como un desafío para ver si está versión light de Bukowski con la jeta de Mulder, era capaz de hartarnos del todo o sorprendernos con una remontada digna de un campeonísimo. Aun estando bajo sospecha, Hank Moody es un personaje televisivo imprescindible, su propia naturaleza de hombre de una sola mujer ultrapromiscuo (cuando ella no le quiere) le condena a una infelicidad armoniosa en la que el sexo en cantidades industriales, es capaz de curar algunas heridas del alma.

Con secundarios cada vez más surrealistas, la eterna dualidad N.Y. vs. L.A. cobra más fuerza que nunca: el sol eterno frente a la urbe de rascacielos con alma propia, el arte frente a la industria del entretenimiento. Nuevos personajes se unen a Hank en su cruzada contra los convencionalismos y su reivindicación de los niños grandes, incapaces de mentir para salvar el pellejo.

Las mujeres serán la causa y a la vez la solución de todos los problemas de Hank. En esta segunda temporada descubriremos los orígenes de su amor por Karen y su hija se reivindicará como lo más importante que hay en su vida. Mientras, el aroma de la kavorka hará que nuevas féminas se acerquen a él para apagar su incandescente furor uterino.

Sexo, drogas y Rock'nRoll seguirán siendo la combinación mágica de una serie que nunca se tomó demasiado en serio a sí misma, pero que tiene algunos momentos de lucidez extrema, en los que te hace replantearte ese peterpanismo que nos resulta tan familiar. Situaciones disparatadas acaban desembocando en agujeros negros en los que parece acabarse el mundo y, al final, a la mañana siguiente, el sol vuelve a aparecer en el horizonte, dispuesto a brillar porque en California no sabe hacer otra cosa.

Hank se reencontrará con sus musas literarias y el talento de su diarrea verbal le hará encontrar un nuevo camino, que acabará donde empieza la siguiente temporada, con los mismos ingredientes de siempre: un Bukowski cómodo y comercial, domado por el destino, pero implacable cuando se trata de disfrutar de la vida y, en particular, de todas las mujeres que se crucen en su camino.

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