Todo me pareció novedoso aquella noche, eramos los mismos de siempre, pero hacía demasiado que no nos veíamos las caras. De la torpeza inicial pasamos a ser nosotros mismos, como si no hubieran pasado millones de horas en las que habíamos pensado qué sería ahora de nosotros.
Tantas decepciones no se merecían un final feliz, pero tampoco una escapada hacia atrás, una huida hacia ninguna parte en la que los dos acabaríamos heridos para siempre. Demasiados años buscándonos sin encontrarnos, para acabar una vez más solos, él uno sin el otro.
Corrieron ríos de alcohol, que no acabaron de llenar nuestras sedientas almas de aventureros del mediodía. Nunca echaríamos suficiente de menos nuestros mejores ratos juntos, las conversaciones interminables hasta el amanecer y la comunicación no verbal: allá donde la telepatía no es más que una excusa para recordarnos de dónde venimos.
Aquella noche todo sería distinto, estábamos otra vez juntos y no nos dejaríamos llevar por la nostalgia de tiempos mejores. Aún teníamos mucho que construir y muchos demonios a los que atormentar gritando como si no hubiera mañana.
Al final de la madrugada, nos encontramos un nuevo día en el que por fin celebrar que la mala suerte había acabado para siempre, que está vez sí que creíamos en nosotros mismos y ya ni el sueño nos podría vencer.
Exortizamos nuestros últimos fantasmas en un alarido de dolor, dejando atrás un pasado que ya no nos interesaba. Miramos al horizonte con las pupilas dilatadas, rogando por unas horas más, el tiempo suficiente para salir corriendo ... para volver a donde empezamos.
sábado, agosto 09, 2008
Viejas sensaciones
Publicado por crooner79 en 2:05 p. m.
Etiquetas: amalgama
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