Si Hitler o Stalin levantarán la cabeza y vieran en lo que se ha convertido "su ciudad", volverían corriendo a la tumba o intentarían quemar una urbe en la que un día pastaron a sus anchas algunos de los genocidas más afamados de la historia, y que hoy en día es una amalgama multicultural de contrastes infinitos, en la que todo es posible.
La parte comunista de la Friedrichstrasse, se ha convertido en un sucedáneo de la Quinta Avenida neoyorquina. Las tiendas más exclusivas se mezclan con viandantes ávidos de historias y cerveza local. El Oso de la Berliner Pilsner es el mismo de la Berlinale, el emblema de la que antaño fue capital del reino y el imperio Prusiano.
Desde el Checkpoint Charlie se divisa el absurdo de la Guerra Fría: como la Utopía se convirtió en pesadilla y la doctrina de Carlos Marx tuvo que hundir la rodilla en el fango por culpa de unos totalitarismos que siempre acaban criando malvas, después de llevarse por delante las vidas y esperanzas de millones de inocentes, que nacieron en la época equivocada en un lugar en en el que el respeto por la libertad era tan solo un sueño.
"Good Bye Lenin" y "La Vida de los Otros" son las dos caras de la moneda de la nostalgia por la Alemania del Este. Desde la Torre de la Televisión de la Alexanderplatz se divisan las fronteras imaginarias de un muro que separó dos mundos, unidos por los pasadizos del metro; y que acabaron uniéndose en una ciudad espectacular, con una personalidad única y salvaje, en la que caben incluso festejos filo-yankees por el 4 de julio, a tan solo unos metros de puestos callejeros con banderas rojas de hoces y martillos.
El Parlamento, la Puerta de Brandemburgo, la Catedral, decenas de museos de todo tipo ... Berlín es un sitio para perderse y en el que el aburrimiento es imposible. En las tabernas alemanas que tanto nos gustan, podemos degustar un codillo cocido que no está tan bueno como el asado del Haxn Bauer muniqués, pero que es parte esencial una gastronomía tan básica como adictiva. Diesel es nuestro último descubrimiento en una tierra, en la que hasta es posible hacer claras con coca cola.
Este Berlín tan Boyeresco se consolida con fuerza en el top 5 de ciudades imprescindibles que hay que visitar cuanto antes si no se ha hecho ya. La magia de la Postdamer Platz, es la de "Magnolia" o "La Delgada Línea Roja". Siempre habitará allí un pedazo de nuestro inconsciente colectivo, capaz de sobrevivir a cualquier guerra; para demostrarnos que, gane quien gane, habrá cosas que nunca cambien, o solo lo hagan para mejor. Próxima estación: Tel Aviv.
lunes, julio 14, 2008
Ich bin ein Berliner
Publicado por crooner79 en 4:18 p. m.
Etiquetas: viajes
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