sábado, julio 19, 2008

Hacia Rutas Macabeas II: Un Muchacho en Tierra Santa


Mi peregrinaje me llevó a la ciudad triple Santa en pleno Sabath. Como le gustaría a Walter, apenas había coches en las autopistas y en menos de una hora completamos la cuadratura del círculo que une Tel Aviv y Jerusalem: La Ciudad de David.

Miles de misterios religiosos se esconden entre las destartaladas calles de la capital de Israel. El primero que nos reveló el guía fue el del candelabro de las siete velas y toda su simbología. En las afueras, el parlamento y los ministerios sirven de cobijo al corrupto Primer Ministro que es carne de cañón para los ultraconservadores de por aquí.

El Monte de los Olivos nos suena a catequesis y a convivencias, a clases de religión de Justo Rubio o Atanasio. Desde allí se divisan los contrastes del Barrio Viejo, en el que conviven musulmanes, judíos y cristianos; como lo hicieron antaño en ese Toledo que hoy en día sirve de pista de despegue para Aqualoca.

Como bien dice su nombre, el monte esta lleno de olivos y tumbas de judíos. Allí también está el Huerto de Getsemani original; aunque para nosotros siempre estará ubicado en el frontón de Venta de Baños, donde echamos algún buen rato en un par de Pascuas Solferas. En la Iglesia del Huerto se pueden encontrar españoles en plena misa, que te hacen sentir como en casa, por primera y única vez en todo el día.

En la planta de arriba de la Tumba del Rey David del Monte Sión, se celebró la Última Cena; el guía lo cuenta con condescendencia, como cuando Atanasio nos hablaba de la Cienciología del diácono Tachín o de los Mormones de Jose Smith. Te empieza a tocar los huevos cuando echa la culpa en exclusiva a los romanos de la muerte de Cristo y te dan ganas de hacerle ver 100 veces seguidas la pasión de Mel Gibson, sujetándole las pestañas con esparadrapos, al más puro estilo Naranja Mecánica. Debe ser que la Ley del Talión es contagiosa por estas tierras: dan ganas de ser radical con los radicales.

Desde el sitio donde paramos a comer se ve Belén, conocida sobre todo por las figuras navideñas. El guía te sigue tocando los huevos con su defensa del Sr. Bush y decides tocárselos a él preguntándole si Belén está en Palestina. Te dice que no, que está en el país de Israel, pero que como hay muchos musulmanes se han tirado el rollo y le han dado la autonomía. Te dan ganas de invitarle a Madrid y soltarle en mitad de la Demencia para que le enchucen, le sodomicen o las dos cosas a la vez.

Hasta los Armenios tienen su hueco en el Barrio Viejo de Israel. Hay Bazares por todas partes y te acuerdas de lo de los Mercaderes del Templo. Las Ruinas Romanas de la calle del Cardo, se mezclan con la población local, una suerte de Little Marrakech, en la que no te acabas de encontrar en tu elemento. El soplapollas del guía recomienda que no compremos en las pequeñas tiendas que nos vamos encontrando en el camino, que nos va a llevar a una muy grande y muy bonita en la que hasta nos darán de beber. Lo que no cuenta es que los precios serán prohibitivos y de lo que compremos él pillará su parte. Ni el tato compra ni bebe nada, al guía se le queda cara de portero goleao.

La Iglesia del Santo Sepulcro es el lugar más Santo de toda la Cristiandad (menos de los protestantes). Allí caben Ortodoxos, Coptos, Armenios, Etíopes y hasta Católicos. Riadas de gentes abarrotan la Iglesia más importante del Mundo y tienes la misma impresión que cuando estuviste en el Vaticano: la religión es algo que se lleva por dentro, donde quiera que estés y hay otras Iglesias que siempre significarán mucho más para ti.

Te acuerdas de tus seres queridos que ya no están y lo mucho que hubieran disfrutado ellos estando allí, los echas de menos como siempre y piensas que todo sería mucho más emocionante si estuvieran allí contigo… y te das cuenta de que lo están, que uno de nuestras obligaciones en la vida es perpetuar su recuerdo y ser sus ojos, sus palabras y sus pies que pisen por vez primera Tierra Santa, con la fe de los que siempre te quisieron por encima de todas las cosas.

Decides que esta vez no vas a consumir nada y te llevan al Muro de las Lamentaciones como colofón a una visita guiada tendenciosamente semita. Te hacen cubrirte la cabeza con una kipah de cartón, que cuando te la quitas te sigue pesando como una losa y separan a los hombres de las mujeres para no moverse ni un ápice de su tradición. Te cuentan que allí cerca empezó todo, que Abraham sacrificó a Isaac y ves a los clásicos judíos bamboleantes, que te darán pie para tocarle los huevos con tus preguntas al guía por última vez: ¿Por qué se mueven tanto esos tíos delante del muro? Y ¿por qué pelotas me tengo que cubrir la cabeza cuando entro allí?

La visita acaba pronto, lo que viene a partir de ahora ya no será Turismo. Le pides a tu Dios que te de fuerzas y paciencia para soportar la condescendencia y tocamientos de pelotas varios que te espera esta semana. Sabes que te las dará, porque nunca te ha fallado y le acabas dedicando a este post a todos los que se lo merecen y lo leerán con una sonrisa desde el Más Allá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin estar el en más allá (a mitad de camino entre España e Israel), he leido el post con una sonrisa sospechosa de muchacho viajero, y he de confesar, que me han entrado ganas tanto de ver el gran Lebowsky, como de haberte acompañado en esta aventura asiatica.
Un abrazo y ya nos contarás.
Seño Fo.
pd: Me he hinchado a weissbier y a salchicas muniquesas, aunque mi cuenta de codillos se ha quedado en 1.

Anónimo dijo...

Emocionante, tío. Te sigues superando. Definitivamente, Israel debe ser un sitio con extra de electricidad mística en el ambiente. Y estoy seguro que desde el Más Allá no solamente han sonreído sino que han sacado un caretelón con una leyenda que dice Me siento muy orgullosa-o de ti.

Un abrazo