Steve Nash es un rara avis en la egocéntrica fauna que puebla el baloncesto profesional americano. Se trata del más firme hereredero de Magic Johnson o Stockton y el único blanco que ha conseguido el MVP desde los tiempos de Larry Bird. Su secreto reside en ese extraño don innato, que le permite hacer mucho mejores a todos sus compañeros.
Superviviente a la metrosexualidad, Nash no ha parado de mejorar desde que comenzara su carrera hace más de una década con el sambenito de ser canadiense, que es algo parecido a ser portugués en España, pero sin el gen competitivo de los lusos. Los habitantes de los states desprecian a los canadienses por aburridos y predecibles, pero se han tenido que rendir a los pies del maestro de ceremonias del equipo más eléctrico de la NBA.
Los Suns de Nash y D'Antoni son los eternos candidatos al título, que ni siquiera han llegado a las finales de la liga. Su baloncesto rápido y ultraofensivo causarían innumerables quebrantos a los amantes de la filosofía deportiva y vital de los Obradovic, Ivanovic, Clementes y Capellos, que gastan sus días aburriendo con su mezquindad de ganadores cicateros. En esencia y os guste o no: al final no importa lo que ganes sino como lo ganes.
Phoenix está enclavada en mitad del desierto, un lugar en el que es imposible sobrevivir sin aire acondicionado, nunca llueve y el glamour es un bien escaso que sobre todo se cultiva en los pabellones de baloncesto. Nash es un lujo para la ciudad y para el deporte, su talento podría haberle valido para ser un crack de la Premier League, un poeta maldito o un director de cine de los que hacen una película y se retiran porque detestan la fama, sabedores de que no se puede ser sublime a todas horas.
Aunque jamás gane un anillo, Nash pasará a la historia como uno de los mejores bases que ha dado el baloncesto, un iluminado que nunca se endiosó demasiado y prefería inflarse a repartir asistencias que meter treinta puntos por partido. Cuando Steve Nash gestiona la pelota, el baloncesto fluye, la gente se divierte y el marcador siempre llega a las tres cifras.
martes, enero 08, 2008
Jarabe de Arce
Publicado por crooner79 en 2:38 p. m.
Etiquetas: baloncesto, NBA
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