sábado, septiembre 27, 2008

El Último Mito del Cine



Las últimas horas de Paul Newman las pasé viendo "El Buscavidas", la película favorita de Boyero, que no me gustó demasiado la primera vez que la vi y que se ha convertido en imprescindible y necesaria en este segundo visionado. Todo en la vida es cuestión de momentos, la película que ayer pasó desapercibida, puede llegar a ser fundamental para que haya un mañana.

El Tío Paul fue un tipo muy querido, un personaje que las enamoraba a ellas y al que nosotros nos quisimos parecer. Un todoterreno que nunca perdió su esencia, mientras exploraba todo lo que el cine podía llegar a darle, subido en un bólido para escapar del dolor a la velocidad de la luz o cocinando salsas mágicas con las que pagar sus filantrópicas contribuciones a la sociedad.

Newman nunca dejó de interpretarse a si mismo en cada película, pero su personaje más emblemático siempre será Eddie Felson, el tiburón del billar al que interpretó en "El Buscavidas" y 25 años después en "El Color del Dinero". Felson representa al viejo cine que jamás morirá, ese en el que una mirada podía más que millones de dolares de presupuesto y una frase podía cambiar una historia hasta convertirla en parte de nuestra vida.

El Talento es eso que llevamos dentro, que forma parte de nosotros, nuestra forma única de hacer las cosas. Felson tenía talento para el billar y Newman para la interpretación, ambos iban mucho más allá de un físico agradecido, con el que se les hubiera supuesto una vida fácil. A veces es necesario domar a los demonios para no acabar tirando por el sumidero todo lo bueno que sabíamos hacer sin que nadie nos hubiera enseñado a hacerlo.

La suerte es de los valientes, de los que miran a los ojos a la vida y se enfrentan a los que no les quieren bien, para demostrarles que cuando el viento les sea propicio no tendrán rival. Hollywood siempre tendrá una deuda impagable con Newman y su aura de dignidad, su capacidad de sortear los avatares del destino con una sonrisa inolvidable. La suerte no es buena o mala, solo depende de nuestra forma de ser y estar en el mundo.

"El Carácter lo adquirí en una habitación de hotel de Louisville" La frase de Eddie Felson se te clava en el lugar más recóndito del alma, ese donde guardas tus derrotas más amargas, las que te enseñaron que las victorias son pasajeras y lo que cuenta es la gente que te quiere de verdad y a la que quieres de verdad.

Hoy hemos despedido a un mito del cine, probablemente el último que aún estaba entre nosotros, lo que nos queda de él son sus películas, esas que un día le convirtieron en un icono inmortal que siempre nos acompañará en nuestro camino.

domingo, septiembre 21, 2008

El Comandante salió a fumar y los Muchachos se amotinaron en el Cantarranas



Un escenario de nuestro pasado, cubierto de hierba y sueños rotos; sirvió de pista de despegue para un concierto mayúsculo. La reivindicación definitiva de un artista total, el ejemplo perfecto de que por muy hundidos que estemos siempre podemos salir adelante. Andrés lleva toda la vida entre nosotros, formando parte de nuestra conciencia, desde que nos enamorara de su "Flaca" y hasta que nos llevó a gambetear con la pelota por el cesped del Estadio Azteca.

La Albiceleste con el 22 de Calamaro, es el símbolo perfecto de un personaje que nunca llegó a tomarse demasiado en serio a sí mismo y que valora la amistad por encima de todas las cosas. Los artistas en nuestros días llenan estadios botelloneros, con la misma facilidad que antaño rellenaban sus petacas con canciones mayúsculas, capaces de emocionarnos y de estar ahí para hacernos reír y emocionarnos, a partes iguales.

El Comandante quería dar un recital de 3 horas, pero las autoridades metieron la tijera y le dijeron que se moderará, que comprimiera su magia en 130 minutos de canciones de siempre y lenguas populares. El tío Jaime Urrutia salió de su frasco de formol, para recordarnos que hay tupés que nunca mueren y que se puede tener hermanos nacidos allende los mares, que siempre nos harán más grandes con sus elegías y sus églogas.

En las barras del Cantarranas las copas se multiplican por dos y acabas postrado a seis filas del escenario, en una noche que anunciaba lluvia pero en la que lo único que cayeron del cielo fueron los aullidos crepusculares de un porteño que se siente madrileño, catalán o lo que toque. Allá donde paremos, estamos condenados a mimetizarnos con los lugareños y acabar cantando a voz en grito, batiendo palmas y exaltando amistad, amor y honestidad brutal.

Miles de fieles se rindieron ante el cabeza de cartel de este evento, parcialmente patrocinado por el Metro y la Comunidad, que por una vez invirtió bien su dinero, en una orgía de vasos de mini, hielos, alcohol y cortezas de las que hacen bola. Casi nadie recordará el alisado de pelo de Melendi, ni al resto de convidados al recital del Comandante que se bamboleó por el escenario con la contundencia de un Muchacho calzado con Impolutos.

Nunca echaremos de menos lo suficiente no haber podido ver el mundial del 78, pero gracias al Tío Andrés, seguiremos deslizándonos por la Montaña Rusa con una sonrisa en la boca, sabiendo que pronto habrá otra parada para avituallarnos de energía en mitad de ninguna parte, disfrutando de la mística de CaraDeMalo y su incontinencia musical, vital y cenital.

miércoles, septiembre 17, 2008

Historias de París


La lectura perfecta en un trayecto aéreo hacia la Ciudad de las Luces (y las sombras) es "Historias de Londres" y la única razón por la que es perfecta es su autor: Enric Gonzalez. Este ecléctico crooner es un enamorado, un enamorado de su profesión, de su mujer Lola y de unas cuantas ciudades elegidas, en las que vivió unos años y a las que su imaginación siempre permanecerá ligada.

Tirado en una cama demasiado grande, a escasos metros del Parque de los Príncipes, ese sitio en el que Ginola nos cosió a balazos, uno puede llegar a darse cuenta de que ha viajado demasiado ... o demasiado poco. En un país extraño te puedes convertir en otra persona, olvidarlo todo sin dejar de ser tu mismo por un solo instante.

Las historias de Enric están al cabo de la calle, constituyen una guía de viajes novelada que incluye todo lo que no necesitas saber para visitar una ciudad, pero que harán de la estancia una experiencia única. El cronista juega con una capacidad infinita de admiración por todo lo diferente, por lo que hace de Londres la City más apasionante del mundo: la pompa y circunstancia, el alcohol y la mugre, la Pérfida Albión a la que no debemos nada y que tampoco nos debe más.

Lo que distingue a Enric de Boyero o Millás es la ausencia de mala baba, esa Ataraxia que él atribuye a Dean Martin, una serenidad para aguantar lo que venga y disfrutarlo, sabiendo que por cada mal momento habrá al menos uno bueno, siempre que tengamos el valor suficiente para seguir adelante sin miedo, dispuestos a enfrentarnos a los avatares del destino.

La escritura de Enric es sencilla y nos reconcilia con el mundo, su recurso estilístico favorito es la historia inédita, una para cada esquina del planeta y demostrando que cuando escribes, puede mucho más lo que cuentas que como lo cuentas. E.Gonzalez puede dedicar unas líneas a cualquier tema y lugar, no es una cuestión de erudición, sino de saber reconocer y aprovechar donde acaba lo que sabes y comienza la imaginación.

Con los ojos del cronista, es imposible sentirse un extraño en París, recorriendo bulevares y plazas con la sensación de que de todas tus visitas a Francia, esta ha sido la menos mala, de que pronto volverás y acabarás lo que empezaste en un par de horas perdido en la Ciudad de las Luces (y las sombras).

martes, septiembre 16, 2008

Dean Martin y la ataraxia (por Enric González)


La felicidad no debe ser confundida con el bienestar, o con la euforia. En un sentido heroico, podría estar relacionada con el cumplimiento del deber. Lo más cercano a un concepto sensato de la felicidad sigue siendo un viejo concepto griego, la ataraxia: un camino de equilibrio emocional, control de las pasiones y fortaleza de ánimo.

Se supone que las personas ansiamos la felicidad por encima de cualquier otra cosa. Pero faltan modelos. Incluso las grandes figuras religiosas tienen sus fallos. La madre Teresa de Calcuta cumplió con mucho más que su deber, demostró una enorme fortaleza y controló, hasta donde sabemos, sus pasiones; sufrió, sin embargo, tremendas crisis de fe que la hicieron infeliz en algunas fases de su vida. Existe también la opción oriental de la meditación y la renuncia, demasiado austera para mi gusto.

La gran pregunta es: ¿puede ser feliz un hombre con una copa en la mano, un chiste en los labios, un montón de mujeres alrededor y una montaña de dólares en el banco? Mi opinión es que sí. Absolutamente, sí. Pongo como prueba a Dean Martin. No cabe duda de que fue el hombre más cool del siglo XX. Yo sostengo que fue también el más feliz.

Dino Paul Crocetti (1917-1995), conocido como Dean Martin, nació en una aldea de Ohio y trabajó como contrabandista de alcohol, crupier, obrero metalúrgico, escritor de chistes, boxeador, cantante, pareja artística de Jerry Lewis, actor y presentador de televisión. Se le recuerda sobre todo como miembro fundador del rat pack de Frank Sinatra, como personaje relacionado con la mafia y como crooner borrachuzo.

Ésa fue la imagen pública que forjó para ocultarse, para no ofender con su elegancia y disponer de margen para desarrollar su particular ataraxia. En realidad, era Sinatra quien sentía hacia Martin una curiosa dependencia psicológica, y era Sinatra quien mantenía las relaciones mafiosas. En cuanto al vaso, Shirley MacLaine, que también perteneció al rat pack, reveló en su autobiografía que solía estar lleno de zumo de manzana. A Martin le gustaba el J&B, y lo consumía en grandes cantidades, pero también le gustaba trabajar sobrio y acostarse temprano.

Martin parecía no tener pasiones, ni opiniones, ni ideología. Se mostraba indiferente a todo. Jeanne Biegger, que estuvo casada con él durante 24 años, afirmó que ni ella ni nadie sabían quién se escondía en el interior de aquel tipo bromista, sonriente, que fascinaba por igual a hombres y mujeres. Jamás discutió. Si algo no le gustaba, contaba un chiste y se iba.

Como no daba importancia a su éxito, los demás tampoco se lo daban. Tiende a olvidarse que Elvis Presley reconoció haber copiado su fraseo para interpretar canciones como Love me tender o Are you lonesome tonight?; que ya casi en la vejez desbancó del número uno de ventas a los Beatles con Everybody loves somebody sometimes; que obtuvo no una, sino tres estrellas (como cantante, como actor y como showman) en el Paseo de la Fama de Hollywood; que tuvo uno de los programas televisivos más exitosos y duraderos de la televisión estadounidense, y que murió con 50 millones de dólares en el banco y el mayor paquete de acciones en la productora RCA.

También se olvida a veces que fue, con Sinatra y Sammy Davis Jr., uno de los principales contribuyentes económicos a la campaña de Martin Luther King por los derechos civiles de los negros.

¿Equilibrio emocional? Lo demostró en abundancia. Carecía de vanidad, y no le importaba trabajar en películas malísimas con tal de que el ambiente fuera divertido; se zambulló durante años en los disparates orgiásticos que Sinatra organizaba en Las Vegas, sin dejar de portarse como un caballero; fue, tal vez, el único amigo de Marilyn Monroe que no abusó de ella.

¿Control de las pasiones? Sufría de claustrofobia, y supo curarse él mismo: se encerró en un pequeño ascensor y permaneció en él, subiendo y bajando un rascacielos neoyorquino, sudando y desmayándose, hasta que desapareció la ansiedad.

¿Fortaleza de ánimo? Cuando Sinatra se empeñó en realizar una última gran gira con el rat pack, en 1988, hacía pocos meses de la muerte de Dino, uno de los ocho hijos de Dean Martin. Además, sufría de enfisema. Le horrorizaba la idea de que tres viejos dieran el espectáculo en los mayores estadios del país. Pero nunca había fallado a los amigos, y tampoco podía fallar esta vez. Acudió a la cita, sabiendo que harían el ridículo.

Murió sin enemigos, el día de Navidad de 1995. Diez años después consiguió un disco de oro por un álbum póstumo de grandes éxitos. Hace dos años, en 2006, todavía colocó una canción (Baby, it's cold outside) entre las 10 más vendidas en Estados Unidos.

Todo esto lo hizo tranquilo, sonriente, con un vaso en la mano, un chiste en los labios y muchas mujeres estupendas a su alrededor. Fue feliz, estoy seguro.

viernes, septiembre 12, 2008

Viva la Vida



Hace unos ocho años, en una de esas sesiones de gimnasio santaeugeniano con Txete, comenzó a sonar "Yellow" y le dije: "Escucha bien a estos tipos, porque en poco tiempo serán los más grandes". No sé cuando empezó a cumplirse la profecía, lo que sí que sé es que hace unos días dieron una lección de vitalismo musical en el Palacio, el mismo sitio donde nos despedimos de los Smashing un 1 de octubre del 2000.

Infinidad de batallas han quedado atrás desde aquel año 2000 y es imposible que no se te pongan los pelos como escarpias cuando oyes "Viva la vida" y recuerdas todo lo que has viajado, vivido, aprendido, sentido y visto en estos años. Nos sentimos identificados con este himno por nuestra afición al carpe diem ocasional, a mirar a la vida a los ojos sólo cuando sospechamos que el final puede estar cerca.

Sumidos en un espectáculo de luz y de color nos evadimos con canciones que ya forman parte de nuestro inconsciente colectivo:

- Ese "Clocks" que fue la melodía de nuestro móvil mientras esperábamos la llamada de alguna empresa que nos liberará del sopor profesional absoluto.

- "The Hardest Part" o como hacer fácil lo difícil sin caer en viceversas.

- "Low", "Fix You", "X and Y" o como reinventarnos sin llegar a perder nuestra esencia primigenia

...

Chris Martin es showman y divertido, un personaje que disfruta derramando sudor sobre un escenario, sin olvidar dedicarle una canción a su "padre y madre de Talavera", chapurrear un español aceptable y huir de las suspicacias de una vida perfecta, mientras incluye el tintineo de los billetitos verdes como acompañamiento coral de todas sus canciones.

Uno de los grandes placeres de la vida, es poder volver andando a casa desde el Palacio. Bajando por Doctor Esquerdo te acuerdas de otras veces que pasaste por allí ... hubo bajadas muy buenas, buenas, malas y muy malas. La sensación que te queda es que Madrid siempre estuvo allí, con su alma maldita de extraño cruce entre Viena y NYC, escuchando tus gritos y tus lamentos, ya sean un "LARALARALARA ... LARA 17-O,17-O ... 17-O" o un "OOOOO ... OOO"